Capítulo 4

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Entró en su casa sin apenas darse cuenta si alguien más se encontraba ahí. Subió las escaleras y entró en su cuarto cerrando la puerta tras él. Dejó sus cosas en un rincón y de un salto se tiró en la cama cayendo boca arriba sobre ella. Dobló los brazos bajo su cabeza y mirando al techo recordó todo lo que había pasado. Sonrió mientras lo hacía y recordaba la cara de Macarena, el terror con el que lo miraba al insinuarle que había pasado mucho más entre ellos pero sobre todo recordaba los golpes que había recibido. Aún dolían y mucho más la bofetada que había recibido aunque pesaba mucho más la diversión de verla así. En realidad le había preocupado ese desmayo pero enseguida pudo comprobar que no era nada grave porque en algún momento temió por lo que pudiese hacerle.

Se rió una vez más él sólo al recordar la gran lista de insultos que le había dedicado tan cariñosamente y ahora estaba seguro que disfrutaría cada momento. Porque por nada del mundo pensaba permitir que la diversión que había tenido en su primer día no se volviese a repetir.

—El que sólo se ríe de sus maldades se acuerda —sobresaltado al oír esa voz se levantó de la cama y pudo escuchar la risa divertida de la mujer que lo veía desde la puerta —¿Porque esa cara de espanto? ¿En qué pensabas Miguel? ¿Qué hiciste? —. Se cruzó de brazos aunque con una sonrisa y lo miraba esperando su respuesta.

—No hice nada malo.

—¿Y no le puedes contar a tu madre que era eso tan divertido de lo que te acordabas? —con una sonrisa cariñosa y maternal caminó hasta la cama donde se sentó mientras él regresaba a la posición que tenía.

—En un chiste que me contaron —mintió tratando de que no se notase pero era su madre a quien se lo decía, a ella no podía mentirle.

—¿Si recuerdas que yo te parí verdad?

—Claro que sí mamá y te agradezco por eso —apoyándose sobre un codo en la cama se incorporó y con su mano libre tomó la de su madre para darle un beso con galantería —. Sabes que te adoro.

—A mí no me vengas con esas cosas que te conozco, cuéntame que hiciste —con ese tono de voz supo que no tenía opción aunque no quería rendirse tan fácilmente.

—Mamá de verdad que no hice nada ¿acaso dudas de mí? —puso su mejor sonrisa inocente pero al verla alzar una ceja pudo comprobar una vez que a ella nunca podría mentirle.

—Dudo de esa sonrisa que traes porque te conozco demasiado bien, vamos cuéntame.

Suspiró y se recostó una vez más ahora con un solo brazo bajo su cabeza, mirando al techo mientras sentía los ojos de su madre sobre él esperando que le contase.

—Miguel...

—No es nada mamá, la pasé bien en la escuela —trató de restarle importancia aunque tenía muy claro que no se rendiría sólo con eso.

—Bueno pues cuéntame cómo te fue en tu primer día ¿te gustó el colegio? ¿Cómo son tus profesores y tus compañeros?

—Pues el colegio está bastante bien, no me disgusta. Mis profesores apenas conocí al tutor y alguno más y mis compañeros... —se quedó callado, pensando en qué contarle a su madre sobre eso. Confiaba en ella para decirle lo que fuese pero no tenía claro si lo que había hecho ella lo aprobaría —. Apenas conozco a dos o tres.

—Bueno eso está bien mi amor que conozcas a tus compañeros y hagas amigos.

—Pues sí y la ventaja es que Gabriel, el chico de la academia ¿te acuerdas? —Regina asintió —. Él también está en la escuela y en mi clase, así que es más fácil ir haciéndome a este lugar.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora