Capítulo 26

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—Es mía.
Las marcas eran idénticas, no había un diente que fuera diferente. Eran iguales y eso demostraba lo inevitable.
—¡Te lo he dicho, idiota! —gritó Kacchan, cansado de su insistente presencia. —¡Ya puedes regresar a tu estúpido nuevo hogar!
Izuku estaba callado, paralizado, mirando fijamente aquellos ojos, aquella primera marca, aquellas dos cicatrices debajo de su ojo que los había unido.
—¿Sabes porqué te lleva doliendo desde que nos separamos?
—Ni lo sé, ni me importa. ¡Vuelve a tu maldita casa en un estúpido árbol!
—Ahora eres mío.
—¿¡QUÉ DICES PEDAZO DE IDIOTA!?
—Son los antiguos espíritus de mi aldea. No supuse que funcionara con personas de otras aldeas, pero al parecer sí. —hizo una pausa y calmadamente continuó. —Ese dolor que sientes es por los dioses de mi aldea. Concretamente la Diosa Énosi, la diosa de la unión. Normalmente cuando se hace la marca de la diosa es cuando dos amantes están, bueno...
—Consumando su amor. Por eso has dicho lo de Yamikumo.
Izuku asintió.
—Sí. Pero, en nuestro caso, no estábamos haciendo eso, en aquél momento.
—Bueno, ¿Qué más da?
—¡Es importante!—se quejó. —Normalmente la marca se hace en esas circunstancias, porque ambos están listos...
—A lo mejor, esa noche estábamos listos...—susurró Kacchan. Esto hizo que ambos se mirasen fijamente.
Izuku sin quererlo se empezó a acercar al rostro del rubio. Aunque el león no se movió, los labios fríos de Izuku encontraron los cálidos de Katsuki y comenzaron un beso, ligero, cálido y necesario. Katsuki para profundizarlo agarró a Izuku por la mandíbula y giró ligeramente su cabeza para que el inútil calentase sus labios mientras exploraba los suyos.
Parecía un instante infinito, como aquella primera vez, aquella fatídica noche.
—¡Izuku!
Los dos se separaron al instante y miraron hacia la persona que había gritado su nombre.
—Bueno...puede que sí sigan saliendo, después de todo...—dijo un Kirishima asustado.
—¿¡QUÉ ESTÁIS HACIENDO AQUÍ!?— gritó Katsuki a la defensiva. 
—Podríamos preguntaros lo mismo, hermano. —respondió asustado por la situación Kirishima.
—Uraraka yo...
—¡Eso no es natural, no es normal! ¡Sois hombres!
—¿¡Y ÉSTA QUIÉN ES!?
—¡La chica la cuál Izuku está enamorado!—le respondió indignada Uraraka.
—¿Qué? —preguntó confuso el león.
Izuku se asustó por momentos. Uraraka le cogió de las manos para que la mirase a los ojos.
—Izuku, sabes que está prohibido y es delito esta clase de comportamiento. ¡¿Porqué narices has besado a un hombre?!
Izuku estaba paralizado. Sus dos mundos se habían juntado en uno solo en un abrir y cerrar de ojos y eso lo único que hacía era ponerle nervioso. Aparte de que Uraraka le estresaba por momentos.
—Está prohibido en el Aviario, pero aquí no. —dijo calmadamente. Pero su tono de voz no ayudó en lo más mínimo. Hizo que Uraraka empezase a llorar.
—Entonces admites que le has besado, que le quieres... —las lágrimas cayeron sin control.
—Uraraka yo...
—¿Qué? ¡TÚ QUÉ!
Aquel grito hizo que Izuku se asustase ya que su voz se había quebrado y estaba soltando todo el dolor que sentía.
Uraraka se sentía utilizada, engañada, y a además por un estúpido infiel a su naturaleza.
Se dio la vuelta y caminó de vuelta a la aldea. Iida fue detrás de ella sin decir ninguna palabra.
—Katsuki...tienes una niña...
—¡No, no, no, no! —gritó asustado Katsuki mientras corría junto a Eri que ya estaba cogiendo en brazos a la niña.
—Oh, por los Dioses...
—¿Qué ocurre?
—Esta niña, es muy muy importante. ¿Porqué no nos dijiste nada? ¡Ésta pequeña es también de Izuku!
—¡Lo sé! ¡Pero él me abandonó, y no quería que supieras nada de ella! ¡Sabía que intentarías contactar con Deku y no quería verle por aquí!
Eri le miró fijamente y después le dio una torta que le giró la cara y sonó fuertemente.
Después Katsuki volvió a mirarla fijamente.
—¿¡PORQUÉ HAS HECHO ESO, MALDITA ENANA DE TRESCIENTOS AÑOS!?
—Esta niña contiene la mitad de tú corazón, y la mitad del corazón de Izuku.
—¿Qué? —preguntó Izuku más interesado. 
—Cuando tú hermana se enamoró de él, usó el amor que sentía por ti, para dar vida a tu hijo. Ella sabía que simplemente era una transición, una simple barriga donde albergar un fruto.
Con esas palabras Katsuki salió de la tienda frunciendo el ceño más de lo habitual. Izuku le siguió lentamente y sin hacer ruido desde atrás.
Cuando se dio cuenta de que no paraba de caminar, decidió detenerle.
—¡Kacchan! ¿Adónde vas?
—¡A alejarme de esta maldita locura!
Después de decir aquello se frenó en seco. Sus piernas empezaron a pesar y se sentó de golpe. Izuku pensó que se había dado un golpe o que se había desmayado, pero no fue así, y se dejó en ridículo al intentar ayudarlo, lo único que recibió a cambio fue una mirada seria y poco amigable. Después abrazó al león y colocó de nuevo su cabeza en su pecho, al parecer eso parecía calmarle.
—Jamás te perdonaré que me dejaras...—susurró ya más calmado. —Todo va a estallar dentro de poco, y no sé que hacer...
—¿Porqué no les contaste lo de tu hija?
—Bueno, ahora es nuestra hija. —sonrió ligeramente y después volvió su semblante sombrío. —Sé que ella es la clave para juntar a los demás, lo sé, pero también sé que tiene una especie de poder, algo diferente al resto y eso es lo que me preocupa.
—No lo entiendo. —Katsuki levantó la mirada para ver bien a Izuku a los ojos.
—Esa niña tiene la clave para salvar o destruir el mundo. Si las demás aldeas empiezan a enterarse de que es poderosa intentarán hacerse con ella, criarla como suya y tener ese inmenso poder siempre a su disposición.
—Ya no sólo lo dices por los lobos, ¿No?—Katsuki negó ligeramente.
—Me refiero a todas las demás aldeas, una noticia así se difundirá a gran velocidad.
—Bueno, pues, tendremos...
—¿Tendremos? —preguntó Katsuki cansado y colocando de nuevo su cabeza en el pecho del lobo. —Ya has descubierto lo que querías, soy tuyo, o como quieras decirlo. Ya puedes volver a casa.
—No terminé de explicarte las condiciones de las diosa sobre su marca. —respiró hondo y continuó por donde lo había dejado. —Los dolores que sentías en el cuello es una especie de maldición, ya que en cierto modo me fuiste infiel. Y se llama la Muerte Lenta. Es un dolor que va creciendo hasta que te vuelve loco y o te matas para hacer que pare o el propio dolor te mata. —suspiró al decir eso.
—O sea, que podrías haberme matado.
—¡No es así! Quiero decir, menos mal que te encontré a tiempo. —dijo con una risa nerviosa en sus labios.
—¿Y porqué tú no sufrías ningún dolor?
—Sólo los Alfas pueden hacer la marca y ésta es solo una forma de poseer al Omega y a la vez una forma de que no te sea infiel.
De repente Katsuki se levantó de su pecho y le empujó. Izuku cayó rendido contra la hierba y le miró confundido sobre sus acciones. Después Katsuki se colocó encima y le agarró las manos para que no pudiese defenderse. Tampoco tenía que preocuparle demasiado ya que el lobo había perdido facultades.
—Me hiciste esa marca para tenerme controlado. ¡Maldito bastardo!
—¡No! ¡No lo hice por eso! Ni siquiera sabía que te la había hecho, me enteré hace unos días, cuando viniste a por mí.
—¡Mentira!
—No, no, es verdad. Y ahora que yo soy el propietario de esa marca, debo quedarme a tu lado, el resto de nuestros días.
—¿¡No hay algún modo de quitarla!?
—No, si el Omega la ha aceptado, no hay forma de que se vaya y se rompa el vínculo. Tú aceptaste la marca, al parecer.
Katsuki se quedó mirándolo fijamente, parecía que se había perdido en la conversación porque no respondió. Se quedó en la misma posición y Izuku empezó a impacientarse.
—De todas formas —de repente pareció como si Katsuki hubiese salido de un trance, y le empezó a prestar más atención a sus palabras. —,aunque la marca no fuese mía, ya no podría regresar al Aviario.
Katsuki le miró confundido, pero no dijo nada.
—Allí tienen muchas normas para ser todos perfectos, eruditos e iguales. Y una de las normas es que no puedes tener una pareja del mismo sexo...así que, estoy desterrado. —dijo desilusionado.
Katsuki se empezó a reír como loco al escuchar aquello. Izuku no le veía la gracia pero, aún así, se rió, hacía mucho tiempo que no se reía, y también hacía mucho tiempo que no escuchaba la risa de aquél chico que tenía encima.
—¡Ya van dos lugares que te echan! ¡Estás en racha! —y empezó a reírse aún más fuerte.
Izuku también se rió, y aprovechó aquél momento para no pensar en nada y sentirse seguro entre esos brazos. Así era como quería estar, protegido, a gusto, sin pensar en nada por momentos. Y sabía que debía quedarse cerca de él si quería que esas sensaciones continuasen.

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora