Capítulo 38

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Izuku se quedó paralizado en la cueva y se puso a pensar en la niña, Katsuki no le había puesto nombre, pero a él le gustaría que se llamase Midori, era un nombre bonito. Sonrió mientras esperaba a que alguien viniese a buscarle. No tardaron mucho tiempo en dejarle salir y ver de nuevo a Endeavor al lado de su mujer. También estaba su madre y su padrastro. Izuku estaba tan tranquilo que cuando los miró no sintió odio, es como si pensar en su hija le hiciese alejarse de la realidad, y simplemente pensar en sus hermosos ojos o su pelo parecido al de su padre.
-¿Porqué sonríes bastardo? -le gritó Endeavor.
-¿Está prohibido sonreír? -le respondió tranquilamente y caminando agarrado con cuerdas por los Betas. Les miró un rato, y después empezaron a interrogarlo. Su padre se mantuvo callado.
-Bueno, empieza a largar. ¿Dónde está tu famoso libro? -empezó Endeavor mientras se sentaba en una roca cercana a la cueva. Las mujeres se quedaron de pie, preparadas para cualquier cosa, como si fuese a intentar escapar, sería estúpido por su parte.
-Lo quemé. -le dijo sonriente. Tal vez no estuviese pensando con coherencia teniendo a las personas que más le habían hecho sufrir en su vida delante de él, pero no iba a actuar de buenas formas con ellos.
-Ya. Has quemado el trabajo de tu vida. No soy tan patán. -le soltó mientras se levantaba para acercarse a su rostro y arrancarle la camisa y la chaqueta. -¡Si vamos a tener que torturarte, no tendremos piedad!
Izuku se rió ligeramente ante la mirada asustada de su madre.
-Estoy acostumbrado, pregúntale a mi padre. -todos se quedaron mirando sus cicatrices profundas y dolorosas hasta a la vista.
Endeavor se giró y miró al causante de aquellas cicatrices.
-¡CÁLLATE BASTARDO! -le gritó desde lejos el autor de sus cicatrices. No quiso ni acercarse.
Endeavor respiró hondo y se alejó de él, se volvió a sentar en la misma roca y Izuku se relajó ligeramente, sintiendo el frío y la brisa en su torso desnudo.
-En el Aviario hay muchísimos más libros como ése. Así que, como ya no era útil lo quemé. -explicó con los hombros encogidos. -Creo que tiene bastante sentido.
Endeavor asintió con el ceño fruncido. Al parecer no contaba con esa piedra en el camino. La sonrisa de Izuku se ensanchó.
-No importa, aprenderemos nosotros mismos, pero al menos sabes información sobre los leones. -le dijo recuperando esa sonrisa enfermiza en su rostro. -Uno de ellos es tu pareja y se rumorea por ahí que habéis tenido un bebé. -hizo una pausa para escrutar el rostro sonriente de Izuku. -Aunque, claro, es biológicamente imposible, sois dos hombres.
Izuku perdió la sonrisa por unos segundos, pero la recuperó casi al instante. ¿Cómo narices sabía Endeavor de ella? ¿Acaso esa era la razón la cuál Kacchan no quería que ni siquiera las tortugas supiesen de la existencia de su hija? Era probable, así no tenía que preocuparse de probables espías o traidores. Al parecer su plan no había salido bien.
Respiró hondo y continuó.
-¡Claro que sé información sobre los leones! Me ofende que me consideres tan inculto. -le respondió con voz falsamente ofendida, pero su actuación fue lo suficientemente creíble para los presentes que sonrieron satisfechos. «¿Creéis que habéis ganado sin si quiera luchar?» pensó Izuku enfadado.
-Claro que nada ni nadie os puede asegurar que lo que os cuente sea real o inventado. -les dijo mientras miraba a todos, uno por uno y les dedicaba una sonrisa amenazadora. -Hace bastante que no hablo con Kacchan sobre su aldea, así que es probable que se me hayan olvidado algunas cosas...
-Bueno...-dijo la mujer de Endeavor. -...esperemos que esas cosas no sean muy importantes.
-Oh. -se lamentó falsamente Izuku. -La verdad es que si hago memoria, no me viene a la cabeza nada sobre armas o formas de defender su hogar, está todo borroso.
-¡Ya verás como deja de estar borroso cuando te torture! -le gritó Endeavor mientras se levantaba y andaba para ponerse en frente de él. Intentaba amenazarle, pero ambos sabían que aquello no servía ya de amenaza. Además que si le torturaba y le cortaba la lengua ya no les sería útil.
-De todas formas, -dijo su madre, intentado apaciguar la situación. -cuéntanos qué es lo que sabes de ellos.
Izuku la miró con el ceño fruncido. Ella debería estar de su parte, era lo que más cerca había estado de ser una madre, le había curado, le había cuidado, pero ahora parecía que estaba intentado negociar su muerte, hacer que fuese menos dolorosa.
-Lo único que recuerdo es...-todos se acercaron un poco para escuchar las palabras secretas que iba a confiarles. Izuku sonrió. -...las técnicas de los leones para hacer hijos. -con eso las mujeres le miraron con el ceño fruncido e hicieron un amago de sacar sus armas, pero no lo hicieron. Al contrario que los hombres que habían enrojecido ligeramente y le miraban también con el ceño fruncido.
-¡Esa información es inútil! -le gritó Endeavor.
-Bueno...
-¡Cállate idiota! -le gritó la mujer de Endeavor a su padrastro.
Se pusieron a discutir unos con otros y Izuku aprovechó el momento de confusión, con su poca fuerza les hizo un gancho a los dos Betas que le retenían, y éstos cayeron al suelo inconscientes y sorprendidos. Tal vez se había pasado un poco, pero es que tener a Kacchan de entrenador era entrenar a muerte y pelear con todo lo que tengas. Suspiró y les quitó sus armas a los dos guardias, que llevaban dos espadas. Con una en cada mano amenazó a los líderes de la manada, que al momento sacaron sus armas.
De repente, antes de que atacasen y empezasen a pelear unos con otros, de entre el follaje salieron unos jóvenes tapados con máscaras de lobos hechas de madera. Las máscaras representaban la cara de un lobo con una enorme cruz roja en toda ésta. Cuando los vio se asustó. Después se pusieron a su alrededor, al parecer querían ayudarle. Mientras cinco se quedaban delante de él, protegiéndolo, dos de ellos le empujaron hacia atrás y salieron corriendo con él a rastras. Le habían agarrado de las axilas y sus pies iban rozando el suelo y todos los baches que éste tenía. Cuando estuvieron suficientemente lejos vio que detrás de ellos venían los cinco que se habían quedado delante para defenderle mientras escapaba. La cosa impresionante es que iban por los árboles, a toda velocidad. Eso le recordó la aldea de los monos y sonrió. Quería volar entre los árboles con ellos.
Aparentemente le habían salvado de aquella situación, pero ¿Quién sabía? A lo mejor le llevaban a una peor situación que en la que se encontraba. Suspiró y se mantuvo en silencio todo el camino, también les interesaba a esa especie de secta, así que estaba más o menos seguro de que no le matarían.
Esperaba que no le matasen, y fue cuando se acordó de su niña, la pequeña que iba a quedarse sin padre cuando acababa de descubrir que tenía uno. Suspiró, iba armado, no iba a dejar sola a su pequeña, lucharía, no haría lo mismo de nuevo, no dejaría a nadie atrás. Por que Kacchan y ella eran ahora su familia, y a la familia jamás se la deja atrás, jamás.

El Cuento Del León Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora