Luego de dejar a Miranda en su casa, Santino fue a casa de Cameron Bitalli. ¿Por qué? No sabía, pero la pregunta persistía en su mente, repitiéndose incesantemente. Era un suicidio buscar a Giulietta abiertamente en territorio enemigo, pero los contras de ir a verla no estaban del todo presentes; de hecho, en contraste con los pros, estaban tan difuminados que parecía que ni estaban ahí.
Estacionó el auto y esperó pacientemente sentado, viendo el movimiento dentro de la casa, y, ¿para qué negarlo? Preguntándose cuál era su motivación para quedarse ahí si su idea había sido ir a ver cómo estaba Giuli. Revisó el teléfono una vez más, contestó al grupo de sus amigos que Marco estaba bien, preguntó cómo estaba Gio, cómo había salido la cirugía, lo bloqueó, suspiró y bajó. Caminó con cuidado, observó que no había autos cerca y esperó un rato corto hasta que una voz femenina le preguntó quién era. Contestó y la puerta se abrió de forma automática; Tea Bitalli lo esperaba en la puerta.
-Hola...
-Que extraño un Di Paolo por aquí, ¿pasó algo, Santino?
-En realidad... ¿puedo serte honesto? -Tea tragó saliva y asintió-estoy buscando a Giuli-la chica suspiró y asintió, como si entendiera lo que estaba sucediendo-olvidó esto en mi auto ayer-dijo, levantando un tapado blanco. No era de Giuli, pero Tea no pareció notarlo porque lo tomó sin darle una segunda mirada- ¿ella está?
-Ella no...suele salir sin decirnos a dónde va. Me pregunto cómo planea que funcione la convivencia para protegerla si sale sin decirnos nada. Doy por sentado que está con alguno de ustedes, por supuesto, pero...en este caso no. Debe estar con este chico...-fingió de forma bastante clara pensar el nombre que parecía escaparse de sus recuerdos-Jackson-sentenció finalmente, rascándose la mejilla-suele salir a encontrarse con él-Santino asintió una vez, secamente.
-Bueno, ¿podrías decirle que pasé a verla?
-Por supuesto...y le daré el tapado.
-Gracias-le dio un beso de mejilla a mejilla y se fue. Ciertamente no sabía realmente qué esperaba conseguir con esa visita, pero, lo que fuera, no quedó satisfecho.-----------------------------------------
Giulietta estaba cansada de esta situación, pero, como se quejara con algún comentario mordaz o irónico, su hermana apretaba más el cuchillo contra su cuello y ¡adiós, Giulietta! Y ella realmente no quería que eso pasara, por lo que se mantuvo callada mientras Gabriela le cantaba las cuarenta.
- ¿Lo tocaste? ¡Contéstame, zorra! ¿Lo tocaste? -Giulietta tragó saliva. Por supuesto, sabía que le estaba hablando de Santino; cualquier dolor, molestia o inconsciencia no era suficiente para que ella no distinguiera que le hablaban del milanés más atractivo e inteligente que conocía.
- ¡No, no! No hice nada con él, para, por favor-sentía el frío colarse entre las capas de ropa abierta, el miedo apretar su corazón hasta exprimir la sangre que tuviera dentro y la tensión presionando sus pulmones. Estiró la cabeza hacia arriba y Gabriela le apretó más el cuello.
-Son unas bonitas perlas...no te las mereces-con un corte limpio, cortó el collar. En su primer instinto, Giulietta se movió para juntar las perlas que saltaban de lado a lado a su alrededor, pero su hermana no la dejó. A pesar del frío que le atenazaba el estómago desnudo, dado que Gabriela literalmente había rasgado su camisa y su sweater dejándola en ropa interior, no se había sentido totalmente desnuda hasta que el collar la abandonó. Jamás había sentido la garganta tan cerrada, los ojos tan pesados, las piernas tan flojas, los pulmones tan negados a trabajar...estaba perdiendo la consciencia-voy a preguntártelo de nuevo, maldita engreída-dijo luego de haberla abofeteado- ¿lo tocaste?
-No...no.
- ¡¿Te acostaste con Santino?!
- ¡No, no me acosté con él! Déjame, Gab...Gabriela, por favor. Déjame.
-Te lo estoy avisando-apretó el cuchillo sobre el estómago y presionó. Giulietta lanzó un grito ahogado cuando el dolor le recorrió las extremidades, los órganos. Frío, calor, dolor e indignación se debatían en su cuerpo, sin darle descanso. No podía procesar qué le pasaba, pero sabía que tenía el estómago abierto, que la sangre la recorría enteramente y que el aire estaba dejándola a merced de la nada misma.
- ¡Giulietta! -ese grito liberó momentáneamente el aire de sus pulmones. Gabriela se tensó.
- ¡Escapa, es lo que haces mejor! -su hermana desapareció delante de su rostro. Giulietta intentaba controlar cada órgano de su cuerpo, cada vaso sanguíneo, cada estructura, trataba de llenar el suministro de oxígeno. No le funcionaba nada las piernas no le respondían la sangre le manchaba los dedos y las lágrimas se le mezclaban con la saliva. Santino se dejó caer delante de ella.
- ¿Qué...? -se detuvo porque entendió que perdía el tiempo mientras hablaba. Miró su herida y un millón de cosas que debería hacer le pasaron por la mente. Giulietta respiraba con pesadez, dejó caer la cabeza sobre la pared y apoyó la mano sobre la herida, se la llevó hacia el rostro y el pánico le inundó las facciones. Parecía querer hablar, pero Santino no la dejó; procuraba mantener la calma para ella, por ella, aunque su interior estuviera gritando y colapsando-tranquila, tranquila-se quitó el cinturón y lo apretó alrededor de la herida para detener la hemorragia-Te llevo al hospital-intentó ayudarla, pero Giulietta le negó el contacto.
-No...no, Sant...alé...aléjate de mí-él no pensaba dejarla así, menos en ese estado. Santino no sabía cómo reaccionar, no del todo.
-Giulietta, tienes que ir al hospital. No te estoy preguntando maldita sea-ella perdió momentáneamente el conocimiento. Él no le permitió quejarse, la tomó de los brazos, le cerró el tapado sobre el cuerpo y la llevó hasta el auto.
Condujo con una velocidad que sobrepasaba por mucho el límite establecido, pero llegó hasta el hospital. Giulietta se miraba la herida, intentando entender de dónde salía, parecía no comprender por qué estaba herida en un principio. La respiración se mezclaba con los sollozos, no dejaba que Santino emitiera pensamientos coherentes, más que llevarla a destino.
-Ven, Giuli, vamos-se bajó del auto, la tomó a ella en brazos y entró, desesperado. No gritó como normalmente habría hecho porque una enfermera lo vio llegar-tiene una herida abierta, necesito que alguien la atienda-ella le dio una mirada rápida.
-Tranquilo. No va a desangrarse-Santino quería gritarle que ya sabía eso, pero que no hacía mucha diferencia en su desesperación-llévela a la habitación de ahí, luego pasaré a tomarle los datos. El médica irá en un segundo.
- ¿Puedo limpiarle la herida? -inquirió, ya caminando, prácticamente corriendo, hacia la sala que ella le había señalado.
-Sí, si sabe sí-Santino la metió en la sala y la recostó en la camilla. Ella le tomó la camisa. Hizo todo lo más despacio posible. La herida era inmensa y escapaba a su entendimiento cómo es que Giulietta se mantenía tan cuerda; le estrujó el corazón entender que estaba acostumbrada.
-Tranquila, Giuli. Te curaré la herida y estarás bien, ¿de acuerdo? -ella tragó saliva, movió el rostro hacia el otro lado y asintió. Estaba pálida y no reaccionaba demasiado, pero al menos el flujo de sangre no era tanto. Santino buscó con desesperación en el níveo blanco de la habitación, cualquier cosa que resaltara y vio el botiquín en la pared. Tomó agua oxigenada y algodón. Se acercó, la rodeó con los brazos; tenía la boca en su oído cuando le dijo:
-Tranquila, Giuli-la sentó, la sostuvo erguida mientras le quitaba el tapado, la volvió a recostar y le levantó la camisa. Cuando le quitó el cinturón provisorio, Giulietta tensó el abdomen, dejó escapar el aire y apretó la mano alrededor del colchón de la camilla-es grande, Giuli, va a arder-ella apretó los ojos, metió sus labios dentro de su boca, sollozó y asintió. Él comenzó la labor de limpiar la zona. Cada centímetro que limpiaba era un centímetro que soplaba, tratando de aliviarle el dolor. Consideró que estaba terminada y se enderezó. Giulietta estaba tensa, dolorida, molesta...pero la herida estaba limpia y ya no sangraba-Giuli... ¿te duele? -ella no había abierto los ojos pero las lágrimas seguían cayendo por su rostro; asintió ante la pregunta. Santino suspiró. Ella abrió los ojos, llorosos. Tenía una mueca dolorida en el rostro, respiraba con dificultad y la expresión se acrecentaba conforme inhalaba y exhalaba.
-Hola, buenas tardes-saludó el doctor, apareciendo por la puerta-herida para suturar, aparentemente-dijo, sin mucho más esfuerzo. Santino podría haberlo matado, pero lamentablemente, Giulietta necesitaba a alguien que supiera suturar, y ese no era él.
-Se tardó bastante-avisó. El doctor lo ignoró y se sentó al lado de Giulietta.
-Señorita, ¿se siente bien? -ella negó. Él tomó un aparato y lo apretó en el brazo de ella, midiéndole la presión-tienes la presión alta, lo que no es extraño. Voy a suturar, ¿de acuerdo? -se levantó y salió de la sala. Santino se quedó mirando el lugar por donde había salido; aunque quería golpearlo, lo había tranquilizado que, a pesar de lo grande y profundo de la herida, no ameritara cirugía.
-Realmente hay gente insensible-Giulietta le tocó el muslo, y él la miró; estaba tocando a ciegas, pero le extendía la mano para que la tomara. Estaba asustada. Santino la tomó, entrelazó sus dedos y se sentó en el banco ajustable y bajando la estatura para quedarse al lado de su oído-tranquila, Giuli, estoy aquí contigo-ella tragó saliva, abrió los ojos y lo miró. Él sonrió, dándole ánimos. Le acarició la parte de arriba de la cabeza, el cabello y la frente.
El médico entró con una enfermera.
-Bien, vamos a suturar-todo el trayecto se pasó rápido; primero le inyectaron anestesia unas cuantas veces; de todas maneras, Giulietta le apretó la mano en siete ocasiones. Luego, el médico le vendó todo el estómago-ya está. Como nueva-Santino lo miró con una ceja enarcada y una mueca de disgusto en el rostro y el tipo se retractó-estoy seguro que me entendió. Señorita, no puede mojar la zona durante cuarenta y ocho horas; pasado ese tiempo, no lave directamente los puntos tampoco. La venda no se cambia, la dejo ahora por dos horas, luego la quita y ya está. Si le duele, tome un analgésico. En un par de semanas le quitaré los puntos-Giulietta asintió y trató de enderezarse. Santino la ayudó. El médico les dio tiempo a salir.
-Mi...el tapado-él lo tomó mientras ella se cubría el estómago con la camisa rota, se apretó el sweater y tomó el abrigo que le tendió. Ella salió, se despidió del doctor y se alejó por el pasillo. Santino la siguió luego de un apretón de manos al médico.
- ¿Qué pasó? -Giulietta no contestó. Él la tomó del brazo y la detuvo-Giuli, por favor. Habla conmigo-ella lagrimeaba, de nuevo.
-Cree... ¡la muy maldita cree que me acosté contigo! -Santino miró a los costados cuando notó que el hecho de que ella hubiera levantado la voz había atraído la atención de la gente presente; los miró muy fijamente durante dos segundos hasta que descubrieron que estaban actuando muy en contra de lo que deberían hacer: no meterse en asuntos ajenos.
- ¿Por qué cree eso?
- ¡Porque está loca, Santino, por eso! -él la detuvo.
-Tranquila, tranquila, está bien-le tomó los brazos de nuevo y la abrazó. Ella se devanó llorando en su sweater azul- ¿quieres café? -ella negó- ¿agua, un jugo, un sándwich? Cualquier cosa, Giuli, lo que sea-ella volvió a negar-entonces, ¿fue por mí? -ella lo soltó y lo miró.
-Está loca, Santino. De todas, ¿por qué tenía que ser ella? -podría haberle contestado que no les hacía exámenes mentales a las mujeres antes de acostarse con ellas, pero lo evitó porque ella normalmente no haría comentarios así, sino que simplemente estaba totalmente ida.
-Giuli, vamos a la cafetería. Está en el tercer piso, te sientas, y tomas algo, ¿de acuerdo? -ella asintió.
El rubio le pidió que espere mientras llamaba a Marco, ella lo hizo.
- ¿Qué tienes? -inquirió cuando el tono en la voz de su hermano ameritó la pregunta.
-Ven al hospital.
-No me asustes, ¿qué te pasó? ¿Qué tienes?
-No soy yo, es Giuli-si esto había pasado por Gabriela, se encargaría de mantenerlas alejadas, lo más posible. Luego de las indicaciones pertinentes, Marco llegó al hospital.
- ¿Qué pasó?
-Gabriela pasó-afirmó-necesito que llevas a Giuli a casa. Por el estacionamiento, haz todo lo más escondido posible-Marco acató las órdenes totalmente-Marco, cuídala-pidió en la ventanilla del pasajero, mirándolo, su hermano asintió; Santino tomó el cinturón de seguridad, se lo estiró, Marco lo tomó y se lo puso con cuidado de no apretarla. Santino miró a Giulietta y le sonrió levemente-estarás bien, ¿de acuerdo? Ve a casa, Marco-él asintió. Ella lo miró una última vez antes de cerrar la ventana polarizada frente a su rostro.
Él pintó en su rostro una sonrisa que no sentía mientras tomaba el teléfono y fingía hablar con alguien. Salió del hospital, fingiendo la risa, y se subió a su auto; se detuvo unos cuantos segundos, siguiendo la actuación, y luego fingió cortar. Creía que había actuado más en esos tres minutos que en toda su vida. Vio a Gabriela, la notó observándolo, desde lejos, a la distancia, detrás de un árbol. Suspiró. Prendió el auto y puso rumbo a su casa.
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Jaque Mate [Completa]
RomanceMiranda comienza otro año escolar. Todo es normal, excepto los nuevos estudiantes. Su novio los detesta, y el mundo parece detenido por los europeos recién llegados. Por su parte, su padre tomó la decisión de escaparle a los recuerdos dolorosos qu...