Capítulo 19

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Habían pasado cuatro días y las cosas no hacían más que empeorar a su alrededor. Resultaba que desde que había regresado a su aldea natal, todos le habían considerado como un Alfa más, un Alfa además soltero que buscaba una bonita Omega con la que compartir el resto de sus días. Claro que su ascenso traía sus consecuencias. No podía ser Alfa sin ser primero aceptado de nuevo por el Alfa mayor, el que controlaba la manada. Así que, aquel día iría a tratar con él, a dejarle en claro que le dejasen ir, a él y a el león. Pero sabía dentro de su ser, que eso no lo iba a conseguir ni en sus mejores sueños. Todoroki lo había estado persiguiendo aquellos días para que aceptase su mano, cosa que Izuku no tenía pensado hacer. Pero la persistencia de aquel chico le estaba poniendo de los nervios. De cualquier forma, Izuku tenía sus pensamientos y sentimientos en otra persona a la cuál no había visto ni vuelto a escuchar desde que había llegado a su hogar. No sabía donde tenían recluido a Kacchan y aquello empezaba a asustarle, ya que tampoco podía preguntar mucho por él, generaría sospechas y eso era lo que menos necesitaba Izuku.
Aquel día era muy importante, ya que hablaría por fin, con el Alfa mayor que era a la vez su padre, y estaba más que nervioso.
Todoroki le guió por la aldea hasta el la tienda mayor, donde estaba alojada la pareja Alfa. Entró tembloroso y ahí se encontró, para su sorpresa a la pareja Alfa y Beta juntas. Parecía que ambos querían hablar con él seriamente. Tragó saliva cuando vio a su padrastro y se colocó mejor los guantes. Aquella situación había empeorado por momentos. ¿Qué hacían ellos allí?
—Buenas Omega Midoriya.
—Buenas Alfa Endeavor. —respondió inclinando la cabeza junto con Todoroki, al cuál su padre ni le miró.
—Bien, creo que es bastante obvio porqué estás aquí.
—Sí, creo que sí.
—Vayamos al grano. —dijo secamente.—Debido a tu gran valentía y al tener que esforzarte tanto para atraer a un león varón hasta nuestro territorio y además tener la fuerza de voluntad de domarlo, te hemos ascendido a Alfa de inmediato.
—Sí, me informaron de ello. Al parecer nada más ver al león decidiste ascenderme sin tener esta reunión previa conmigo. —respondió con un tono algo amenazador. No iba a ir de buenas con él, los dos se conocían demasiado bien.
—Ya veo...así que con esas estamos. —susurró demasiado alto para pasarlo por alto. —De acuerdo, pero eso no es lo más importante, ya que hay otra...
—Disculpadme. —le cortó de repente. Endeavor se calló y le dedicó una mirada enfadada mientras continuaba. —Ya que ahora me han ascendido y estoy seguro de que habrá más beneficios de otras clases, me gustaría haceros una petición. —su madre que al parecer había estado callada, desde siempre, se asombró ante aquello. Nadie jamás pedía peticiones, aceptaban su ascenso felices y se largaban a continuar con sus vidas y mantener su puesto en la manada. Pero Izuku era distinto, y él no quería un puesto alto en aquella estúpida jerarquía.
—Te escuchamos...—dijo la pareja de Endeavor que al contrario que él, tenía una voz dulce y agradable. Como el de una madre.
—Mi petición es la siguiente: quiero que dejéis al león libre, después de todo es una persona, no podéis torturarla hasta la muerte. Y segundo quiero continuar con mi camino. No pienso quedarme como Alfa de esta aldea.
De repente hubo un silencio aterrador, y lo único que lo rompió fue la risa ensordecedora de Endeavor. Su padrastro le miraba con unos ojos de loco. Aquello debía de estar sacándole de sus casillas.
Cuando terminó de reírse miró de nuevo a Izuku y respiró hondo, cogiendo aire para lo que venía.
—Claro, ¿veis lo que ocurre?—se estaba dirigiendo a su mujer y la pareja Beta. —Cuando se les da un poco de poder a estos mocosos, ya se creen que tienen el mundo en sus manos. —después giró la cabeza lentamente y pudo notar como sus ojos desprendían fuego. Aquello no predecía nada bueno. —¡Claro que aceptaremos tu petición!—hubo una pausa que hizo que Izuku dibujase una sonrisa en sus labios. —¡PERO SÓLO EN PARTE! —gritó a pleno pulmón. Aquello desconcertó a Izuku. ¿Cómo que en parte?
—¿Qué quiere decir? —preguntó algo asustado.
—Hay un pequeño dato el cuál se te olvidó contarnos cuando llegaste. —Izuku pensó y pensó, pero no encontró nada necesario que pudiera ser les relevante, al contrario, en ese momento la cabeza se le inundó de todos los lugares y momentos que había compartido con el león, hasta que se lo habían arrebatado.
—¡Te olvidaste de contarnos que el león en cuestión no tiene manada! ¡ES UN DESTERRADO! ¡UN INÚTIL!
—¿Cómo sabéis eso?
—¡Qué importa! ¡Lo que importa es que nuestro plan no funcionará con un león que no es nadie!
Aquellas palabras arañaban el pecho de Izuku con crueldad. Por eso le importaba tanto a Katsuki su puesto, por eso, porque al fin y al cabo era lo único que los demás tenían en cuenta: el rango que tengas en tu manada. A él jamás le había importado eso, pero era precisamente porque a su padrastro sí. Él estaba tan obsesionado porque fuese un Alfa que finalmente, Izuku no necesitó preocuparse por eso, ya que lo hacía él por ambos. Claro que pagó los entrenamientos con sangre, pero precisamente por eso jamás entendió lo de los rangos y la jerarquía, porque no le importaba y ese pasotismo, era la razón la cuál su padre le diese más duro de lo que debía, más de lo que necesitaba para hacerse fuerte.
—¿Plan?
Entonces Todoroki habló por fin.
—Resulta que mi padre quiere que consigamos más terreno y la forma más fácil es que nos teman. Y como ahora los leones están en lo más alto, si matamos a una aldea entera, ocuparemos su enorme terreno y nos temerán como los temen ahora a ellos. —con aquella respuesta Izuku se puso blanco. No podía ser, no. Aquel plan era estúpido y macabro. ¿Iba a destruir una aldea entera solo para ganar más terreno? ¡Era absolutamente idiota aquel plan! Y absurdo.
—¡Está pensando en asesinar a niños! ¿Ha pensado bien lo que puede provocar eso?—gritó a pleno pulmón.
—No, ya no podremos ganar terreno ya que, resulta que este león es inútil. Déjame proponerte algo. —dijo mientras Izuku empezaba a temblar. Jamás se había acercado tanto a la aldea de los leones como para saber que cantidad de niños y adultos había, pero daba a entender que bastantes por lo que le había contado Katsuki. —Tengo dos opciones para ti. Puedes quedarte con nosotros y formar una familia con Shoto. —Izuku miró a Todoroki y se asustó ya que éste reflejó una majestuosa sonrisa y aquello no era cotidiano. —Claro que tendríais hijos gracias a una mujer, y bueno, todo eso te lo ha contado Shoto. —hizo una pausa para mirar de reojo a su hijo heredero y después continuó. —Y permanecería tu puesto de Alfa a su lado. —Izuku empezó a negar y la expresión de el rostro de Endeavor cambió completamente. —O, por otro lado, puedes continuar tu vida de peregrino, seguir rellenando tu estúpido libro con las locuras de otras aldeas, como estabas haciendo antes. —Izuku le miró soñador. —Pero, con la condición de que jamás podrás volver a esta aldea, jamás volverás a tener contacto con ninguno de tus amigos ni familiares. ¿Queda claro? —el lobo asintió cohibido. —Bien, ahora, ¡Elige!
Izuku tenía más que claro lo que quería hacer, pero le ponía nervioso la reacción de su madre y la de Todoroki.
—Te daré una respuesta si tú me das otra a cambio. —el Alfa mayor parecía empezar a cansarse de sus juegos, pero no podía hacer nada, ya que le había dado dos opciones para elegir, y la decisión estaba en manos de Izuku.
—De acuerdo, pero acabemos cuanto antes.
Izuku cogió aire.
—¿Qué pensáis hacer con el león?
El Alfa mayor se rió irónicamente.
—Pensamos hacer lo que se hace con las cosas que ya no sirven. —dijo esto con una sonrisa maliciosa en el rostro.
En el fondo lo sabía, sabía que le matarían, pero no quería aceptarlo. No sabía desde cuánto tiempo sabían que Kacchan no era útil, pero al no haberlo encontrado estaba más que claro que probablemente ya estaría muerto.
—Bien, he respondido. Ahora dime tu respuesta.
—Continuaré con mi trabajo hasta que lo haya acabado.
Y dicho esto salió de la tienda corriendo, no cabía en su cabeza concebir que Kacchan estuviese muerto. Pero todo encajaba ahora. Debía haberlo encontrado en alguna tienda, era su hogar y había revisado todos los lugares que conocía y que no, y ambos sin resultados.
No se imaginaba que no estuviese ya en la tierra misma, que no respirase su mismo aire, que ya no desprendiese aquel calor que le reconfortaba tanto, que no pudiese gritarle que era un inútil, que jamás volviese a ver esos ojos brillantes y amenazadores. Que jamás volviesen a luchar y acabar en el suelo sonriendo y satisfechos. Que jamás, nunca más, volviese a besar aquellos labios que la vida no le había dejado probar de nuevo.
Se perdió entre las tiendas y no se le vio el pelo en todo el día.
Al día siguiente se marchó de camino al Aviario, solo, igual que la primera vez que se había ido de aquel lugar.

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora