Cameron mordió la manzana y su jugo le resbaló por la barbilla. Estaba de muy mal humor.
Era el primer día de su ante último año en White Pacific y sabía que iban a terminar arruinándoselo; el día y el año. Que los Di Paolo llegaran desde Milán no era el problema, no, el problema real era la fama con la que llegaban. Los había visto en un evento durante el verano; había sido distinto porque su padre había pasado toda la velada con la mandíbula apretada y la cara oculta detrás de una copa de champagne, nada parecido a su recurrente estado carismático y comprador.
Desconocía detalles de la vida de su padre cuando era joven, pero sabía que eso tenía que ver con la madre de los Di Paolo, Leonor Bartolini. Para Cameron, ella era una mujer despampanante y hermosa, que llevaba sin desprecio y con mucho orgullo las arrugas que le recorrían el rostro...no, ella no era algo que realmente le llamara la atención y desconocía la razón por la que su padre estaba tan empecinado en que ella no lo viera...tal vez no era ella, era él. Su marido. El imponente Vittorio Di Paolo, un hombre de unos cuarenta años; todo un hombre de negocios. Lucía trajes de firma, de seda, de colores apagados que resaltaban su cabello castaño y su fuerte figura; tal vez, él preocupaba a su padre, o le generaba odio; Cameron no estaba del todo seguro, por lo que él sabía, eran sólo negocios; los viñedos de su padre en Italia habían perdido tanto gracias a ellos y sus emprendimientos corporativos que mejoraban considerablemente la calidad del vino.
Cameron sabía que una relación con ellos, de amigos o de lo que fuera, estaba totalmente prohibida, y tener a uno de sus hijos en el mismo salón no los hacía amigos.
- ¡Loana! -gritó uno de sus amigos más cercanos. Todos los estudiantes de la modalidad "Administración de Organizaciones", ADO, como lo llamaban ellos, estaban en ese espacio, esperando entrar a clases, y, dado que no se llevaban bien con ellas, estaban alejados de las otras modalidades: Ciencias Exactas y Ciencias Políticas. La hermosa chica se volteó y sonrió al grupo: a Cameron que estaba sentado sobre la mesa, a Kazimir, que se había sentado como un ser humano normal, en el banco alargado, y a Noel, que tenía el trasero apoyado contra la madera.
-Cameron, ¿no te enseñaron a sentarte? -él sonrió con ironía a la pelirroja.
-Me enseñaron muchas cosas, y una de ellas es que puedo sentarme como quiera-ella le golpeó con suavidad el costado de la cabeza y miró a Noel, que la había llamado.
- ¿Qué chismes tienes? -preguntó el chico.
-Por el momento, sé que vienen chicos nuevos, uno de ellos está con nosotros.
- ¿Entra un nuevo chico? -preguntó Kaz, remarcando excesivamente la r; no podía ocultar la consternación de su rostro- ¿ahora?
-Recién llegados de Milán.
- ¿De la misma escuela? -no es como si las nacionalidades variadas no fueran algo común, Kaz era ruso, él era italiano, Mary era inglesa y había otros tantos de todos lados, pero ellos eran diferentes para Cameron.
-La misma. La prima de Marena dijo que eran conocidos por hacer desastres; los profesores más estrictos no les tenían una alta estima-Cameron tampoco.
Eran desconocidos para él. Eran forasteros. Eran del Grupo Emperador.
Y, para colmo, eran Di Paolo.
Estaba predestinado que no se llevarían bien bajo ningún concepto.
Un Camaro negro le llamó la atención. Supuso que, por la repentina excitación que recorrió a sus compañeras de curso, que estaban en el equipo de animadoras, esos eran los recién llegados. El rubio bajó primero, el chico al que Cameron conocía como Santino, de dieciséis: tenía la camisa arremangada, gafas de sol, el pantalón proporcionando un toque masculino a sus piernas y el bolso sobre la cadera. Caminaba como si fuera el tipo más hermoso del planeta y lo supiera, pero no quisiera mostrarlo del todo; con un deje dulce y un atrevimiento infantil muy ensayado en contrapunto con un atractivo y poder poco presumido al mismo tiempo; era como las dos caras de la misma moneda en una sola persona. Cameron sabía que esos eran, intelectualmente, los peores. Se pasó la correa sobre la cabeza, se lo cruzó; se acercó de nuevo al auto, corrió el asiento hacia adelante para que bajaran los gemelos, que eran una chica y un chico. Cameron conocía sus nombres también: Brina y Fabrizio. Una chica delgada y pequeña, sin mucho que destacar, salvo una gran capacidad para irradiar buena energía, con una cámara colgada al cuello. El cabello color caramelo le caía con suavidad por la espalda y llevaba el uniforme algo más presentable que la mayoría. El chico exudaba carisma. Era simpático, sonreía y llamaba la atención. Se adelantaron y esperaron a su hermano mayor, que parecía reacio a salir del auto. El rubio se acercó a la ventanilla del conductor y habló con él. Su hermano parecía incluso más dispuesto a quedarse en su lugar. Santino entonces palmeó los bordes de la ventanilla y se alejó, dándole espacio a su hermano para bajar. El mayor, a quien Cameron recordaba como Marco, en contraste a su hermano, bajó como quien es dueño del suelo que acaba de pisar. Se colocó el blazer color azul real sobre el cuerpo y se recogió las dos mangas que le cubrían los brazos; el derecho estaba explotando tatuajes por todos lados. Cameron debía admitir que el uniforme le quedaba bastante bien. Resaltaban dentro del grupo de alumnos.
Marco miró la escuela con cuidado detrás de sus gafas de sol y miró a Santino, quien asintió. Eran dos personas visualmente tan distintas, de actitudes tan distintas: Marco era poderoso y encontraba cierto atractivo en que se notara; Santino, por su parte, prefería lucirlo con elegancia.
-Ya llamaron la atención de Savannah.
-Es nuestra representante y él estará con nosotros, tiene que mostrarle la escuela-Marco la vio acercarse, se quitó las gafas y esbozó una sonrisa compradora.
- ¿Mia? -la rubia que era la mejor amiga de Savannah, estaba mirándolo como si fuera la cosa más maravillosa que alguna vez sus ojos habían tenido el placer de transmitir. Estaba...había quedado estúpida al verlo; Cameron no dedujo con facilidad quién la había encandilado porque alternaba la visión entre Marco y Santino.
-Es bueno-comentó Kaz, sin haber visto a Mia.
- ¿Cómo sabes eso? Ni siquiera le hablaste.
-Amigo, tiene un Camaro, es de Milán y tiene estilo. Es el paquete completo-Loana asintió con efusividad. Cameron le tocó el hombro a Mia y ella reaccionó nuevamente.
-Tiene una bella sonrisa-comentó, masticando un pastelito-es comprador y tiene confianza. Agrega eso a tu paquete-dijo, mirando a Kaz.
-Que mal sonó eso-Mia se rio.
-Eres asqueroso.
- ¡Viene de Milán! -exclamó Mary, contenta, chocando ambas manos-puede ayudarnos con la preparación de las sudaderas del año que viene.
- ¿De qué estás hablando? -preguntó Cameron, dudoso. La chica lo miró como si fuera estúpido.
-El año que viene es nuestro último año, y Administración de Organizaciones tiene su propia sudadera-dijo, como si no pudiera creer que tenía que recordárselo-al igual que Ciencias Exactas y los chicos de Política. ¡Sabes eso, Cameron! -él recordaba que, en el grupo de mensajería instantánea que usaban para comunicarse todos los chicos dentro del mismo salón y de la misma modalidad, ya habían comenzado a emocionarse con los colores de la sudadera especial que usarían el año siguiente. Cameron no veía por qué el recién llegado servía para eso; no creía que en Milán las cosas fueran así.
-Eso lo sé, Mary. Aún ni siquiera comenzamos las votaciones del color, ¿qué tiene que ver él?
-Es de Milán, una de las capitales de la moda. Sabe de telas, de colores, de originalidad...-estaba emocionada y se sentía a la legua- ¿qué nombre vas a ponerte, Cam? -él la miró y fingió pensarlo.
-Cameron-ella frunció la nariz.
- ¡Que horror!
- ¿Cam te gusta más? -ella sonrió, divertida.
-Si.
-Entonces Cam será.
Loana se volvió hacia Cameron y le puso una mano en el hombro, porque, evidentemente, había algo que le importaba más que la sudadera con nombres que usarían el último año.
-Yo que tú, cuido a Miranda de Santino; estará con ella, y según la prima de Mare, tenían...-hizo un gesto con las manos indicando que tenían peso, que eran famosos. Que la gente sabía quiénes eran.
Él no necesitaba que nadie más se lo aclarara.
- ¿Qué hora es?
-Las siete y dieciséis-dijo, luego de mirar su reloj. Cameron se bajó de la mesa y le dio un beso en la frente. Se alejó a buscar a su hermana y a Miranda.
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Jaque Mate [Completa]
RomanceMiranda comienza otro año escolar. Todo es normal, excepto los nuevos estudiantes. Su novio los detesta, y el mundo parece detenido por los europeos recién llegados. Por su parte, su padre tomó la decisión de escaparle a los recuerdos dolorosos qu...