Capítulo 41

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Los altavoces del aeropuerto anunciaban la última llamada para embarcar, pero aún no podía hacerlo. No sin que él llegara. Sabía que lo que iban a hacer una locura y que a su regreso todos se lo repetirían hasta el cansancio, pero era lo que ambos querían: viajar juntos y solos. 

Había logrado convencer a sus amigos de embarcar con la excusa de que necesitaba hacer una llamada a Miguel antes de despegar, él no podía ir con ellos supuestamente. Pero ni siquiera imaginaban que su billete tenía otro destino.

Con nervios miró el reloj sin poder creer que no hubiera llegado ya. No podía hacerle eso, no él. Un último aviso fue lo que pudo escuchar por los altavoces del aeropuerto: o embarcaba o se quedaba en Málaga para planear cómo es que iba a matar a su novio por haber arruinado su primer viaje juntos.

—Esto no te lo perdono nunca, Miguel, nunca —dio media vuelta dispuesta a subir al avión con rabia contenida y jurándose que a su vuelta ya se arreglaría con él.

—¡Muñeca! ¡Muñeca, espérame! —escuchar su voz fue como si todo regresara a su lugar, justo cuando la azafata estaba tomando sus datos él la llamaba —. ¡Macarena!

Sin pensarlo dos veces corrió a recibirlo, abrazándolo con todas sus fuerzas mientras le gritaba lo mucho que lo odiaba por haberla tenido esperando hasta el último minuto.

—Lo siento. Lo siento, todo se complicó. Me costó mucho salir de casa sin que nadie me viera.

—Eres idiota, Miguel ¡Cómo se te ocurre hacerme esto! ¡Pensé que me tocaría irme sola!

—Lo siento, muñeca, lo siento. Discúlpame —llenó de besos sus labios mientras la abrazaba, consiguiendo que toda su rabia con él se esfumara en un segundo —. Te explico todo en el avión, ¿vale?

—Sí, pero vamos o despegarán sin nosotros y nos quedaremos sin vacaciones después de todo —tomó su mano y, aunque con dificultad, lograron que la azafata les permitiera subir al avión.

Cuando por fin encontraron su asiento y una vez ya habían despegado, las explicaciones de su novio consiguieron convencerla. Aunque no se libró de un buen regaño y de hacerle la promesa de que la compensaría en el viaje por la angustia de verse sola. 

Podía notar los nervios de su novio, esos que habían tenido durante los últimos dos días desde que se les ocurriera esa locura. Escaparse juntos a otro país sin que nadie supiera, sin que los padres de Miguel supieran. ¿Por qué? Tal y como había previsto, el segundo trimestre del curso había finalizado con tres asignaturas pendientes para él, y sus padres habían decidido no permitirle ir al viaje que habían organizado con todos sus amigos a Roma. Habían planeado esos días por semanas y no podían quedarse con las ganas.

Dos días antes, habían cambiado el destino de su billete y comprado, con sus ahorros, el billete de Miguel. Esos siete días serían inolvidables en la capital alemana, Berlín. A pesar de que a su vuelta tendrían que enfrentar, al menos, el enojo y la furia de Regina y Miguel, los dos habían decidido no dejarse llevar por eso y disfrutar del viaje.

Su llegada fue como un subidón de adrenalina. No sabían adónde ir y mientras buscaban un lugar para alojarse daban vueltas por el aeropuerto. Miguel tiraba de su maleta y cargaba su propia bolsa con la ropa que había escogido mientras que ella iba subida a su espalda.

—Ya, Macarena, bájate y ayúdame a decidir dónde podemos ir —rió aferrándose más al cuello de su novio y lo escuchó resoplar con molestia.

—Ay, bomboncito, no estés así. Déjame buscar algún hotel por aquí —sacó su móvil del bolsillo trasero de su jean y buscó en el navegador hoteles cercanos —. ¿Quieres alguno en especial?

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora