Capítulo 43

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Una vez más sus dedos recorrían con suavidad su mejilla, su frente y su nariz para llegar hasta su cabello donde decidió hundirlos para acariciar su cabeza. Amaba verlo así, dormido y tranquilo. Pero esa noche había sido la más especial y, aunque al principio se rindió a los brazos de Morfeo, fue poco lo que durmió porque los sentimientos y las emociones estaban muy presentes para ella y el sueño había decidido ausentarse.

Ya había amanecido un par de horas antes y no tenía idea de cuánto tiempo había permanecido observándolo dormir acurrucada entre sus brazos, pero poco le importaba el tiempo cuando en ese momento solo deseaba que el mundo se detuviera para poder quedarse así, con él, para siempre.

Cuando cerraba los ojos, todos los recuerdos de unas horas atrás llegaban a su mente, mil sentimientos se acumulaban en su pecho, pero el más fuerte de todos, el que predominaba por encima de todos ellos: era la felicidad, la plenitud y el amor... Esa noche se había entregado a él en todos los sentidos y no se arrepentía. Siempre tuvo miedo, su primera y única experiencia con respecto al sexo había sido horrible, pero él había logrado despejar todos sus miedos y dudas con su amor y ternura, con esa paciencia que en él era infinita porque tenía muy claro que su forma de ser y su carácter no eran fáciles de sobrellevar.

Peinó su cabello con los dedos haciéndolo para atrás y lo sintió removerse. Sonrió al ver cómo buscaba esconder su rostro y no despertar. Eso era algo que había notado de él, otra de sus costumbres... El no querer despertar y hundir la cara en la almohada o en su defecto, y como en los últimos días, en su cuello.

—Bomboncito... Amor... —con delicadeza acarició su mejilla y tomó su cara, aunque él se negaba a alzarla de su cuello —. Vamos, Miguel, tienes que despertarte.

Besó su mejilla varias veces y lo sintió sonreír, alzó la cabeza por fin y sintió un escalofrío que la recorrió de pies a cabeza al ver instalada en sus labios esa sonrisa descarada cuando la abrazó más fuerte de la cintura para pegarla a su cuerpo.

—Este es el mejor despertar de toda mi vida —sintió sus mejillas arder y cerró los ojos al sentir sus labios sobre los de ella, uniéndolos por algunos segundos con ternura —. Buenos días, mi muñeca.

—¿Cómo dormiste?

—Excelente. Fue la mejor noche de toda mi vida —con lentitud sintió que su mano ascendía de su cadera a su brazo, acariciando despacio su piel desnuda hasta llegar a su mejilla —. Y tú, ¿cómo dormiste?

—Dormí de maravilla. Para mí también fue la mejor noche de mi vida —lo vio sonreír y ahora fue ella quien se atrevió a unir sus labios para abrazarlo y acurrucarse entre sus fuertes brazos —. No quiero irme nunca de aquí.

—Yo tampoco quisiera, amor, pero...

—Ya, ya lo sé... —suspiró y alzó la vista para encontrarse con esos ojos verdes que tanto amaba —. Tenemos que volver a casa.

—Sí —notó en su voz algo extraño, quizá preocupación. Ambos sabían lo que les esperaba a su vuelta, pero no pensaba permitir que sus últimas horas en aquella ciudad, que ahora era tan especial para ella, no fueran inolvidables como el resto de viaje.

—A ver, Miguel —cubriéndose con la sábana se sentó en la cama, esperando a hablarle cuando él la imitó —. Sé lo que nos espera a la vuelta, pero, por favor, vamos a ser felices estas últimas horas antes de llegar a Málaga.

—Sí, muñeca, tienes razón.

—Este viaje ha sido el más especial, estos días han sido los más increíbles y anoche... -—cerró los ojos al sentir cómo besaba sus labios callándola por algunos segundos y suspiró —. Anoche fue la mejor noche de mi vida y quiero que al menos hasta que lleguemos a Málaga siga siendo así. ¿Se puede?

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora