3. EL ORIGEN DE TODO.

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Entre los tejados de la ciudad parisina, un galante gato negro se ocultaba entre las sombras de una noche nublada.   Acababan de terminar la ronda en la que nada fuera de lo normal acontecía y decidieron tomar un descanso antes de partir a sus respectivas casas.

Hacía frío y aquella noche presagiaba una gran lluvia. Los relámpagos iluminaban de vez en cuando las nubes que se aglomeraban y se acumulaban sobre la ciudad, mientras a lo lejos se escuchaban el retumbar de los truenos que amenazaban con acercarse.

Chat Noir se acercó a aquella mariquita que tanto enloquecía y revolvía su corazón haciendo que sus pensamientos se perdieran en alguna parte, alejándolo de los problemas y haciéndole sentir mil sensaciones en su interior que le encantaba. Ella lo miró con esa hermosa sonrisa que iluminaba su rostro y volvió sus ojos a la ciudad, haciendo que resplandecieran con las luces que se reflejaban en aquellos ojos azul cielo, y haciendo que su corazón diera otro brinco de emoción y locura. Tomó una de las manos de la chica, y arrodillándose ante ella le besó como era costumbre desde que le conoció, en aquel mismo ritual que repetiría para ella una y mil veces.

– ¿Ocurre algo gatito? –inquirió la chica observándolo con atención.

– No podré ocultar más tiempo todo esto que llevo dentro, mi lady– respondió Chat fijando sus hermosos ojos verdes en los preciosos zafiros que la chica tenía en sus ojos.

– ¿Te sientes bien Chat? –preguntó de nuevo Ladybug, esta vez con preocupación, observando más de cerca el semblante de aquel chico.

– Siempre que esté contigo– respondió Chat comenzando a perderse en su mirada–. My lady, sabes que me gustas más de lo que podría llegarme a gustar cualquier otra persona y...

– Seguro le dices eso a muchas otras chicas...

– No, por favor, déjame terminar– pidió Chat sosteniendo entre sus manos, la de Ladybug–. No sé de dónde sacas eso de que yo le digo a otras lo que te digo a ti. Tú eres la única a quien he abierto mi corazón, tu eres la única en mis sueños, tú eres la única con la que quiero compartir mi vida, eres tú la única que me ha robado el corazón y por quien daría mi vida, tú eres la única a la que le digo todas estas cosas, porque es a ti y a nadie más a quien más amo en este mundo.

Ladybug se quedó helada al escuchar tal declaración y al mismo tiempo sintió como un calor abrumador y desconcertante se apoderaba de sus mejillas y se desbocaba su corazón. No, no podía ser. Eso sólo lo sentía por Adrien, pero aquellas palabras la habían hecho vibrar sobremanera. Transcurrieron algunos segundos que bien pudieron parecer minutos, tal vez horas. Un silencio que se apoderó de ambos y los hacía sentir nervioso, incómodos y ansiosos. Ladybug retiró su mano de entre las de Chat y retrocedió un paso. Chat sintió que su mundo comenzaba a desmoronarse intuyendo lo que se vendría.

– Lo siento Chat, pero ya te lo dije antes.  Mi corazón pertenece a otro chico, y ese chico no eres, ni serás tú.

– Bien, yo... creo que es hora de volver a casa– dijo Chat en un precipitado murmullo, evitando mirar a su Lady quien intentó tomarlo del brazo para impedir que se fuera de esa manera, pero Chat fue más rápido y sin decir más tomó su báculo y se precipitó al vacío haciendo callar a su corazón que necesitaba gritar y desahogarse de tanto dolor que comenzaba a acumularse en su interior, quebrándolo, fragmentándolo y torturándolo en profundo dolor.

Al llegar, y entrar por la ventana de su habitación, deshizo su transformación y se arrojó sobre su cama ocultando su rostro sobre la almohada para amortiguar sus sollozos y ocultar sus lágrimas, mientras su diminuto Kwami se posaba sobre la almohada, a su lado, y acariciaba su rubia melena en un intento por consolar su roto corazón.

Solos Tu Y Yo...  Bajo Las Hojas De Otoño.    MLBAA18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora