Tres semanas después.
Fue una mañana movida para Santino. Primero, debía fingir, desde ayer a la tarde, que se sentía mal para que Marco no sospechara nada por el hecho de que no asistía a clases. Luego, cuando su hermano se hubo ido, tuvo que cambiarse rápido y bajar a desayunar. Se sentó en la mesada y su madre le puso delante tostadas con aceite y sal y un jugo. Lo tomó a la carrera y su padre lo detuvo.
- ¡Tranquilo, fiera! ¿Puedes comer eso?
- ¡Hoy no me interesa lo que puedo comer! -sentenció emocionado. Su padre sonrió, divertido y miró a su madre, que lo miraba, pero tenía las manos ocupadas con Chiara, que jugueteaba con la harina- ¿Fabrizio viene?
-Se quedó en la casa de Marie. Dice que vendrá a verlos luego, cuando estén en la escuela-Santino asintió y dejó todo a medio terminar.
- ¿Vamos?
- ¡Santino, cálmate! Mídete el azúcar y nos vamos-Santino obedeció; los parámetros le dieron normal, o tan normales como se podía siendo diabético, y guardó todo en el pequeño estuche que llevaba consigo a todos lados.
-Paso por Giuli-dijo, levantando un poco el cuerpo de la silla y mordiendo una tostada-los veré en el aeropuerto-se levantó, le dio un beso a su madre, a su hermanita y se frenó en la puerta. Miró a su padre, que, a su vez, lo miró a él-los veremos en el aeropuerto-su padre sonrió y bajó la taza de café.
-Los veremos en el aeropuerto, Santi-él sonrió, emocionado y salió corriendo de la casa, tomó las llaves del auto, se subió y puso rumbo al Hotel Monteferrato, donde Giuli y Miranda estaban paradas, esperándolo. Se subieron rápido, Miranda le palmeó el hombro y Giuli le dio un beso en los labios antes de ajustarse el cinturón de seguridad.
- ¿Soy yo o estás emocionado? -Santino sonrió plenamente, se sacudió un poco y avanzó.
-Me está consumiendo la emoción.
La estadía en el aeropuerto, sumado a que había llegado antes de lo estipulado, le fue completamente tediosa. Se movía impacientemente de lado a lado, veía de forma obsesiva la planilla de arribos. No tenía claro exactamente cuál de todos los nombres debía ver porque todos venían de lados distintos; era un reencuentro masivo, en realidad. Unos venían directos desde Milán, y otros llegaban de Tropea. No tenía ni idea cuál de todos los que marcaban era, y, aunque los tenía anotados, parecía no ser capaz de encontrar el de cada uno. Su padre llegó a los veinte minutos que él y le tendió una botella de agua, mirando divertido a Giulietta.
-Hidrátate, no quiero terminar en el hospital porque la emoción consuma toda el agua en tu cuerpo.
-Eso no es posible, ¿verdad, Giuli? -ella sonrió. Vitto la miró y le guiñó un ojo.
-Hay casos en los que sucede. Yo que tú, me tomo toda la botella
- ¿Miri? -ella asintió, de acuerdo con los demás. Él alternó la vista entre su padre, la botella, Miranda y Giuli y luego dio un sorbo.
El tiempo se consumió totalmente en el momento en que oyó el primer:
- ¡Santino! -proveniente detrás de él, de la voz aterciopelada de Valentino. Santino tensó los dedos alrededor de la botella, se la tendió a Giuli y movilizó cada músculo en su cuerpo para voltearse: Valentino encabezaba el grupo donde venían los de Milán; el grupo consistía en Valentia Sforza, Giorgio Mastroianni, Ettore Santucchio y Adela Padua con sus dos hijas, dos niñas rubias de ojos claros. Vincenzo D'Alessandro, según entendió, estaba rezagado detrás del grupo, queriendo tener con Vittorio todo el tiempo que pudiera para abrazarlo. Silvia Di Paolo mantenía la visión aguileña sobre Leonor y Chiara, Dante D'Alessandro miraba animadamente hacia todos los costados y Giovanni recolectaba totalmente la atención de cuanta persona ponía su atención en ellos. El Mastroianni menor fue, por supuesto, el primero en verlo; en cuanto lo hizo, ambos corrieron a abrazar a Santino, sin importarles nada de lo que tuvieran que dar a entender. La emoción del momento los sobrepasó y nada les importó más que poder abrazarse. Los dos recién llegados lo taclearon, arrojándolo al suelo, Santino se reía mientras sus dos amigos lo aplastaban. Giulietta no podía estar más contenta, no cabía en sí de gozo.
Dejaron que Santino se enderezara, se miraron intensamente a los ojos y Valentino no lo toleró y volvió a abrazarlo, Gio, mientras tanto, se quedaba apretado a ambos como si la distancia les doliera; que, obviamente, era el caso. Los tres se levantaron. Santino les rodeó el cuello a cada uno con un brazo distinto. Suspiró.
Miranda tuvo una sacudida de emoción. Estaba pasando. ¡Finalmente estaba conociendo a esos cuatro chicos que fortalecían a dos de los hombres más importantes en su vida!
- ¡Te ves terrible! -sentenció Giorgio a Vitto. Este se rio y lo abrazó, le palmeó la espalda, y luego la mejilla-no tienes edad para la paternidad de niños-el patriarca Di Paolo hizo una mueca-te vendrían bien unas vacaciones en Cerdeña.
-Te oigo. ¡Créeme que te oigo! -Giorgio sonrió y volvió a abrazarlo. Ettore le siguió.
-No te ves tan mal-afirmó, mirándolo-pero es cierto. No tienes edad para la paternidad de niños-él se rio levemente y lo abrazó. Terminó abrazándolos a los dos al mismo tiempo.
Abrazó a su hermana, le dio besos en las mejillas y pasó a Valentia.
-Siempre fuiste la más llamativa, Valen-ella sonrió y lo abrazó.
- ¡Te extrañé! Mis predicciones no eran correctas-dijo, tomándole el cráneo y bajándolo un poco para verle el cabello. Era más baja que él, por lo que, un dolor en el cuello no sorprendería a ninguno verdaderamente- ¡aún tienes cabello!
- ¡Por supuesto, tengo para rato! -Valentia se rio y volvió a abrazarlo.
Dante apareció y abrazó a Santino con impaciencia. Ya era más o menos de su estatura y él tuvo un deje de nostalgia; cuando dejó Milán, Dante le llegaba hasta el pecho, y ahora tenía su mismo nivel. Era tan raro ver el paso del tiempo en su primo. Estaba crecido, fortalecido, tenía los músculos más definidos, sin duda, por culpa de dos sus hermanos mayores.
Ciertamente y lo que todos estaban esperando, fue el momento en que se reencontraran Vitto y Cenzo, que habían hecho todo muy meticulosamente, pensando en tener el tiempo para ellos.
En la vorágine de emociones que sentía Santino por tener a dos de sus amigos ahí, todo se calmó como una tormenta concentrada, de repente, en un vaso de agua cuando su padre y Cenzo concentraron sus ojos en el otro: se miraron obsesivamente, tratando de retener la mayor cantidad de información que pudieran; ver qué tanto había cambiado el otro, ver si había algo que no habían percibido o notado. Se sonrieron y, finalmente, acortaron el espacio que los separaba con rapidez. Envolvieron al otro entre sus brazos y se quedaron así lo que pareció una eternidad. Giorgio y Ettore fueron invitados al abrazo y terminaron los cuatro abrazados, emocionados de volver a juntarse. Valentia fue la que cortó la emoción del momento cuando pegó un grito que preocupó momentáneamente a su marido, hasta que notó que se trataba de que había visto a Chiara. Leonor se rio y se la tendió, la niña se apresuró a colgarse de la mujer vestida de punta en Gucci. Las que fueron madres quedaron tontas al ver a la niña, contentas con la nueva bebé de la familia. La niña mordisqueó el moño de rayas azules, rojas y blancas que colgaba del cuello cerrado del vestido negro que Valentia lucía y toqueteaba los volados con el mismo estampado, que caían sobre sus hombros. Giorgio la veía, encantado.
Nadie reparó en Giulietta, hasta que Gio la vio, parada, esperando a que fuera posible cortar la emoción del momento para saludar ella.
- ¡Giuli! -ella sonrió y se lanzó a sus brazos, abrazándolo. En el trayecto, arrastró con ella a Valentino y los abrazó a los dos al mismo tiempo.
- ¿Estás bien? ¿Cómo estás? -preguntó Valentino, mirándola con detenimiento. Giulietta, pese a que no había querido usarlas durante un largo tiempo a menos que se cubriera las piernas, estaba usando falda. Una bonita falda blanca que competía con sus amigos para ver qué descolocaba más a Santino.
-Estoy perfecta, un poco dolorida por los cortes, pero perfecta. Tranquilos. ¡Ustedes, Dios! Gio, si antes eras atractivo...
-No lo digas, bombón, solo no...lo...digas-pidió, causando que ella se riera y le apretara la mejilla con los dedos-tengo a mi abuela para hacerme eso, ¡por favor! -los adolescentes se rieron.
- ¡Tú eres como un muffin de chocolate! -afirmó, mirando a Valentino.
-Me han dicho muchas cosas, pero es la primera vez que me dicen eso-Giuli se rio y lo abrazó de nuevo-te jactas de ser la primera-ella sonrió.
- ¡Marco sabe elegir chicas, esa fue mi educación! -exclamó Giorgio, divertido, mirándola. Miranda sintió una recarga eléctrica en el cuerpo cuando todos se volvieron a mirarla.
-Así que tú eres Miranda-dijo Ettore, acercándose para saludarla-Ettore, mucho gusto.
-Miranda-asintió-Ettore...Santucchio, ¿verdad? ¿No recordé mal? -él negó.
-Giorgio-presentó Santino, señalándolo. El hombre en cuestión era particularmente incluso más atractivo de lo que ella había supuesto: era alto, grande, de un espeso cabello castaño y ojos de un lindo color verde. Le tomó la mano y le dio un beso en los nudillos. ¡Realmente era todo un seductor! A quien Miranda no tuvo problemas para identificar fue a Vincenzo.
-Vincenzo-dijo, mirándolo. Él sonrió.
-Miranda, por fin te conozco. ¡Estaban volviéndonos locos con que querían conocerte! -ella se rio. Eran una linda familia, lo mismo que ella siempre había querido tener, y ahora la estaban invitando a participar.
-Dejen a los jóvenes saludar a su cuñada, por favor-sentenció Gio. Valentino se le acercó: era tan hermoso, tenía un rostro tan tierno y tan besable, era tan bonito. Causaba más ternura que sus amigos lascivia.
- ¡Miranda, eres una belleza! -le tomó el rostro con cuidado y le dio besos en ambas mejillas y en la frente. Miranda se rio.
-Hola, bombón-saludó Gio cuando Valentino la soltó. Gio era una maldita pintura; era tan atractivo que llamaba la atención incluso sin pretenderlo; era arrebatador, te forzaba a mirarlo, y no quedabas decepcionada si lo hacías-finalmente conozco a la persona que nos robó un pedazo de Marco...
- ¿Qué pedazo? -inquirió Valentino. Santino y Gio lo miraron como si hubiera dicho lo más descabellado del planeta.
- ¿Ves lo que genera que no estén para calmarlo? ¡La distancia está pervirtiendo incluso a Valentino ¿lo puedes creer?! -inquirió Gio, teatralizando. Miranda, Giulietta y Santino se rieron; este último volvió a abrazarlos.
Las dos mujeres a las que Miranda no conocía se le acercaron.
-No me digan quiénes son-pidió-tú eres Silvia-dijo, mirando a una de las dos, la más refinada y elegante. Ella asintió.
-La misma.
-Y tú eres Valentia-la nombrada asintió y la miró detenidamente. No sabía hablar español, por lo que Gio tradujo:
-Dice que Marco realmente se lució contigo y que de dónde eres.
-De Roma, de hecho-contestó en su italiano básico. Valentia sonrió y contestó en florentino; Miranda pudo seguirle la conversación.
-Pero, ¿creciste aquí? -Miranda asintió-bien. Tal vez a estos chicos les falte frescura-Miranda sonrió. Sus sobrinos y su hijo la miraron- ¿qué? Siempre es lo mismo con ustedes-afirmó. Miranda se rio.
Dado que los únicos que faltaban eran Pietro y Ottavio, esperaron pacientemente en el aeropuerto hasta que llegaran. Tardaron una hora más, y, para Santino, esa hora tampoco importaba. Estaba todo meticulosamente planeado para que llegaran todos antes de que Marco saliera de la escuela, por lo que, lo único que podía arruinar ese día, era un retraso del avión, que, afortunadamente no fue el caso. La cafetería se llenó de italianos mientras estos esperaban a que el tiempo se acortara.
-Entonces, dime, ¿cuál es el plan? -sentenció Gio, tomando un sorbo del café.
-Marco sale de clase a la una. Vamos a la casa, dejan todo y los llevo hasta la escuela. La idea es que no aparezcan de la nada, sino que le digamos algo y aparezca uno, y luego otro. Así hasta que apareces tú, al final. ¿Está bien eso? -Gio asintió.
-Está bien por mí... ¿cuánto falta para la una? ¿Qué hora es?
-Son las once, Gio, tranquilo-sentenció Valentino. Santino le corrió la cabeza y vio su cabello.
-Tienes el cabello como nuevo. ¿Qué hiciste con los que te lo cortaron?
- ¿Quiénes? -preguntó Gio, fingiendo curiosidad. Santino asintió, entendiendo que ya no trabajaban en ningún lugar de origen italiano.
-Tardó en crecer, pero está como nuevo ahora-Santino dejó su cabeza tranquila y lo dejó enderezarse.
-Gio, lamento lo de Tessio-él hizo una mueca, restándole importancia.
-No vale la pena. Los traidores no valen la pena-el teléfono le vibró en el bolsillo y lo tomó para inspeccionar qué era; Santino no estaba seguro de qué sería porque Gio había revisado varias veces el teléfono en lo que llevaban ahí y nada era comentado-es Pietro, están en el aeropuerto-los tres se levantaron de golpe, dejaron dinero sobre la mesa y fueron llamados por los padres, que, junto a las dos niñas y las mujeres, tomaban café, tranquilos, en otra mesa.
-Llegaron-avisó Gio-vamos a buscarlos.
-Vayan, los esperamos afuera, entonces-Santino miró a Giuli, que había ido al baño y le avisó que iban a buscarlos, ella asintió y le dijo que fuera, que se quedaba con la familia y Miranda.
Pasaron media hora buscándolos entre el gentío y, por supuesto, Ottavio los encontró primero.
- ¡Rubio! -sentenció, mirándolos. Santino sonrió y se apresuró a ir hacia él. Ottavio lo abrazó y lo alzó en el aire.
-Creo que podríamos haber establecido lugares para encontrarnos-Ottavio bajó a Santino, que abrazó a Pietro.
-Pietro se perdió. ¡El muy imbécil se perdió!
-Tú viniste conmigo, ¿por qué no lo encontraste tú? -replicó luego de soltar a Santino.
-Porque tú tenías el teléfono.
-Claro, ajá. Límpiate las manos.
-Debería, de hecho-se volteó hacia su hermano y le dijo: - ¿tienes ese gel bacteriano?
-No es lo mismo el gel que lavarse las manos
-Pietro, mírame a la cara, ¿crees realmente que me interesa?
- ¡Basta, por favor! -dijo Santino, divertido-tenemos que irnos. Imprimí la matrícula de Milán para pegarle al auto, ¿de acuerdo?
- ¡Me enteré de que conduces una belleza italiana, rubio! -sentenció Ottavio, emocionado. Santino asintió.
-No es el Bugatti de Ettore, pero...
- ¡Ni que lo digas, no me deja tocarlo!
-Le dijo a Giorgio que le comprara uno así ya no lo molestaría-agregó Pietro.
- ¿Lo consintió?
- ¿Me ves conduciendo un Bugatti, Santino?
-Para ser honesto, no te veo conduciendo nada-Ottavio le tomó la cabeza y lo abrazó como si fuera un niño.
-Ottavio, para, eso es violencia-dijo Pietro, divertido. El nombrado lo soltó y Santino se peinó el cabello. Pietro vio algo detrás de Santino y sonrió.
-Princesa, te ves magnánima-Giuli, por supuesto, encabezaba el grupo que iba hacia ellos, con Miranda a su lado.
-Pues gracias. Tú tampoco estás tan mal.
-Me siento excluido-informó Ottavio. Santino sonrió y se cruzó de brazos. Giuli se adelantó y abrazó a Pietro primero, dejando que la alzara. Ottavio esperó su turno y también la abrazó.
Miranda se detuvo a observar la interacción y esperó pacientemente. No sabía exactamente cómo encarar a Ottavio, pero sí a Pietro, por lo que fue primero con él.
- ¡Wow! La cámara no te hace justicia-dijo. Miranda sonrió y se le acercó. Él la abrazó-Marco es más feliz por ti-le dijo mientras tanto-así que gracias-ella sonrió y, a su vez, le contestó:
-Él hace lo suyo también-Pietro la soltó y sonrió.
-Ottavio-llamó Santino. El nombrado se adelantó y la miró detenidamente. Realmente tenía una belleza que ella no había visto dos veces en el mundo, era arrebatadoramente atractivo, arrebataba el aliento. Tanto su porte de chico difícil de conseguir como su aroma callejero mezclado con perfume caro, como su ropa de firma. Su actitud arrulladora y su mirada penetrante.
-Ottavio-dijo Pietro. Evidentemente, nadie sabía cómo iba a reaccionar ante ella. La miró lo que pareció una eternidad, y luego...
-Hola-dijo con simpleza y le tendió la mano-me alegro de que la hayas abofeteado-dijo, y luego le sonrió, una sonrisa llamativa y violenta, casi enloquecedora. Miranda casi suspiró del alivio, sonrió y correspondió al puño que él le tendió, con un leve golpe.
-Bien, ¿cuál es el plan? -preguntó Pietro.
![](https://img.wattpad.com/cover/149158182-288-k215415.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Jaque Mate [Completa]
Roman d'amourMiranda comienza otro año escolar. Todo es normal, excepto los nuevos estudiantes. Su novio los detesta, y el mundo parece detenido por los europeos recién llegados. Por su parte, su padre tomó la decisión de escaparle a los recuerdos dolorosos qu...