Santino hizo obsesivamente la caminata impaciente de costado a costado de las sillas del aeropuerto lo que pareció una eternidad, de forma opuesta a Marco, igual de ansioso, hasta que les informaron por el parlante que podían abordar; lo complicado de irse no era despedirse de Miranda, después de todo, a ella sabía qué decirle; el asunto, el problema si se quería, era Giulietta. No podía abrazarla, ni besarla, ni simplemente saludarla. No sabía cómo reaccionar y esa parálisis de no saber para dónde correr lo desesperaba. No era propio de él no saber qué hacer, y ser obligado a pasar por eso, lo fastidiaba de sobremanera.
Abrazó a Miranda, le dio dos besos, uno en cada mejilla y la dejó a merced de Marco, mientras él decidía cómo despedirse de Giulietta en el trayecto hacia ella.
-Adiós, Santi-le dijo. Santino, pese a que estaba yendo contra la violenta corriente marítima que regía su vida, siguió sus impulsos, no su inteligencia. Sonrió y la abrazó.
-Adiós. ¿Seguirás aquí dentro de un mes?
-Vas a volver, ¿verdad? -preguntó, como si esa pregunta fuera la respuesta. Él asintió, no realmente consintiendo negarse; sí volvería- ¿puedo...puedo pedirte un favor? -indagó, soltándolo.
- ¿Quieres que te traiga algo?
-Consideraba que no tenía que pedirlo-fue tan efusiva su gestualidad que Santino se rio.
- ¿Qué quieres que haga?
-Envíales un saludo a los chicos, diles que me pasearé por Milán tan pronto como pueda-Santino evitó comentar que sabía que no era eso lo que iba a pedirle inicialmente, y sonrió.
-Les diré-ella sonrió mirándole la remera simple que usaba y luego lo miró a él.
-No haremos esto más dramático de lo que es. Te espero dentro de un mes-Santino sonrió, se inclinó y le dio un beso en cada mejilla.
-Estoy ansioso.-----------------------------------------
Marco se despertó mientras Santino se quejaba en el asiento; estaban a unos minutos de aterrizar. Conforme avanzaba el tiempo, el corazón se le apretaba más en el pecho; a medida que pasaban sobre el paisaje francés, y se metían en el hermoso ambiente montañoso milanés el aliento se le ataba en la garganta, y entraba en calor a pesar de que el aire acondicionado en ese cómodo asiento funcionaba perfecto.
-Tengo el trasero cuadrado, maldita sea, ¡quiero bajarme! -Marco se rio porque Santino fingió, muy dramáticamente, estar llorando.
Marco trató de distender su mente de que faltaba, pensando que así sería más fácil que el tiempo pase sin sentirse. Indagaba en su cerebro para motivar la llegada, que no podía sobrepasar la felicidad que ya sentía, pero esto representaba un problema: en todos sus recuerdos, estaban Gio y Pietro e imaginárselos lo lastimaba de sobremanera, así que se concentró en otros recuerdos que incluyeran Milán, pero ni al Grupo, tanto actual como anterior, ni a Valeria. Era difícil, porque ciertamente sus días desde los quince, que había comenzado a interesarse por la sexualidad, habían implicado a Valeria, porque siempre le había gustado; siempre había sido la pelinegra hermosa, más grande y más divertida, hasta violenta, que le robaba el aliento en donde sea que la veía, y el Grupo estaba con él todos los días. ¿De qué podía hablar sin contar a estos dos factores importantes de su vida? De cuando se duchaba; y ni siquiera, porque el Grupo estaba en su habitación, charlando, esperando para que se sumara a la conversación ya empezada...o Valeria lo esperaba, en la cama de la habitación que insistía en que podían usar, en ropa interior, lista para enseñarle otra cosa. De cuando estudiaba; y tampoco porque sus amigos solían quedarse ahí, tranquilos, arrojándole papeles o hablando de mujeres que querían y no tenían porque o vivían lejos o simplemente no los querían porque los Cellutti les habían ganado, como usualmente pasaba. Y eso, le dio un gran recuerdo, que involucraba a Gianfranco Cellutti.
Estaba con Pietro en el patio, porque Gio se había ido con Natalia, Ottavio estaba en la oficina del director y Santino y Valentino seguirían en clase, por lo menos, una hora más.
Desde que eran niños, habían entendido tres cosas claves:
1) Nunca avergonzar a la familia ni al Grupo. Lo que indicaba nada de peleas, nada de drogas ni abuso del alcohol, nada de maltratos físicos a nadie y, menos que menos, contestar una provocación. Gio, Marco y Ottavio solían tener problemas con esto. Pietro solo cuando se trataba de personas en particular. Los únicos que tenían suerte eran Santino, porque siempre confiaba en que sus resultados callaba todas las provocaciones, y Valentino, que era tan adorable que... ¿quién tenía problemas con él? Nadie.
2) Mantener la inteligencia siempre superando al impulso. Y, por último y más importante.
3) Jamás olvidar que quien realmente reina en Milán no lo hace por gustarle a muchas chicas, lo hace porque le gusta a quien realmente importa: los peces gordos dentro de las industrias.
Cuando involucraba a los Cellutti, sobre todo a Gianfranco, la primera costaba el cuádruple.
-Y la película era incluso peor que una porno, yo no entiendo nada, en serio-terminó Pietro.
-Eso sucede cuando quieres excesivamente llamar la atención.
-Hablando de excesivamente llamar la atención-hizo un ademán con la cabeza y le hizo mirar detrás de él-Creo que hasta los Conte merecen más cariño que ese imbécil-Marco no tenía del todo claro por qué no se llevaba bien con algunas personas dentro de la Institución, pero tenía claro por qué no le gustaba Gianfranco Cellutti: era un pelirrojo insoportable, molesto, terco y con aires de superioridad. Más de una vez había querido golpearlo, más de una vez había querido insultarlo hasta que se le secara la lengua y, sobre todo, más de una vez había querido borrar su existencia de la faz de la Tierra. Por supuesto, jamás hizo nada de eso, porque lo satisfacía más saber que, detrás de la fachada del chico seductor que todas quieren y que llama la atención, está el chico adicto a las metanfetaminas que avergüenza todo lo que su padre defiende y, para colmo, que no tiene nada más que su orgullo. Santino se lo había hecho entender más de una vez: el Grupo Emperador tenía los números, las cuantiosas cuentas bancarias con dinero de prácticamente todos lados, y, por sobre todas las cosas, tenía el estilo propio del Emperador, era el dueño de todo lo importante en Milán y a quién recurría todo el mundo cuando necesitaban algo. Por supuesto, que la gente no lo supiera no era importante para él, a fin de cuentas, las opiniones de las personas que insultaban al Grupo Emperador para halagar a los Cellutti o a los Pericuzzio no costeaban el altísimo nivel de vida que embargaba todos los días del Grupo, así que, en resumen, jamás les interesó particularmente esa situación.
- ¿Con quién estuvo esta vez?
-Con su gran amiga, la metilendioximetanfetamina-Marco lo miró, confundido y divertido. Pietro se rio por su expresión.
-Deja de usar palabras inteligentes para que me sienta mal por no entenderlas-Pietro lo miró, sonrió y le dio un leve puñetazo en el hombro.
-Éxtasis, imbécil.
-Voy a defenderme por este insulto-pero, antes de exponer su defensa, miró a Gianfranco, que, evidentemente, estaba bastante excitado por el uso de la droga. Marco casi se ríe; pero no, esperó unos minutos, porque venía en su dirección.
- ¡Mira a quien tenemos aquí!
-Gianfranco, una desgracia verte, te ves bien.
-Siempre me veo bien-Pietro frunció el rostro. Marco sonrió con ironía-Marco, ¿sabes a quién vi ayer?
- ¿A quién, Gianfranco? -preguntó fingiendo interés.
-A Virginia-Marco se tensó, pero procuró que fuera no visible. Virginia, Gigi para sus amigos, había ido de vacaciones a Milán para ver a los amigos que había conocido en Paris. Marco le coqueteaba ocasionalmente, y sus coqueteos eran bien recibidos. Ciertamente, a Marco le gustaba la chica; y tenía demasiadas hormonas volando por su organismo.
-Estoy confundido, ¿qué debo pensar de eso?
-Que alguien tan atractiva esté dando vueltas, tan sola-Marco tuvo una sacudida de asco. Además de la chica que había convertido a Marco en un hombre, era una gran amiga, y, como le pusiera una mano encima, tendrían problemas con los Cellutti por tercera vez en la historia.
- ¿Qué te hace pensar que está sola? -la voz de Ottavio cayó detrás de ellos. Llevaba el morral en la mano y lo arrastraba por el piso como si no tolerara tener que tocarlo.
- ¿Porque llegó sola a la fiesta de Brianna y Brandon de ayer? -tanteó; esos dos imbéciles americanos representaban grandes molestias, pero tenían buenas fiestas.
-No creo tener que darte explicaciones. Gigi está con este Grupo; eres poca cosa para ella. Reclama a otra.
-Estamos cansados de reclamar gente que ustedes quieren-Marco casi sonríe. Sí era cierto que las mujeres que los atraían muchas veces habían pasado antes por las manos de los otros dos grupos, pero, ciertamente, no era algo que importara.
-Tienes tanta razón. ¿Podrías irte? Estás molestando-Gianfranco sonrió.
-Podría irme... ¿sabes quién también está en mi radar ahora? -miraba a Pietro en esta oportunidad.
-Gianfranco, eres insufrible-dijo, pasándose las manos por el rostro.
-Gracias...si quieres a Violeta, apresúrate-Violeta Bianchi era la chica con la que Pietro se había acostado una sola vez.
-Si sabes que no es un objeto que pueda prestarte, ¿verdad? -preguntó Pietro. Ottavio concordaba con él y su expresión se lo confirmó.
-Vamos a suponer que soy consciente-sonrió y se alejó, fingiendo que no estaba drogado. Ottavio se cruzó de brazos y lo observó atentamente conforme de alejaba.
-Es gay.
- ¿Qué? ¿Cómo sabes eso?
-Es gay-sentenció, seguro.
- ¡Marco! -sentenció Santino, fuera de su recuerdo y de su cabeza, zamarreándolo- ¡Vamos, tenemos que bajar!
El aire milanés lo noqueó en cuanto bajó. Se frenó y aspiró fuertemente el olor del otoño propio de septiembre. Miró a Santino, que tenía una mano en el pecho.
- ¿Cómo iremos a ver a los demás? -dijo, preguntándole a su padre, que bajó detrás de ellos.
-No sé, muchachos, ese era su trabajo.
-Tengo el horario de trabajo de Ottavio-sentenció Santino, tomando un papel de su bolsillo-y el de Valentino. Estamos cubiertos.
-En este momento, el amor hacia ti me consume.
-Tenemos un problema-dijo su padre logrando que sus dos hijos lo miraran-
-No me asustes, ¿qué pasó?
-Ottavio y Valentino se fueron.
- ¡A dónde se fueron! -involuntariamente, Santino ya había comenzado a hiperventilar y estaba pálido. Marco le tocó el hombro y lo notó tenso y sudado.
-Santino... ¡Santino, cálmate! ¿Te sientes bien?
-N...no-tomó los antebrazos de Marco y se inclinó.
- ¡Santino! -exclamó Leonor, acercándoseles con sus dos hijos detrás de ella, y Fabrizio sostenía a Chiara en brazos.
-Tranquilo, Santino, respira. Cálmate-dijo su padre, calmándolo; luego, lo sentó en el piso.
-Disculpen-llamó un guardia del aeropuerto-no pueden estar aquí-era la primera persona que les hablaba en el italiano milanés que tanto habían añorado y Marco estaba dispuesto a levantarse y golpearlo.
- ¡Pues deberían traer a alguien para ayudarnos a llevarlo hasta adentro, maldita sea! -Santino lo miró, diciéndole con los ojos que no se preocupara y se levantó, con ayuda de su hermano y su padre.
-Estoy bien, vamos...vamos adentro.
- ¿Te sientes bien? -le preguntó en cuanto lo sentó en el asiento, acuclillado delante de él. Su madre había ido a comprarle una Coca Cola y un dulce, pese a que él había aclarado que no tenía nada que ver con el azúcar.
- ¿Comiste algo en el avión?
-No, no comí nada-respondió, toqueteándose la frente-no comí nada ni en el avión, ni en el desayuno, ni en el aeropuerto, ni en la cena de ayer...y no dormí bien tampoco-Marco suspiró. Su madre lo movió un poco para darle a su hijo lo que le había comprado y él movió a su padre lejos del resto de la familia.
- ¿Por qué vinimos realmente?
- ¿Por qué preguntas?
-Vinimos todos para complacernos a nosotros dos, pero, en realidad, si venías tú solo era exactamente lo mismo, ¿verdad?
-Me asombra que tardaras tanto en verlo, Marco.
-Fue un trabajo conjunto-con Miranda durmiendo en casa con su madre, y Marco tenso por el viaje, Santino lo había estado esperando en la cocina, con un vaso de agua y una copa de vino, diciéndole que algo de ese viaje no le cerraba- ¿qué pasó y por qué no nos lo planteaste?
- ¿Recuerdas los tres chalets que tenían los nonnos? -Marco asintió-Benedetto quiere venderlos, Silvia y yo no queremos, teníamos que venir antes de que lo hiciera...pero ustedes también necesitaban salir de ahí, volver un tiempo, olvidarse de todos los negocios.
- ¿Cómo pretendes que hagamos eso si nuestros amigos no están aquí? De hecho, ¿Giorgio y Ettore están aquí o no?
-Ettore sí, con sus dos hijas. Giorgio está con sus hijos en Dubái, donde Vincenzo consiguió un espacio para un hotel-Marco se pasó la mano por el cabello y lo miró.
-Bien, ¿qué haremos en estas tres semanas? Estamos perdiendo clases y no hay viñas para ir a ver, no hay vinos para producir y no podemos hacer mucho más que eso.
-Vayan a la Galería, compren algo, visiten los bares. Reconéctense con Bernardo.
- ¿Bernardo está aquí?
-Por supuesto que está, ¿no te estoy diciendo que tengo una reunión con mi hermano, Marco?
-Lo entendí, pero no sabía que iba a reencontrarme con primos. Además, ¿Bernardo cuántos años tiene? ¿Hace cuánto que no lo veo?
-Tiene diecisiete.
-Me suena más al territorio de Fabrizio.
-Tampoco tienes treinta años, Marco, por favor-Marco suspiró. La historia de su tío Benedetto realmente era una cosa muy inusual en su familia, o, en general, de cualquiera de las cuatro familias que formaban el Grupo: era el único que no se manejaba en los negocios y, para colmo, que era el mayor sacrilegio, no vivía en Milán. Marco y Santino lo adoraban, eran un gran tipo, muy liberal y diferente al resto de la familia, bastante más estructurada. Tenía tres hijos: Alessandra, la mayor, de veinticinco, bioquímica, quien estaba metida en el negocio farmacéutico manejado por Ettore Santucchio y con quien Marco sí tenía más o menos una buena relación; luego estaba Andrea, de veinticuatro, en el último año de la carrera de arquitectura, nada de negocios, que era homosexual; a su madre le había costado aceptarlo al principio; a su padre, por otro lado, se le hizo una experiencia bastante liberadora y reconectante con la realidad actual de la sociedad. Y luego, venía Bernardo, de diecisiete. Benedetto tenía casi cincuenta años, y había tenido un gran problema con el hermano mayor de Vincenzo D'Alessandro, razón por la que ellos no compartían un Grupo Emperador, descontando el hecho de que el segundo había muerto hacía rato; esos eran detalles que habían ocurrido luego de la disputa familiar: les gustaba la misma mujer. La empresaria florentina Patrizia Lucchi había jugado con ambos hombres. Su mayor problema fue que se había enamorado de Michele D'Alessandro, pero, antes de eso, se había comprometido con Benedetto, porque vivir con él tenía, además del dinero y el lujo, el gran agregado de la seguridad: él no corría el riesgo de ser baleado cada cinco minutos, Michele sí; muy distinto a su hermano menor, él era el matón, no hacía trabajo de inteligencia para la Familia. Se comprometió, lo abandonó varios días antes de la boda y se escapó con Michele, habían vivido en Austria hasta hacia relativamente poco, donde Vincenzo se había enterado que habían tenido dos hijos que Patrizia no quería que las Familias conocieran, y luego, él fue asesinado. Benedetto, luego de seis meses de llorar y sufrir por ella, había conocido a su actual esposa, la madre de sus tres hijos, Flaviana Lorenzo, una romana de corte rechoncho y muy elegante, muy al estilo Di Paolo.
- ¿Debo hacerlo?
-Ni siquiera sabes si tienen cosas en común.
-Asumo que no tenemos muchas-si tenía que ser honesto, la única vez que había sentido que tenía algo en común con Bernardo había sido porque él había dicho que le gustaba el rojo. Simplemente. Para Marco, eso no era concluyente, pero le daría una oportunidad-está bien, ¿cuándo los veremos?
-Ahora mismo.
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Jaque Mate [Completa]
RomanceMiranda comienza otro año escolar. Todo es normal, excepto los nuevos estudiantes. Su novio los detesta, y el mundo parece detenido por los europeos recién llegados. Por su parte, su padre tomó la decisión de escaparle a los recuerdos dolorosos qu...