.Capitolo Dieci.

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Miranda despertó en la casa de su hermana, molesta, lo que se había convertido en su estado de ánimo habitual.
- ¿Estás bien? -preguntó Nadia, su media hermana, acercándose con una bandeja con una taza y tostadas encima.
-Estoy como puedo; gracias por dejar que me quede hoy.
-No digas estupideces, eres bienvenida cuantas veces quieras.
-Entiendo que tú también estás pasándola mal-Nadia hacía cinco años que salía con el mismo hombre, un prometedor médico que vivía a la sombra de su padre: un médico cirujano muy conocido en su ciudad, y acababa de dejarla, mientras ella estaba de viaje.
- ¿Qué crees? No voy a deprimirme por un infeliz-Miranda sonrió y asintió una vez, contenta con eso.
-Ojalá tuviera esa resolución de no querer deprimirme.
-Creo que dejé la presencia tóxica de mamá a tiempo para que no me afectara a mí.
-No lo sé, Nadia. Tu no la viste ayer. Estaba enloquecida. No entiendo qué hizo Marco que la molestó tanto.
-Tal vez es por su aura-Miranda la miró, curiosa y divertida.
- ¿Tu viaje fue, de casualidad, un viaje astral? -Nadia se rio.
-No, pero...me refiero a que jamás vi a Marco Di Paolo y sé que, a pesar de tener dieciocho, es todo un hombre.
-Santino es igual-dijo, tomando otro sorbo del café con leche.
-Creo que mamá simplemente tiene miedo de que mezcles el despecho por el engaño de Cameron con una persona tan atractiva como Marco.
-Pero, ¿no me conoce suficiente? ¿No sabe que no soy así?
-Una mujer despechada hace muchas cosas que piensa que jamás va a hacer.
- ¿Cuál sería el punto? No podría ni ver a la cara de Marco y, para colmo, tendría que ir difundiéndolo por ahí para que Cameron lo oyera. Es una idiotez.
-Pero mamá no piensa bien desde su segundo divorcio. Jamás fue una mujer muy lúcida, ¿sabes? Pero antes tenía idea de qué demonios estaba haciendo, ahora ni eso.
- ¿Qué crees que le haya pasado?
-No lo sé, Miri, pero, lo que sea, podría tener que ver con los Di Paolo.
- ¿Crees que, no lo sé, la habrán contratado para un evento y luego le cancelaron? -Nadia se rio. Su madre organizaba eventos de alta gama. Era muy buena en su trabajo y le prestaba más atención que a sus hijas.
-Puede ser. O puede que, en algún evento, le rompieran una copa de cristal. Eso sería suficiente para que mamá los odie-Miranda asintió, mordiendo una tostada.
-Mamá está loca.
-Tú llegaste a mi casa a las nueve y media de la noche, Miri, creo que tú también estás loca.
-No lo entiendo, Nadia. ¿Qué hice para que Bianca me odiara tanto? Entiendo, siempre fue caprichosa y siempre quiso lo que yo tenía, pero... ¿mi novio? Eso es excesivo, incluso para ella. Primero se acuesta con mi novio, luego le dice a las Santana que nos acostamos y que fui un desastre, y, luego, no deja que mamá me deje salir con los Di Paolo. ¿Cuál es su propósito? ¿Qué quiere de mí?
-Tu vida, Miri. Quiere tu vida-luego se levantó momentáneamente-no dejes que la tenga.

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Giulietta se bajó del auto y vio a sus primos pasar por su lado. Supo, en ese preciso momento, que estaba sola. Suspiró, toqueteó el collar de perlas para llenarse de ánimo y puso su mejor expresión: los ojos compradores, la sonrisa carismática y la actitud de ganadora. Se adentró en la escuela y buscó con la mirada a Miranda, quien dijo que estaría esperándola.
- ¡Hola! -dijo Miranda.
- ¡Hola! -contestó, abrazándola- ¿por qué no viniste ayer?
-Me dijeron que tú tampoco viniste. Pregunté que cómo te había ido y me dijeron...-se llevó una mano a la oreja, fingiendo tener un teléfono-... "¿quién?" -Giulietta le bajó la mano y la miró.
-No venías, ¿por qué iba a venir yo?
-Uh, ¿porque tienes que ir a clases?
-Díselo a mi padre. No sabe ni en qué escuela me matriculó-Miranda perdió la sonrisa que había tenido hasta el momento.
-Creo que perdí un pulmón-Giulietta reconocía la voz del halagado amante de su hermana.
- ¿Crees? -preguntó Miranda, divertida.
-No lo sé, jamás he caminado tanto-dijo, molesto, hacia su hermano.
-En defensa mía, era el único lugar donde mi auto no corría riesgo de ser violentamente golpeado, muchas gracias. Cuando tengas el tuyo, veremos qué haces. Con el mío, decido yo-Giulietta finalmente carraspeó, dando a conocer que estaba ahí, parada. Santino y Marco Di Paolo la miraron.
-Gracias al cielo se callaron-comentó Miranda, divertida-Marco, Santino ella es Giulietta Bitalli.
Santino no quitaba sus ojos de ella, mediando entre la sorpresa y la curiosidad.
-Marco, hola-presentó, tendiéndole la mano, seguro. Tenía un apretón fuerte y una mano suave; unos profundos ojos verdes y una sonrisa bonita y atractiva, Giulietta le concedía que se parecía a lo que las chicas de Milán habían presentado.
Santino, por su lado, era más reservado, lo que ella, a su vez, consideraba más atractivo.
-Santino, hola-ella sonrió con diversión.
-Giulietta, un placer-dijo, tomándole la mano que él había estirado hacia ella. Consideró su apretón de manos, más que como una simple presentación, como si estuvieran guardando un secreto terrible que conllevaba parte de la seguridad nacional, y le agradó saber que tenía eso con alguien, aunque con Santino sólo tuviera a su hermana de por medio. A su hermana, la desquiciada.
-Ven conmigo, tenemos...física-luego se volteó hacia el mayor, que llevaba el blazer escolar sobre el brazo y la camisa arremangada-tienes que ayudarme con física, soy soberanamente mala.
-Tú dime cuándo-Miranda sonrió y tomó del brazo a Giulietta, algo extrañamente personal en lo que a ella respectaba, pero luego notó que hacía eso con todos, dado que lo hizo con Santino también.
El profesor le sonrió cuando la vio.
- ¡Señorita Bitalli! Veo que, por una vez, esta escuela me da lo que pido-ella asintió, halagada. Luego de eso, la presentó. Giulietta hizo una imagen panorámica de todo el salón: los chicos que se creían dueños del mundo al final de la fila más alejada de la puerta, las chicas que pretendían ser perfectas, en el medio, distribuidas a lo largo de las cuatro filas; a su prima ahí, sentada, mirándola, detrás de Miranda y Santino. Y luego, los chicos divertidos e inteligentes, donde entraban quienes la habían recibido ese día, en la fila al lado de la puerta. Giulietta hizo un leve asentimiento a todos los chicos del salón y luego se sentó al lado de su prima-señorita Bitalli, ¿tiene idea de qué estamos viendo?
-Honestamente estoy un poco perdida-el profesor miró a Tea acusatoriamente.
-Estamos viendo campo magnético-Giulietta sonrió y se recostó en el asiento. El regordete profesor claramente estaba contento con la sonrisa de la chica.
-Me gusta el tema-el profesor sonrió.
-Pues bien, ¿qué cree del campo magnético?
-Creo que, eso y la gravedad, es la razón por la que todo pasa en el Universo. No cualquier cosa tiene la capacidad de penetrar en el espacio vacío con tanta eficacia como el magnetismo.
- ¿Cree en la teoría de cuerdas, señorita Bitalli?
-Me faltan datos para creer en la teoría de cuerdas, señor. Me faltan...pruebas.
-Si no podemos someterlo a prueba-comentó el profesor, emocionado de que Giulietta supiera de qué le hablaba-no es ciencia, es filosofía-Giulietta sonrió.
-Es así-dijo, fascinada con la conversación.
-Bien, señorita Bitalli, tengo un prodigio frente a mí-ella sonrió, narcisista y agradecida a la vez.
-Espero.
Inevitablemente, los últimos cinco minutos de clases volvieron a irse con la maldita votación y Miranda aprovechó para explicarle el tema "sudadera" a Giulietta.
Al salir, Miranda llevaba sus carpetas con ella en los brazos cuando la esperó con Santino al salir del salón.
- ¡Eres un as en física! -ella se rio.
-No diría que soy un as, pero sí, soy buena-Santino la miró, divertido.
- ¿Está en ti ser narcisista o sólo a veces?
-Me divierte ver las reacciones de las personas. De todas formas, necesito prepararme. Si quiero aprobar los exámenes de física, debo sentarme a estudiar, y hay cosas que no entiendo, no es como otras asignaturas. Hay algunas que las paso sin pestañear.
- ¿Cómo cuáles? -preguntó Miranda, esquivando a un chico.
-Política, sociedad, administración. Química y matemática. Cosas del estilo.
-Eres una nerd-por el tono que usó, ella juraría que a él le daba ternura. Santino saludó a un grupo de personas al pasar por su lado e hizo una leve reverencia hacia un grupo de chicas, que lo saludaron con mucha delicadeza. Giulietta casi se rio por lo desesperado de sus acciones.
-Lo soy-sentenció, divertida-ese grupo te tenía ganas-comentó, mirándolas. Santino sonrió y se pasó una mano por el cabello.
-Todas les tienen ganas-dijo Miranda, saludando a otra persona.
-Es el acento-sentenció Santino, divertido. La cafetería era una locura de personas en ese receso de veinte minutos. Marco, el Di Paolo que faltaba, estaba en una esquina, con un grupo de chicos, pero se despidió y se acercó hacia ellos en cuanto divisó a Miranda. Para Giulietta, estaba clara la situación. Para Miranda, parecía ser que no.
- ¿Qué tal física? -le preguntó directamente a ella.
-No fue tanto un parto. Giuli aquí-dijo, señalándola-es soberanamente buena en física.
- ¿Eso quiere decir que vas a suplantarme como profesor?
-Nadie dijo eso, tarado-respondió, divertida. Giulietta frunció el rostro, divertida y extrañada ante la situación. Recordaba cuando había llegado a White Pacific en Milán: los habían nombrado sin parar. El Grupo Emperador, le decían. Un grupo de seis adolescentes, tres propensos a las relaciones casuales y tres que no lo eran. Dos que eran malditamente inseparables y cuatro que correspondían esa relación de amor puro entre hermanos. Dueños de abultadas cuentas en el banco, autos caros y sonrisas compradoras. A grandes rasgos, lo que veía era más de lo que esperaba. Santino era más comprador y carismático de lo que habían dicho y Marco era más llamativo de lo que ella había predicho. El grupo para nada comentado era el grupo que respondía al título de pareja de cualquiera de ellos; sus amigas ahí le contaron toda la historia de los seis miembros del grupo de forma que no había nada que pudiera sorprenderla, no realmente.
-Creo que a esta hora mi cerebro comienza a procesar oxígeno-comentó la chica de facciones suaves y ojos grandes.
-Briz, ella es Giulietta-presentó Santino.
- ¡Oh, lo siento! -dijo, y se acercó efusivamente a saludarla-Brina, encantada-saludó, dándole dos besos, uno en cada mejilla.
- ¿Di Paolo? -preguntó, respondiéndole.
-Lamentablemente-comentó, divertida. Santino la miró, fingiendo indignación.
-Pregunto porque...me falta uno de ustedes. ¿Tu gemelo?
-Fabrizio-respondió la chica-está...ahí está-dijo, señalando la puerta de la cafetería.
No le fue difícil distinguirlo: tenía el mismo rostro que su hermana, pero era notoriamente del sexo masculino. Tenía el brazo alrededor de la cintura de una chica pelinegra de ojos amatista que era parecida a su capitana en el equipo de hockey. Le dio un beso en la comisura de los labios y Miranda hizo un sonido de ternura.
-Son tiernos-comentó cuando el chico se acercó a su grupo. Fabrizio no pareció notar que le estaban hablando, porque estaba prendado viendo a la que Giulietta consideró su novia. En respuesta, él recostó la cabeza en el hombro de Miranda y suspiró muy tiernamente. Miranda se rio y amagó con la mano hacia ella, señalándola-ella es Giuli, Fabri.
- ¿Uh? Hola-dijo, reaccionando ante su presencia. Ella sonrió.
-Giulietta, mucho gusto.
- ¿No te he visto antes?
-Probablemente no. Estuve en Viena el último año.
- ¿Antes de eso?
-Antes de eso repartía mi tiempo en Europa. A quien sí puede que hayas visto es a mi hermana.
-No te pareces a tu hermana-comentó Santino. Marco lo miró, claramente diciéndole que era una idiotez mandarse al frente de esa forma.
- ¿Cómo conoces a su hermana? -preguntó Brina. Marco sonrió.
-Si, rubio, ¿cómo conoces a su hermana? -Santino sonrió como si su coartada no fuera particularmente impresionante.
-Vamos a los mismos eventos, ¿saben? Los Bitalli...-dijo, divertido. El cambio en el rostro de los Di Paolo menores fue tan drástico que a Giulietta la divirtió.
- ¿Hija de Federico o de Luca?
-Federico-respondió, encogiéndose de hombros. El problema entre los Di Paolo y los Bitalli no venía por su padre y, aunque lo odiaba, tenía que concederle eso.
-Bueno, es mejor que tu tío-sentenció, molesto. No sabía qué versión de la historia conocían ellos, pero Giulietta, que la conocía entera, entendía la reacción.
- ¿Quieres? -preguntó Marco a su hermana, dándole una especie de pastelito en el que Giulietta no confiaba realmente.
Pruébalo-dijo Marco, decidido-no sé cómo sabes que no te gusta si jamás lo probaste. Y no, Briz,
es un pastelito. No tiene carne, ¿estás bromeando?
-No sé, contigo no se sabe; y tampoco tengo que probarlo. No me agrada el aroma, eso es más que suficiente. Toda esta faceta suya del vegetarianismo es muy poco moralista, ¿saben? -dijo, mirando a sus dos hermanos mayores-Las plantas también tienen sentimientos, también sienten dolor-Giulietta se rio
-Lo siento, ¿quién te dijo eso?

-Internet.

-Las plantas no tienen neuronas, menos sensitivas. No sienten dolor ni emociones. Son seres vivos porque se alimentan, simplemente. Si no tienes neuronas que transporten información y un cerebro que la procese, no tienes nada, realmente.
-Me agradas-sentenció-y tienes pestañas largas-Giulietta pestañeó rápido, divertida, luciéndole las pestañas-me gustan tus pestañas-sentenció, firme. Giuli sonrió.

-Pues gracias. Creo que eres la primera persona que me observa tan detenidamente las pestañas.

- ¿Qué observaban? -lo gracioso es que Brina realmente parecía no tener ni idea de qué podía observar la gente en una mujer como Giulietta. Santino ladeó la cabeza, divertido, sin poder creer la pregunta de su hermana. Marco se rio.

- ¿Qué pueden observar? A una mujer...muy hermosa-comentó Marco. Giulietta lo miró, igual que todos-no me miren como si hubiera mentido o como si no lo hubieran pensado-Santino la miró y desvió la mirada hacia el piso, divertido.
-Concuerdo-comentó, levantando la mirada.

-No me malinterpreten, me gusta que me halaguen, pero se supone que nos odiamos.

-Aun así, aquí estás-sentenció Santino, cruzándose de brazos y ladeando levemente la cabeza.

-Aun así, aquí estoy.

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Luego de un día en donde Giulietta destacaba todo, recibió a sus primos en el salón de la casa donde era obligada a vivir.
- ¿Algo en lo que pueda ayudarte, primita bonita?
-Estuviste todo el día con los Di Paolo, Giulietta, ¿por qué?
-Porque, aunque lo lógico habría sido que mis primos me ayudaran, a ustedes no pareció importarles que era mi primer día en una escuela y ciudad nueva y Miranda fue una gran ayudante, y está con ellos todo el tiempo.
-No me lo recuerdes-comentó Cameron.
-Yo no me encargo de recordártelo. La culpa que pesa en tu consciencia lo hace por mí.
-No puedes juntarte con ellos, eso es traición-Giulietta la miró, seria. Sonrió y murmuró:
-Oh, claro. Bien-el tono que usó le decía a su prima: eres tan estúpida que no voy a decírtelo, porque de todas formas no entenderías que te estoy insultando.
-Giulietta, esto es serio.
- ¿Vas a pedirme que haga qué, exactamente? ¿Que me junte con los amigos de Cameron, uno más idiota que el otro o con tus amigas, que no se apuñalan en la espalda más seguido porque no tienen tiempo? Lo siento, no es mi estilo.
-Giulietta...
-Me gustaría que la oración no incluya estupideces, Tea, por favor.
-Dime cómo está Miranda-pidió Cameron. Evidentemente, Giulietta no iba a mentirle.
-No lo sé, Cameron, la conozco hace casi dos semanas. Se supone que tú sabes cómo está simplemente con verla. Sólo voy a decirte que menos mal que la engañaste; no se merece un novio como tú.
Luego de ese final, Federico los invitó a cenar.
-Así que Di Paolo, eh, Giulietta-preguntó él luego de sentarse. Delia, su madre, comía prácticamente sin hacer ruido. Su hermana, nuevamente, estaba ausente.
- ¿Dónde está Gabriela? -su padre pareció descolocado con esa pregunta.
-No me cambies de tema.
-No puedes simplemente perderla estando en el estado en el que está.
-Contéstame.
- ¿Qué quieres que te conteste? No hiciste ninguna pregunta. Sí es lo máximo que puedo responder.
-No pienso permitir que te juntes con esos tipos, sobre todo conociéndote.
-No tengo del todo claro qué significa eso-dijo, desafiante. Tenía claro a qué se refería, pero quería que lo dijera. Que asumiera en lo que había convertido a su hija.
-No le abras las piernas a ninguno de ellos-Giulietta se dejó caer sobre el respaldo y se cruzó de brazos. Podría haberle dicho que las piernas eran suyas y que a quién se las abriera no era asunto de él, sobre todo después de no haber estado para ella, pero tenía demasiada clase para eso.
-Que galante eres, con padres como tú realmente da placer volver a casa-él se tensó. Tea dejó de masticar, observando a su prima como si fuera una diosa sentada frente a ella. Giulietta dejó los cubiertas, entrelazó sus dedos y sonrió con mucha tranquilidad-Déjame que aclare esto para ti, tal vez no me entendiste: no tienes ningún derecho moral a pedirme que haga o deje de hacer cosas. Lo único que sabes de mi es qué compro, y simplemente porque pagas las tarjetas-de hecho, no creía que tener que pagarlas le diera a su padre suficientes motivos para ponerse a leer en qué gastaba el dinero: ni los perfumes, ni los viajes, ni la ropa de marca, ni la lencería, ni el maquillaje, ni nada-No puedes aparecer cuando se te da la regalada gana y pedir explicaciones e imponer prohibiciones. No es no. Siempre decidí yo y me fue bastante bien hasta ahora. Sé cuidarme sola, pero no me extraña que no lo sepas.


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¡Hola!
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Muchas gracias.

Jaque Mate [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora