29. SEGUNDO CONTROL.

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Chat regresó a la mansión y entró a su habitación por la ventana.  Al parecer nadie hasta ahora se había dado cuenta de su ausencia.  Había dejado la grabación de la sonata para piano número 11 de Mozart, obviamente tocada por él, pues no se le daba aún muy bien y aquel día debía de practicarla.  Lo que no entendía era cómo no se habían percatado que la grabación había dejado de sonar hacía rato, y cómo nadie se había dado cuenta que él había pasado toda la tarde y parte de la noche afuera de casa.  Deshizo su transformación en seguida y Plagg cayó agotado sobre la cama.

─Me alegra que hayas dejado esa grabación de ti martillando el piano ─decía Plagg entre bostezos mientras se levantaba de nuevo sólo para dirigirse al cajón donde siempre guardaba un poco de su queso favorito─.  Seguramente no entraron para no interrumpirte en tu "insistente práctica".  

Desde que habían instalado aquel piano en su habitación, sentía que su espacio se iba limitando cada vez más, y no era que no le gustara el piano.  En realidad amaba tocarlo, ya que su madre siempre lo había hecho y sentía que aquella era lo único que lo conectaba a ella, lo único que en realidad ella le había dejado, su amor por el piano.  Él mismo le había pedido a su padre que lo instalaran en su habitación hacía poco, para poder dedicarle algún tiempo de ocio, en lugar de perder tiempo, y obvio su padre no lo negó, pero pidió el favor que mientras estaba practicando, nadie le interrumpiera.  Escusa que utilizaba generalmente para poder salir por la ventana como Chat Noir sin que nadie más sospechara de nada.  

Al cabo de poco tiempo se dio una larga ducha, teniendo especial cuidado en sus orejas lastimadas.  Se miró en el espejo un tanto preocupado, pues no parecían lucir muy bien, las sentía arder en su cabeza, y tras colocarse su pijama se arrojó sobre su cama.  Sin embargo su teléfono comenzó a sonar en cuanto su cabeza tocó la almohada.  Al mirar la pantalla y ver de quién se trataba, una gran sonrisa apareció en su rostro. Contestó.

─Hola prrrrrincesa ─dijo con coquetería tras contestar.

─Adrien, que bueno que contestaste ─aquella voz no era la de su linda azabache.  Ginna estaba hablando y su tono de voz preocupó al rubio, que rápidamente se levantó de su cama y en ese mismo instante, alguien golpeó la puerta de su habitación.

─¿Si? ─dijo Adrien, más por inercia que por concentración.  Ginna pensó que le hablaba a ella, mientras la persona tras la puerta simplemente abrió asumiendo que aquel sí interrogativo, era una afirmación a entrar a sus aposentos.  

─Lamento no haber venido en toda la noche hijo, pero ─el señor Agreste se quedó en silencio cuando vio que su hijo estaba en medio de una llamada.  Su rostro estaba pálido y parecía bastante nervioso─.  Oh, no te preocupes.  Termina de hablar que yo aquí te espero ─dijo el señor Agreste cruzando sus brazos sin apartar la mirada del joven chico rubio, que asintió en  con un silencioso movimiento de cabeza mientras escuchaba a la preocupada Ginna del otro lado.

─Adrien, Mi pequeña hada a estado muy extraña desde hace un rato ─comenzó a decir Ginna en cuanto escuchó la voz de Adrien sin imaginar la situación en la que se encontraba el chico─.  No pude esperar más tiempo y la traje al hospital.  Parece que hay un problema y le harán un chequeo a los bebés.

Adrien no podía hablar, no enfrente de su padre.  Aquello no podía estar sucediendo.  Aquel día parecía ser el peor de su vida.  Necesitaba salir de allí e ir lo más pronto que podía con Marinette; ella lo necesitaba a su lado.  Sin embargo la constante mirada de su padre le ponía demasiado nervioso.

─No estoy segura de esto Adrien, pero en lo posible... ¿podrías venir con Marinette? ─pidió Ginna y la angustia se reflejó en su voz.  Las cosas parecían no ir bien.  Si tan sólo después de la batalla él mismo hubiera llevado a Marinette a un hospital...   Caminó un par de pasos hacia el ventanal para alejarse un poco de su padre y poder ocultar sus expresiones de él, además de intentar cubrir con su cabello, sus lastimadas orejas.  

Solos Tu Y Yo...  Bajo Las Hojas De Otoño.    MLBAA18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora