.Capitolo Quarantanove.

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Santino bajó corriendo del auto, dejando la puerta abierta. Si alguien le preguntara qué pensó diría que lo único que entendía era que su objetivo se mantenía fresco, constante, en su cabeza: buscar a Giulietta y sacarla sana y salva de ahí.
-Marco, dime qué ves-Vitto lo miró y le tendió un bulto negro que Santino no distinguió hasta que él le dijo lo que era: un arma.
-Si algo te pasa, quiero que no dudes y la uses. En este momento, eres un hijo de Vincenzo, ¿se entendió? -Santino asintió y se guardó el arma en la parte trasera del pantalón.
-Preferiría que no mates a ninguna de las dos-todos miraron a Federico. Santino no contestó.
La fachada de la fábrica daba la imagen clara de abandono: las ventanas estaban rotas, el estacionamiento tenía crecido el pasto, era muy lúgubre y muy gris. Observó la gran puerta de metal, abierta.
-Deberías entrar a buscarla, sacar a Giuli, yo la tengo aquí. Encárgate de Gabriela-Santino creía lo mismo.
-Iré a entregarme, ¿es lo que dices?
-Básicamente-se adelantó un paso; su padre le tomó la muñeca y lo detuvo. Le puso la mano en la mejilla y lo abrazó.
-Cuídate, Santino, por favor-su hijo asintió y sonrió levemente.
-Estén atentos, quiero sacarla cuanto antes-pese a lo que Santino pudiera esperar, Federico también lo detuvo.
-Por favor, trae a mi hija a salvo.
-Eso planeo-lo que él no entendía era por qué no pedía ir él o por qué no ayudaba en nada más que para poner condiciones, pero no estaba realmente para quejarse- ¿Marco? -su hermano asintió, dejándole claro que no iba a moverse.
-No pienso ponerte otra tensión en la cabeza, tranquilo. Ve, me quedo aquí. Pero eres mi prioridad. Si algo pasa, te sacaré primero-Santino asintió con sequedad.
En cuanto tocó el piso de la propiedad, lo único que pensaba era: estoy solo. Totalmente solo. ¿Dónde estás, Giuli?
No consideraba que Gabriela realmente pudiera dejar viva a Giulietta y esa era su mayor preocupación. La certeza de que la supervivencia de Giulietta constaba de que él supiera cómo llevar a Gabriela lo tensaba, porque no sabía. No había sabido. Se abofeteó mentalmente: ¡Vamos, Santino, piensa en Giuli!
- ¡Santino! ¡Dios, sí que eres atractivo! -sentenció la voz de Gabriela a la que no le correspondía el cuerpo porque él no llegaba a verla.
- ¿Dónde estás? -su idea central era mantener a Giulietta fuera de la conversación, al menos, hasta que pudiera sacarla y atrapar a su hermana, cómo sea.
-Aquí... ¿dónde crees que estoy? -Santino escuchó atentamente de dónde podía encontrarse con la que producía esa voz.
-Deja los juegos, Gabriela, ¿dónde estás? -ella apareció: Santino tuvo el recuerdo de la primera vez que se le acercó, con él en la barra, bebiendo un vaso de vino Di Paolo en un evento. Lucía un hermoso vestido negro, simple, de lo más sobrio dentro del salón, y un collar de diamantes le adornaba el cuello, lo mismo que lucía ahora frente a él.
- ¿Quién se atrevió a ponerte una mano encima? -dijo, mirando su ojo amoratado. Santino negó.
-No vine por eso.
-A ti te gusta lo usado, lo vintage, ¿verdad? -Santino asintió y tensó la mandíbula cuando notó que el satén estaba cortado y un broche de rubíes lo mantenía unido. Suponía que la pedrería roja era por él, pero no sabía quién se lo había comentado-esto está incluso más usado-tomó el broche, lo quitó y abrió la tela; evitó que a Santino lo divertía más el juego previo que el acto en sí, y, en lugar de tentarlo sacando la pierna primero, directamente se quitó el vestido- ¿lo recuerdas? Era tu favorito-el conjunto de lencería era rosa; ahora sabía por qué, pero él jamás le había dicho que le gustaba el rojo.
-No voy a acostarme contigo.
- ¿Por qué no? Ya lo hiciste antes y no te importó ni quién era yo ni lo que hacía ni nada de eso.
-No sabía tu nombre la primera vez que nos acostamos.
-Eso es un error tuyo. ¡Podría haberte drogado y secuestrado! -dijo, divertida. Santino no le veía la gracia.
-En el video, me pediste algo. Lo estoy cumpliendo, cumple tu parte-ella suspiró y puso sus manos en su cintura, como si estuviera aburrida.
-Eres demasiado buena persona. Sabía que tenías más moral que el resto de tus amigos-se fue un minuto, dejando a Santino con un sabor amargo en la boca, y volvió sosteniendo a Giulietta, que tenía los cortes curados y estaba vestida de punta en blanco, bañada y perfumada; la arrojó a sus brazos y Santino la tomó con cuidado, pero con rapidez.
- ¿Estás bien?
-Estoy...estoy bien, ¿qué demo...? -no pudo ni siquiera terminar la frase; tenía los ojos rojos, estaba adormecida...en síntesis, y por causa de Ettore y su exceso de educación hacia sus sobrinos, Santino dedujo que estaba drogada. Seriamente drogada.
- ¿Confías en mí? Eso dijiste, ¿verdad? -ella lo miró y asintió.
-Vamos, Giulietta, bésalo para ya poder irte. Te lo permito-ella no perdió el tiempo. Lo besó y le enredó las manos en el cuello.
-No pienso dejarte-susurró cuando separó sus labios.
-Confía en mí. Ve con Marco-Giulietta obedeció y, tras una última mirada, Gabriela la tomó del pelo y la arrastró lejos, le cerró la puerta en el rostro y Giulietta quedó alejada de él, de nuevo, por una pared- ¿por qué estás haciendo todo esto? ¿Qué planeas hacer conmigo, en realidad? No soy tan imbécil como para creer que vas a usarme de esclavo sexual o lo que sea-Gabriela puso una traba gigante que Santino no creía ni siquiera que él fuera capaz de levantar y lo miró, sonriendo.
-Santino, estaré loca para el resto de la gente, pero te amo. Y no pienso dejarte a merced de mi hermana.
-No estaba a merced de ella, Gabriela.
- ¿Estás diciéndome que la amas? -Santino la miró cambiar el tono de su piel a un rojo intenso.
-Gabriela...-tomó un cuchillo y le cortó la mejilla. Lo que Santino se preguntaba era de dónde sacaba los cuchillos, y luego notó que lo tenía en los pliegues del vestido que usaba a modo de bata.
- ¡No puedes decirme eso! ¡No puedes amarla, Santino! ¡No puedes!
- ¿Cómo que no puedo?
- ¡No puedes amarla, es mentira, no la amas! ¡Es todo para molestar a mi padre! -Santino comenzó a preocuparse incluso más que antes por su reacción. Estaba comenzando a enfurecerla, por lo que optó por quedarse callado. Santino retrocedió un paso porque Gabriela, el cuchillo y su rostro enfurecido realmente iban a matarlo si seguía quieto donde estaba-porque te amo como lo hago, te doy tres segundos de ventaja.
- ¿Qué?
-Corre.

Jaque Mate [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora