19. LA SORPRESA.

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Ninguno de los dos aún entendía cómo habían sucedido tan rápido todas aquellas cosas y en tan poco tiempo. Un mes de dicha y felicidad, por no mencionar confución e intranquilidad, habían sido más que suficientes para que sus mundos quedaran de cabeza por aquella noticia inesperada.

No había pasado más de un par de semanas desde que ambos se enteraron que iban a ser padres de una pequeña criaturita que apenas se estaba formando como un nuevo ser dentro del cuerpo de la joven madre, que angustiada, buscaba la forma de tranquilizarse y continuar con una vida aparentemente normal, para que ni sus padres, ni sus compañeros, ni mucho menos su mejor amiga, se enteraran de su estado. Aquello se le comenzó a hacer mucho más difícil por toda la cantidad de síntomas que poco a poco iba comenzando a desarrollar.

Comenzó a quedarse dormida en clase y quedaba tan profunda que algunas veces ni la maestra lograba despertarla. Tanto Adrien como ella habían decidido alejarse un poco de sus dos mejores amigos durante los recesos para evitar que se dieran cuenta de lo que ocurría de momento. Mas adelante se encargarían de decirles lo que estaba ocurriendo, pero aquel, sentían, no era el momento adecuado. Ellos apenas estaban comenzando a digerir aquella noticia que les ponía la piel de gallina. Tanto Nino como Alya respetaban aquella privacidad, pues pensaban que formaba parte de aquel nuevo romance por el que tanto el rubio como la azabache habían soñado, y, de todas formas, tanto Nino como Alya estaban en su propio cuento romántico.

Adrien siempre se encargaba de llevarle a su chica, alimentos para que tomara en cada descanso, aunque por lo general, ella terminaba en el baño de las chicas devolviendo sus atenciones.  Se sentía un poco frustrado al no poder ayudarla a sentirse mejor.  Sin embargo, para su sorpresa, los papeles parecieron invertirse, pues él mismo comenzó a tener algunos síntomas que al comienzo consideró extraños, pero tras una breve investigación por internet, pudo entender que muchos padres podían sentir los síntomas de un embarazo.  A aquello se le conocía como el síndrome de Couvade.

Era horrible. Si él podía sentirse enfermo sólo por unos instantes y sólo porque su chica estaba embarazada, no quería ni pensar en cómo se sentiría ella. Por esa razón intentó en todos sus ratos libres, estar a su lado acompañándola para hacerla sentir mejor en su compañía, estuviera como estuviera, aunque se sintiera indispuesto por esos molestos síntomas.

Nathalie estaba un poco extrañada por las actitudes del joven que muchas veces sorprendió en el baño mientras devolvía atenciones a primera hora de la mañana, o inesperadamente inapetente ante los platos que se suponía más le gustaban, haciendo ascos a los croissants, e incluso, comiendo cosas que jamás comería en su sano juicio. Cada vez que iba pasando el tiempo, los síntomas se iban volviendo más molestos y fuertes. No sabía cómo iban a hacer para soportar lo que les quedaba por delante, antes de que sus padres se enteraran de manera irremediable, cuando comenzara a notarse el estado de la joven.

– Si no fueras un chico juraría que estas embarazado– dijo una vez Nathalie durante el desayuno del chico poco antes de ir a la escuela, a lo cual el chico tragó rápidamente y comenzó a toser con desespero mientras intentaba pasar con un poco de agua la comida.

– ¡Qué cosas dices! – dijo el chico bastante nervioso cuando recuperó el habla–. Ni se te ocurra decir de nuevo semejantes cosas.

– No eres una chica, así que mi comentario no debería afectarte tanto– dijo con seriedad Nathalie que parecía analizar las reacciones del chico.

– Es molesto, sólo no pienses así ¿De acuerdo? – soltó molesto Adrien levantándose de la silla y tomando su maleta para dirigirse a la escuela.

Aquella tarde la tenía libre y había quedado con Marinette de salir en una cita como hacía tiempo no lo hacían. Para ser exactos, no habían vuelto a salir desde que se enteraron de aquella noticia que los había sorprendido tanto. Él podía sacar sus escusas por cuestiones de trabajo y ella... sólo no estaba de ánimos para salir con nadie. Aunque cada noche él la visitaba como Chat e intentaba levantarle el ánimo, y cada vez que salían a patrullar por las calles de París terminaban juntos contemplando la ciudad en lo alto de la torre, ahora que estaba en aquel estado, él había decidido por ella, de no exponerse durante los patrullajes y ella lo esperaba en la torre mientras él hacía la ronda y regresaba para acompañarla a su casa.

Solos Tu Y Yo...  Bajo Las Hojas De Otoño.    MLBAA18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora