40. PRIMERA NOCHE.

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Marinette y Adrien se encontraban ya recostados en su nuevo hogar aquella noche. No sabían qué hora era, pero debían ser poco más de las doce. Ambos se encontraban tomados de la mano, fuertemente, intentando controlar todas las emociones que se arremolinaban en su interior, todos los miedos, tristezas, ansiedad...

Adrien se dio vuelta para encarar a la chica, pero su mano fue a parar al vientre de ella, acariciándolo y deseando que todo aquello saliera bien para todos. Faltaba pocos días para que Marinette cumpliera cinco meses al tiempo en que sería su cumpleaños número diez y seis. Abrumado por todos sus pensamientos, la abrazó y como solía hacerlo, ocultó entre los oscuros cabellos de la chica, su rostro.

Marinette no lo soltó, pero ladeó su rostro hacia él de él mientras posaba su otra mano alcanzaba la que acariciaba su vientre y la posaba sobre ella.

─A veces me dan tantas ganas de estar contigo ─murmuró Adrien sin mover su rostro, ocultándose avergonzado, sin atreverse a levantar la vista.

─Pero si estás conmigo, gato tonto ─soltó Marinette entre risas, pero aquello parecía ser más una risa nerviosa que otra cosa─. Ahora estamos juntos.

Marinette se separó un poco de él para hacerle frente a aquellos hermosos ojos verdes que se perdían en su mirada. Adrien estaba sonrojado, podía verlo a la luz de la luna. Sonrojado y abochornado.

─No me refiero a eso ─dijo él sin quitar sus ojos de los de ella y haciendo que ahora fuera ella quien se sonrojara─. Hace ya tiempo que no estamos juntos, que no tenemos intimidad. Hace tanto que te extraño de muchas formas.

Adrien se mordió el labio. Revelar aquello no era tan incómodo como lo había pensado, pero sentía la necesidad de hacerlo aún sabiendo que debía controlarse. Gruñó de nuevo intentando mantenerse al margen de sus propios impulsos y volvió a ocultarse en el cabello de la chica.

─Rayos, no sé cómo le voy a hacer para aguantar tanto ─dijo de nuevo.

─¿Podemos hacerlo Adrien? ─inquirió Marinette incorporándose, y quedando sentada frente al rubio que nuevamente le devolvía la mirada─. ¿Tú crees que podamos hacerlo sin hacer daño a los bebés, después de lo que pasó? ¿Tu crees que a mi no me dan ganas de estar contigo? Me dan y son insoportables muchas veces, tanto que no sé cómo manejarlo.

Definitivamente estaba de mal humor y Adrien lo sabía. Se incorporó al igual que ella, quedando sentado frente a ella y la observó seriamente sin decir una sola palabra. Apoyó su espalda al espaldar de la cama y con un solo gesto, extendiendo su mano, le indico a la chica que se acercara, pero ella estaba enfurruñada. Se cruzó de brazos y comenzó a hacer lindos pucheros que incluso le causaron gracia al rubio.

─Ven Mari, al menos ven aquí conmigo ─insistió él sin retirar su mano.

Ella lo miró de reojo y soltó un sonoro suspiro de resignación. Se acercó a él y tomó su mano haciendo que él la atrajera y la acomodara entre sus brazos. Ella se recostó en su pecho mientras él besaba su nuca y deslizaba sus manos por debajo de su pijama.

─Adrien, sabes que no se puede...

─No lo haré, lo prometo ─dijo él entre beso y beso, entre caricias que le entregaba sólo para ella─. Sólo déjame acariciarte, consentirte, y besarte todo lo que quiera. Déjame sólo esta vez amarte de esta manera. Ya luego preguntaremos al doctor si hay alguna forma en la que podamos hacerlo o si está bien que te pueda mimar todo lo que queda del embarazo.

Marinette estaba llegando apenas a la mitad de su segundo trimestre y sus hormonas estaban demasiado despiertas. Cada contacto la hacían sentir mucho mejor, más excitada que las veces anteriores. Las frustraciones de no haber podido tener relaciones las veces anteriores comenzaban a desatarse y a mostrarse en una fuerte necesidad que le exigía sentir más del rubio. Su corazón comenzaba a latir con desenfreno y deseo con sólo unos pocos besos y unas cuantas caricias.

Solos Tu Y Yo...  Bajo Las Hojas De Otoño.    MLBAA18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora