56. FINAL.

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Adrien corrió tal y como lo había hecho años atrás, repitiendo la misma ruta, topándose con las mismas personas que creyó haber olvidado, como si de un deja vu se tratara. Sin embargo, al llegar a la esquina del instituto, el maestro Fu no se encontraba. Jamás tropezó con él, jamás le ayudó, jamás le entregaría el miraculous.

Hasta cierto punto comprendía que eso sucedería, pues sin villano, no hacían falta superhéroes. Pero le exasperaba no saber qué era lo que sucedería ahora. Esperó unos minutos más para dar la oportunidad a que apareciera, pero la campana de la escuela sonó y el Maestro jamás apareció. Sin embargo, a lo lejos volteando la esquina pudo ver aquella chica que tanto amaba, de vuelta en un cuerpo de niña, dirigirse presurosa a la escuela. Sin poder contenerse mucho, corrió hasta ella interponiéndose en su camino y atrapándola entre sus brazos.

─Mi Lady ─murmuró Adrien aún sosteniéndola entre sus brazos, temiendo que tras soltarla, ella fuera a desaparecer para siempre─. En verdad estoy tan feliz de verte de nuevo.

Marinette estaba sorprendida. Forcejeó un poco entre los brazos de aquel chico rubio, pero era mucho más fuerte que ella.

─Suéltame ahora o grito─ soltó Marinette con total determinación, logrando que Adrien aflojara su abrazo y se apartara sólo un poco. Sus miradas se encontraron y en sus ojos pudo sentir algo, algo diferente que le confundía. Era como si aquella mirada esmeralda que caía sobre la suya fuera sólo para ella, como si ya la conociera de antes, como si incluso, no pudiera ocultarle nada─. ¿Qui-quién eres? ─inquirió confundida con perspicacia.  Aquel chico realmente la confundía.

Adrien dejó escapar una extraña sonrisa de sus labios al ver el sonrojo implantarse sobre las mejillas de su chica. Le tomó el rostro y las acarició tiernamente con la punta de sus dedos. Sin embargo la pregunta que salía de sus labios dolía. Ella no le conocía.  Aquello hacía sentir que lo que quedaba de su corazón se partía en miles de fragmentos.  No podía besarla, no podía abrazarla sin hacerla sentir miedo de él, no podía decirle cuánto la amaba y lo feliz que estaba por saber que se encontraba con vida.  ¿Cómo se lo explicaría?  Ella no sabía nada de él, ni de sus hijos, nada de todo lo que lucharon para poder estar juntos.  No lo recordaba y eso le dolía.  Tanto luchar para llegar hasta allí.  Tanto luchar para perder...  Sus ojos ardían y sabía que las lágrimas se aglomeraban en ellos.  De seguir allí, frente a ella, con seguridad se desmoronaría.  Ya estaba al borde de la locura, pero debía mantenerse bien, por él y por Louis.  No permitiría que su pequeño fuera criado por su padre.  No permitiría dejar lo que le quedaba, su tesoro más importante en todo el mundo en manos de aquel hombre que por un estúpido deseo, destrozó toda su vida. 

Aún así y sin pensarlo, se acercó un poco más para susurrar en los oídos de aquella adorable chica ─sólo soy tu mayor admirador─. Marinette ya no pudo sonrojarse más. Aquellas palabras atraparon su corazón al instante y se quedó paralizada allí.

Adrien se quedó sólo unos segundos más contemplándola, deseando que aquello solo fuera un sueño, o una pesadilla, porque deseaba realmente volver a besarla, poder tenerla el tiempo que fuera necesario entre sus manos, decirle que Louis está bien, llevarla junto con él y verla con una bella sonrisa mientras cargaba a su pequeño, pero sabía que no podía hacerlo, porque sabía que ella no era la misma Marinette con la que había formado una familia.  Esta Marinette que estaba frente a él, era sólo una niña, mientras que él...  

Intentó no quebrarse frente a ella y sonreirle de la mejor manera posible.  Sin pensarlo dos veces, Adrien besó la frente de la chica y se retiró de su lado dejándola aún más confundida. Necesitaba dirigirse hasta aquella residencia corriendo con todas sus fuerzas para llegar lo más pronto posible. Necesitaba preguntarle tantas cosas y la ansiedad por saberlas todas respondidas lo hacían apremiar aún más el paso.  Necesitaba que las esperanzas de poder recuperarla aunque fuera sólo una parte de ella...  Un nudo se hizo en su garganta mientras corría, pero lo soportó con todas sus fuerzas.  No quería llorar, no aún que todo no estaba perdido.  Sabía que debía haber alguna forma de enmendar el daño que su padre había provocado.

Solos Tu Y Yo...  Bajo Las Hojas De Otoño.    MLBAA18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora