.Postfazione.

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Dieciséis años antes.
Milán, Italia.

Vitto miró a través de la ventana hacia la nieve que cubría Milán.
Era navidad.
Se suponía que tenía que ver un proveedor antes de por dedicarse enteramente al grupo de gente reunida en su casa, pero realmente tenía la cabeza distante, queriendo concentrarse en la segunda cosa y no en la primera. En sus cuatro hijos, las cuatro pequeñas personas que marcaban su ritmo de vida ahora que las tenía.
Tomó un sorbo del vino blanco y se apoyó en la ventana.
- ¿Vitto? -inquirió Leonor entrando en su habitación. Se sostuvo del gran poste que sostenía el dosel de la cama y lo miró. Apoyó la cabeza en él y su mirada se intensificó- ¿estás bien?
-Estoy...estoy bien. Estaba pensando en la boda.
- ¿Nuestra? -él negó. Había pensado en los pequeños Marco y Santino, correteando en su boda en sus pequeños trajecitos, con sus amigos, del mismo tamaño aproximado. Vitto jamás se había sentido tan completo; cierto, no era el caso actual porque no pensaba en su boda particularmente, sino en la de Luca Bitalli, que se había casado dos años antes que él, y ya tenía dos hijos. Realmente, era un maldito imbécil y no lamentaba absolutamente nada de lo que le había arrebatado; según él, si no había sido suficientemente hombre como para mantenerlo, no lo merecía. Menos a alguien como la mujer que ahora apoyaba sus manos detrás de sus omóplatos-me gustaría que no pensaras en eso, o en él.
-Me gustaría intentarlo; no me sale, honestamente-Leonor apoyó la barbilla en su hombro y le rodeó la cintura con los brazos.
- ¿Por qué piensas tanto en él? -Vitto sonrió.
-Gané todo lo que me pusieron en frente, Leonor, todo. Pienso en él porque me recuerda que tengo todo por lo que luché durante dos años-sintió a su esposa sonreír cerca suyo. La puerta se abrió y seis pequeños niños en trajes comenzaron a corretear de un lado al otro.
-Deberíamos bajar. Están haciendo un escándalo porque quieren el primer plato. Ya nos perdimos la entrada-Vitto sonrió. Tomó a Marco y a Giovanni, que pasaron corriendo cerca de él.
-No, no, no, ¿a dónde creen que van? ¡Vengan aquí! -correteó por la habitación zamarreándolos, mientras los dos niños exhibían sus adorables risitas infantiles. Terminó bajando con Leonor detrás de él, que sostenía a Santino en brazos, a Valentino a su mano, con Pietro y Ottavio, las dos bestias, caminando, siguiéndola.
Los cuatro niños se quedaron parados y Marco y Giovanni por poco se le caen por haberse arrojado violentamente hacia el suelo en su intento de ir hacia los amigos que los esperaban pacientemente, mirándolos. Era claro que los esperaban.
Vitto se sumó a la mesa de los adultos, donde sus tres amigos, sus tres partes, lo esperaban, bebiendo whisky, impacientes por el harinoso primer plato.
- ¿Qué tal estás? -preguntó Cenzo, mirándolo perdido.
-Míralos, Cenzo-los cuatro se entretuvieron viendo a los seis niños, que buscaban a sus madres para comer-son nuestros, ¿entiendes eso? Hijos. Nuestros-Giorgio sonrió. Ettore bebió un sorbo, no concordando dado que todavía no tenía hijos propios. Cenzo le palmeó el hombro.
-Son nuestros-sentenció, mirando a Silvia con cariño, que sostenía a Giovanni en su regazo. Tuvo una sacudida de emoción.

Ellos eran sus herederos: los Emperadores del mañana, las Reinas del futuro.

Su jaque mate definitivo.


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Jaque Mate [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora