.Capitolo Trentanove.

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Miranda llegó a su casa luego de un partido agotador y no podía no resaltar el hecho de que había hecho su primer gol después de seis meses de entrenamiento. Estaba cansada, sudada y molesta por el dolor de las piernas, pero contenta por sus propios logros. Ignoró a Bianca, que acariciaba su barriga de seis meses recostada en el sofá y se metió en la ducha, así como vino. Giuli insistió en llevarla al centro comercial; la razón, si bien la incentivaba, también le recordaba el momento más incómodo de toda la presencia de Cameron en su casa: hablaba muy tranquilamente con Giuli sobre sexo, como casi siempre dado que era uno de los tópicos que más interesaba a su amiga, y ella le preguntó en qué nivel estaba con Marco. Por supuesto, mentirle no era una opción:
-Comenzó con...con los dedos-sentenció. Giuli soltó un gritito de emoción del otro lado de la línea.
- ¡Ay, crecen tan rápido! -Miranda se rio.
- ¿De qué estás hablando?
- ¡No importa! Cuéntame.
- ¿Qué quieres que te cuente? Dijo que quiere que esté preparada antes de que realmente nos acostemos.
-Menos mal que encontraste a Marco, Miri. Realmente-Miranda asintió y sonrió.
-Estoy de acuerdo. Tuve suerte.
-Bueno, continúa...los dedos...
-Los dedos son...no son tan malos como me imaginaba. Es dulce y delicado.
- ¡Perfecto! Incluso mejor. Sobre todo, por los músculos.
-Eso mismo dijo él.
- ¡Giulietta, la cena! -dijeron en italiano del otro lado.
- ¡Voy! Bien, Miri, debo irme... ¿salimos entonces, luego del partido, el sábado?
-Salimos-sentenció.
- ¡Giulietta!
- ¡Ya voy! Maldita sea-saludó a Miranda y la dejó a merced de los ojos de cachorro bajo la lluvia con los que Cameron la recibió, asustándola, al salir de su habitación.
-Voy a ponerte una campanita, para que me avise que estás cerca de mí-Cameron no dijo nada, pero la miró de una forma que decía claramente que había oído la conversación- ¿es una nueva faceta en ti oír mis conversaciones privadas y personales?
-No quería...pero...-Cameron hallaba esa parte de Miranda totalmente atractiva, razón por la que se había enamorado de ella-lo siento.
-Perfecto, ¿qué haces aquí?
-Bianca quería saber si vas a...a quedarte a cenar.
-Si no sabe cocinar, ¿de qué está hablando?
- ¿Vas a quedarte o no?
-Si...si, tranquilo.
Cameron no dijo nada más aparte de eso, lo que generó que Giuli, el sábado por la mañana, se riera al oírlo.
-No le gustará para nada lo que estoy por llevarte a comprar.
- ¿De qué estás...?
-Miri-detuvo el auto en el costado de la calle, puso las balizas y se volteó para verla-sé que en esto del sexo eres nueva, lo entiendo y lo respeto, pero quiero que dejes salir a tu ninfómana.
-Disculpa, ¿a mí qué? Sigo siendo virgen, Giuli, los dedos no me...desvirgaron.
-Hay ocasiones en que sucede, por si querías saberlo. Incluso puede que el himen...-Miranda la interrumpió, divertida.
-Giuli, deja de arrojar datos intelectuales, por favor. Explícame qué quieres que haga.
-Hay una tienda nueva en el centro comercial...Bizantina, tal vez la conozcas. Tu novio es heredero de parte de la empresa.
-Lo sé, lo sé. Quieres que compre lencería.
-Exactamente. Yo tengo una siempre preparada para todo-desabotonó su camisa y le mostró el encaje blanco.
- ¡Giulietta! -la cubrió, consciente de que se podía ver por el vidrio delantero.
- ¡Oye! Es un bralette, está hecho justamente para verse. Tranquila.
-Lo... ¡wow! Cosas que no entiendo y luego está la moda...o el maquillaje.
-Miri, usas Crocs, no tenías que aclararlo.
-Con medias-aclaró. Giulietta sacó la lengua en una señal de asco y Miranda se rio-son cómodas y no pienso defenderlas.
-No tienen defensa.
- ¿Pretendes que viva con tacones?
-Si-dijo, como si fuera obvia la respuesta.
-Tu no usas tacones todo el tiempo.
-Míralo y llora-dijo, levantando el pie que lucía un hermoso zapato de tacón azul en conjunto a su ropa que seguía el patrón azul y negro.
-Bien, bien. Acepto la compra de la lencería, ¿qué sugieres?
-Que busques algo sexy pero que sea cómodo.
- ¿La lencería puede ser cómoda?
-Por favor, dime que estás bromeando y que no es una pregunta seria-Miranda enarcó las cejas y frunció los labios en un gesto que dejaba claro que sí hablaba en serio, pero quería pretender que no-tengo tanto que enseñarte.
-Claro...
La tienda delante de ella estaba entramada en los colores más fieles de Giulietta: el granate, el azul y el dorado, los colores más relacionados al poder, la realeza y la confianza. Miranda prefería los colores más claros, como los pasteles, pero reconocía que los colores oscuros eran intrigantes. Había escaparates que exhibían maniquíes con diseños rayados en blanco y negro impreso en la tela que los cubría y hermosos trajes de lencería por todos lados. Fotos colgadas de hermosas modelos en poses sugestivas y altamente sensuales, luciendo plumas, trajes diseñados, rosas y hermosos fondos propios de la realeza. Miranda le tomó una fotografía, pensando en Valentino. Se tomó una fotografía con Giuli y la guardó mientras se perdía en la sección que su amiga no quería ver justamente ese día.
- ¿Miranda? ¿Dónde...? -la encontró en la sala de la ropa de algodón. La tomó del brazo-ven aquí-la llevó a rastras a la parte donde la lencería se lucía de forma totalmente obscena y, a la vez, atractiva. Miranda observaba todo como espectadora, no como posible compradora. Menos como posible modelo para lucirlo. No entendía cómo alguien podía caminar frente a todo el mundo luciendo eso; cierto, se sentía cómoda ahora luciendo su ropa interior de forma más o menos normal frente a Marco, pero era distinto, porque él era su novio...su amante, si se quería. Porque querer, Miranda quería.
- ¿Cuándo compraste lencería por primera vez?
-Siempre tuvo su atractivo-dijo, tomando un sujetador de copa simple, con volados de encaje en negro sobre el entramado de puntos- ¿qué crees?
-Señoritas-llamó una de las chicas que trabajaba dentro- ¿puedo ayudarlas en algo?
-De hecho...
-No, gracias-interrumpió Giuli-sólo miramos-tomó a Miranda del brazo con delicadeza y la movió un poco lejos-gracias-dijo, sonriendo a la chica-créeme, te cobran por la ayuda.
-No pensé que fueras de las que regatea por un poco de dinero.
-Me refiero a que van a cobrarte por información que puedo darte yo...y lo que digo yo es realista. ¿Cómo fue pedirle dinero a tu padre para esto?
-No sabía para qué querías que trajera dinero, así que le pedí mi extensión de la tarjeta de crédito...Coco dijo que se encargaría de que no lo viera.
- ¿Cuándo? No sabías que veníamos.
-En el auto-aseguró. Giuli asintió.
- ¿Y si lo ve?
-Si lo ve, le diré que era un regalo para una amiga.
-Muy buena estrategia. A comprar se ha dicho.
Miranda ciertamente veía a Giuli cuando sacaba la cabeza del probador, diciéndole que la viera, a ver qué opinaba; no podía creer lo bien que lucía el atuendo. Si Santino la viera era lo único que podía pensar, además de que lucía poderosa usando eso; lucía como si pudiera simplemente mirar a alguien, decirle que se matara y que el otro lo haría. Llevaba ligas, bragas y sujetador de forma totalmente atractiva y sensual, como si estuviera en una sesión fotográfica. Miranda entendía por qué conectaba tan bien con Giuli: a pesar de sus parecidos, la chica Bitalli era todo lo que ella no; confiaba en su cuerpo a pesar de las cicatrices, sobre todo, la de la pierna y la reciente en el estómago, que estaba prácticamente curada, confiaba en su carisma y su actitud. Confiaba en todo lo que era, porque era lo único que tenía seguro, lo único que siempre había tenido seguro. Ella misma.
-Me gusta, Giuli.
-A mí también...lo llevo-Giulietta no iba a decirlo, pero, sabía que el rojo, color que, a pesar de encantarle, jamás había engarzado su lencería, era el que le gustaba a Santino.
- ¿Así nada más?
-Así nada más-asintió- ¿tú? ¿viste algo?
-Nada de mi interés.
-No desesperes, te encontraré algo-por supuesto que sí le encontró algo. Miranda jamás había visto algo tan simple y tan erótico al mismo tiempo: era una sencilla tanga negra con la parte de atrás de encaje y un sujetador de copa básica con una leve rosa; lo que hacía notoria a la flor era, en realidad, que estaba hecha con terciopelo y contrastaba contra el encaje de fondo. Creía, o quería creer, que a Marco le gustaría. Ladeó la cabeza ante su imagen. Tuvo una sensación que hacía mucho no sentía: le gustaba lo que veía, lo que el espejo reproducía. Se le estaba marcando el abdomen, ¡para algo tenían que servir las torturas musculares llamadas abdominales!, se le notaba el músculo de las piernas, y, si se paraba derecha, tenía la separación entre medio de sus dos extremidades; eso logró que pasara su mano entre medio de ellas, sin poder creerlo. La lencería le daba un toque atrevido, al igual que la cereza colgando de su ombligo, el cabello le caía, un poco más largo cada mes que pasaba, su trasero se veía más levantado, sus pechos se veían caídos por efecto de la gravedad, pero parados por simple visualización de saber dónde estaba ubicado su pezón. Pasó sus dedos sobre su esternón, y podía jurar que sentía las manos de Marco tocándole la piel. Tragó saliva al notar calor en el cuerpo. Giuli tocó la puerta roja y le preguntó si podía verla. Miranda se aclaró la garganta y le abrió un poco para que lo viera. Le costó no cubrirse cuando vio el rostro de Giuli analizando su parcial desnudez, pero lo toleró porque se sentía cómoda consigo misma por primera vez en dos años.
- ¡Te lo llevas! Ya mismo.
Miranda obedeció, por dos motivos: 1) más importante que cualquier cosa, se sentía cómoda en él, le gustaba y lo quería y 2) creía que a Marco también le gustaría.
Cuando llegó a su casa comiendo un helado de cono, Bianca la recibió, la hizo dejar la bolsa en el sofá y la llevó de golpe a la cocina.
-Bianca...Bianca... ¡Para, Bianca! ¿Qué pasó?
-Quiero hablar con papá.
-Ya era hora-dijo, dándole un lengüetazo al helado-le prohibiste la entrada a casa y no fuiste a ver a Benedetto. Me preguntó si estabas enfadada, que por qué no le contestabas las llamadas.
- ¡Como sea! -Miranda la miró mal, sorprendida y quejosa.
-Baja el tono-se cruzó de brazos y la miró- ¿para qué me necesitas? -arrojó el cono medio comido en el cesto y se limpió las manos con el agua.
-Quiero que estés presente. Tal vez se enfade menos...
- ¿Qué pasa con Cameron? ¿No va a estar presente?
-Por...por supuesto, quiero creer que sí-Miranda sonrió, burlona.
- ¿" Quiero creer que sí"?
-Si-afirmó-estará ahí-Miranda reconocía esa actitud que Cameron generaba en el resto: la necesidad de defenderlo, de protegerlo. De ser el escudo que él parecía no tener. Que distinto era de los Di Paolo; Marco irradiaba esa aura de poder, de que quería y podía. Santino emitía ese aire de persuasión, inteligencia e intriga. Cameron, por su lado, exudaba un débil aroma de necesidad de protección y cariño, unas ganas irrefrenables de ganar aceptación. Generaba en la gente que quisieran protegerlo. Miranda lo lamentaba por él.
- ¿Para qué me quieres a mí?
-Voy a decirle que estoy embarazada, con dieciséis años, del ex novio de mi hermana...
-Con el que cortó por eso. Por favor no olvides mencionar ese detalle.
-Y papá te adora...
-A ti también te adora. Debes crecer y entender que papá tiene todo el derecho del mundo a enfadarse contigo por esto. ¿Cómo pretendes ser madre si no puedes lidiar con las consecuencias de lo que haces? Papá es adulto, se le pasará, pero debes darle tiempo. Además, está de vuelta en Berlín, así que se lo dirás por cámara. ¿Qué tanto te quejas? Podría ser peor-Bianca se pasó la mano por el rostro y la miró, realmente pidiéndole que la ayudara. Miranda suspiró. ¡Maldita buena voluntad! Giuli la mataría como le contara-bien, ¿cuándo?
-Cameron estaba en el baño, en cuanto salga...
-Bien, llama a papá; yo iré a guardar lo que compré-se alejó, se metió en el pasillo y salió directo a la exposición completa a la presencia de Cameron, que miraba lo que había comprado con mucha atención, como si la Miranda que él conocía no se pareciera para nada a la Miranda que compraba lencería- ¿qué demonios crees que estás haciendo? -le sacó las prendas de las manos y las metió con violencia dentro de la bolsa-no toques mis cosas, gracias-tomó la bolsa y subió las escaleras. Ignoró totalmente cualquier comentario que tuviera algo que ver con Cameron y la bolsa, la guardó, muy escondida dentro del desordenado armario y se puso algo más cómodo: unas calzas negras, unas botas de felpa, una remera vieja y holgada que antaño había pertenecido a su padre, y se ató el cabello en un descuidado moño. Salió, se sentó en la mesada y se fijó que Cameron no estuviera cerca; llamó a Marco. Tardó en contestarle, y, cuando lo hizo, se estaba riendo.
-Hola, bebé.
- ¡Oh, bebé! -dijeron, burlonamente desde el otro lado. Miranda sonrió ante las voces lejanas de los amigos de su novio. ¡Oh, novio, lo adoraba!
-Son insoportables, cállense.
-Envíale saludos-pidió Santino.
-Espérame un segundo-solicitó Marco.
-Claro-se miró meticulosamente las uñas mientras esperaba, se levantó, lo sostuvo entre su mejilla y el hombro, se sirvió un vaso de agua y, mientras lo bebía, esperaba pacientemente a que Marco volviera a hablarle.
-Ahora sí. ¿Cómo estás?
-Extrañándolos-notó a Marco sonreír.
-Estoy igual...estamos igual. Santino también te extraña.
-De hecho, quería hablar con él.
- ¿Está todo bien? Suenas extraña.
-Está todo bien. Bianca va a decirle a mi padre que está embarazada, aunque creo que tal vez, muy probablemente, lo sospecha, y está tensa. Me pidió que esté ahí, para calmar a mi padre...no sé qué hacer.
-Miri, este es territorio de Santino.
- ¿Por qué?
-Porque él es más de...estas cosas. Yo habría mandado todo al demonio-Miranda concedía que era cierto: Marco era paciente en cosas que sabía seguro que le daban una remuneración que lo valiera, Santino, sin embargo, pensaba todo tres veces antes de hacerlo, simplemente porque no incluía esfuerzos en cosas que no le servían, pero creía fervientemente que, a veces, el pago por las acciones no está claro en ellas, sino que hay que analizarlas a fondo. No por nada Santino se encargaba de los números, de los contratos y de los inversores en el viñedo y Marco de hacer el vino.
- ¿Me pasas con él un minuto?
-Claro-se quitó el teléfono de la oreja y se lo tendió a Santino, o eso deducía Miranda por el movimiento que oía del otro lado.
-Miri, princesa, ¿cómo estás?
-Estoy algo...
-Mal, ¿verdad?
- ¿Cómo sabes eso?
-Lo dijiste muy dudosamente.
-Que afilados están ahora.
-Es Milán-afirmó- ¿qué pasó?
-Bianca quiere que esté presente con ella y Cameron cuando le diga a mi padre que está embarazada-Santino estuvo en silencio unos segundos y luego suspiró.
-Creo que le pusiste el pecho a la bala demasiadas veces en esta situación. No merece que sigas estando ahí para ella; no digo que no la ayudes ocasionalmente, pero, después de todo lo que te hizo, después de que no le importó ni que eras su hermana, ni que estabas enamorada, no tienes por qué seguir estando ahí, interesándote en su vida. No es justo para ti-tenía razón.
-Tienes razón.
-La tengo-concedió. Miranda sonrió.
-Escúchame, ¿por qué no me contestaste ni llamadas ni mensajes?
-Marco rompió mi celular y tuve que comprarme otro...nuevo número, todo.
- ¿Por qué rompió tu celular?
-Porque es viejo...cuatro años.
- ¿Eso es viejo?
-Lo dice la que tiene el celular con el botón falseado.
- ¡Oye! No insultes a mi pobre teléfono.
-También necesitas uno nuevo, Miri. Te dejo, tenemos una salida familiar.
-No suenas contento.
- ¡Créeme que no lo estoy!
- ¿Por qué?
-Porque es con la familia de mi madre...no tolero a ninguno de sus miembros; ni a mi tía Rosa, ni a mis dos abuelos, ni...a ninguno. Menos a mis primos.
-Bien, ve. Envíame un mensaje cualquier cosa.
-Si te llega un mensaje sin número, soy yo.
-Perfecto. ¿Tienen idea de cuándo vuelven? -dado que hacía una semana le habían dicho que, si todo salía como debía, volverían antes, Miranda tenía la esperanza de que volvieran antes.
-Por el momento, el mismo día que dijimos. Dentro de una semana.
-Perfecto. Los extraño.
-Te extrañamos... ¿cómo...cómo está Giuli?
-Giuli está bien. Hoy salimos de compras.
- ¿No hay noticias de Gabriela?
-Ninguna-Santino suspiró.
-Gracias.
- ¿Por qué?
-Por estar ahí. Para todo y todos-Miranda frunció la boca, contenta.
-Escúchame, después de todo lo que hicieron por mí y de que son mis amigos, es mi deber-Santino sonrió.
-Me alegro de haberlas encontrado, Miri.
-Suena a que te estás despidiendo, Santino, voy a matarte si te estás despidiendo.
-No, no, nada de eso.
- ¡Sé dónde vives!
-Cálmate, exagerada. Nada de eso, tranquila.
- ¡Santino, vamos! -ese, claramente era Marco.
-Te paso con Marco para que se despidan... ¡adiós!
-Adiós, Santi-Marco tomó el teléfono instantáneamente.
-Miri, ¿todo bien?
-Todo bien. Nos vemos en una semana.
-Si todo sigue así, tal vez antes-Miranda notó que Marco estaba extasiado.
- ¿Estás bien?
-Por supuesto. Nos vemos... ¿Miri?
- ¿Si, Marco?
-Te amo-a Miranda se le atragantó el aire.
-Yo también...te quiero-frunció el rostro, queriendo golpeárselo. Marco pareció sonreír del otro lado.
-No tienes que decirme que me amas, Miri-iba a decir que no lo había hecho, pero no vio la necesidad de arrojar un comentario tan cruel.
-Te extraño, Marco.
-No nos queda nada, Miri. Antes de que lo notes, estaré de nuevo ahí.
Para cuando cortó, una pregunta persistía en su mente: ¿" Yo también...te quiero"? Si su mente estaba jugándole una mala pasada estaría muy enojada: ¿lo amaba...no lo amaba...lo quería...lo necesitaba...le gustaba...? No era tan difícil entenderlo. Todas sus neuronas estaban desesperadas por recalcar lo que ella se había negado a aceptar por culpa del maldito fiasco de relación que había tenido. Se recostó en la cama, pensando en que a lo poco teatral que era su vida podía agregarle algo de dramatismo y a su mente un poco de desastre, por lo que comenzó a enumerar cada una de las situaciones en que vio a Marco: desde el primer día, hasta la tienda de cosméticos del centro comercial donde él quería comprarle algo a Brina, hasta el día de la fiesta en la piscina del verano, donde él le había regalado una linda visión de su parcial desnudez a los sacos de hormonas que eran las mujeres presentes, a la entrevista que le había hecho por culpa del taller de periodismo; a la vez que, mientras discutía con Cameron, él se metió dentro de la sala de anuncios y fingió que llamaban a Bitalli desde la oficina del director, todo para separarlo de ella, que estaba triste y enfadada en el salón de proyección. Desde el momento uno en que pasó de ser un chico común a su aliado, después a su amigo, a su sostén...y finalmente, a su novio.
-Necesito agua.

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Marco, por su parte, a pesar de que sabía que no gozaría para nada la cena con la familia, estaba seguro de que seguir a Valeria en un hotel tampoco sería algo de gran provecho. Santino, a su lado en la mesa familiar, le susurró:
-No vayas-en cuanto su hermano le contó que Valeria lo había llamado, llorando, diciendo que lo necesitaba-te está embaucando, Marco, no vayas.
- ¿Tienes idea de la cantidad de veces que lloró conmigo?
-No y no me interesa. Y a ti tampoco debería.
-Voy a ir, ¿puedes venir conmigo? -Santino suspiró. Marco era paciente e inteligente, eso era seguro, pero, el asunto era que Valeria era persuasiva y sabía cómo manejarlo como se le antojaba; sabía cómo y dónde darle para que él fuera con ella. La respuesta de Marco, si bien fue claramente algo propio de él y que todos podrían haber deducido sin mucho esfuerzo, también tenía el factor que Santino valoraba: no quería y no iba a ir solo. Iba a ir porque se preocupaba, pero no porque le interesara ella.
-Por supuesto. Si vas a hacer algo estúpido, lo mínimo que puedo hacer es ir contigo.
Por lo que, al entrar en el hotel y llegar a la habitación, Valeria lucía sorprendida de ver a Santino a su lado. Marco tensó la mandíbula.
- ¡Lo siento, no sabía a quién más recurrir! -lloró Valeria, que tenía el ojo decorado por un moretón púrpura y el cuello por marcas rojas.
-Que no sabías, dices-Santino no se creía la situación, pero Marco estaba enajenado.
- ¿Qué te pasó?
-Me... ¡maldita sea, todo por tratar de reemplazarte! -Santino se cruzó de brazos.
-Pregunté qué te pasó, Valeria. ¿Qué te pasó? -repitió remarcando cada sílaba, pidiéndole permiso para entrar en la habitación. Ella se corrió para que ambos pasaran, dado que no podía dejar al rubio afuera.
-Conocí a un chico...hace unos meses-Marco frunció levemente un ojo. Era imposible, había estado en otro país, muy lejos de Milán.
- ¿Qué pasó?
-Le dije hoy...que no podía estar con él. ¡Me golpeó! -Santino se sentó en el sofá, sospechando fuertemente de lo que estaba diciéndoles. Se pasaron los siguientes minutos simplemente esperando a que ella se cambiara de ropa, cuando Santino lo miró.
- ¿Le crees?
-No.
- ¿Por qué no? -quería oír muy atentamente su análisis.
-Porque no me llamaría a mi si eso realmente hubiera pasado y, además, ¿desde cuándo ella no destruye a alguien por haberle hecho algo malo? Tal vez me conozcas perfecto, Santino, pero no la conoces a ella-Santino realmente no tenía que ser un gran adivino para saber y notar que Valeria no sólo había mentido con algo serio como era el maltrato, sino que lo había aprovechado para volver a llevarlo hasta ella. Marco se sentía, y era consciente de que se había comportado, como un completo y total imbécil.
- ¡Marco! -llamó Valeria. Marco lo miró y Santino lo frenó.
-Córtalo-Marco asintió, dándole a entender que esa había sido su idea también. Se metió en la habitación de donde salía la voz de Valeria y la miró, muy detenidamente, mientras ella le sonreía.
-Confieso que no creí que fueras a traer a Santino contigo-se acercó y lo besó, o eso intentó. ¿Cuánto duró? Marco sólo sabía decir que, en cuanto sus labios lo tocaron, la alejó totalmente de su cuerpo.
-Valeria
-Dime-Marco le dio rienda suelta a su enojo.
- ¡Me tienes cansado! Traté de ser claro contigo, te pedí que entendieras, fui tranquilo y paciente, ¡pero me agotaste la paciencia! ¡Tengo novia y la amo, ¿entiendes eso?! ¡La amo! ¡Como te amé a ti en su momento, incluso más! Te era fiel, incluso siendo que no éramos nada, que solo lo hiciste porque estabas aburrida. ¡Volví a buscarte para ayudar con tu desesperación y ¿tú me respondes así?! -Valeria se acercó y Marco procuró alejarse- ¡no quiero verte, no quiero tocarte...no quiero tener nada que ver contigo!
- ¿Por qué? ¡¿Por la dejada de chica que elegiste como novia?! ¡La que no te conoce, la que no sabe de la bestia que tiene al lado, la que no sabe ni qué te gusta ni cómo! ¿¡De esa misma hablas!? -Marco procuró calmar el tono de voz, gritándole no llegaba a nada.
-Mis elecciones no son asunto tuyo. Tú me dejaste y yo no juzgué tu elección siendo que te amaba; realmente te quería-Marco trató de ponerse en la piel de la persona más inteligente que conocía: su hermano, que lo esperaba pacientemente afuera- ¿sabes qué? No tengo que defender nada. Vine porque siempre le tendré respeto a lo que tuvimos. No juegues con mi paciencia, Valeria. No te quiero, no me interesa nada que tenga que ver contigo. En cuanto atraviese esa puerta, serás una extraña con la que tengo recuerdos en común, ¿se entendió? No vuelvas ni a llamarme, ni a hablarme, ni siquiera me mires. ¡Nada, no quiero volver a saber de ti!
-Mar...Marco...
-Nunca, ¿se entendió? Nunca.


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Muchas gracias.

Jaque Mate [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora