Capítulo 52

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Sentía sus nervios a flor de piel y ni siquiera la larga ducha le había ayudado a relajarse y olvidar por unos momentos lo que en un par de horas le tocaba enfrentar. Fue su madre quien entró en la habitación, sin necesidad de tocar la puerta, trayendo con ella la ropa que quería usar esa mañana. Con mucho cuidado la ayudó, a llegar hasta la cama y con una infinita paciencia también a vestirse. 

Había pasado casi una semana desde aquel día que salieron a comer, ese día en que tuvo que confesarle a sus padres el secreto que había guardado por tanto tiempo. El mismo que había cambiado su forma de ser, que había endurecido su carácter y la había hecho madurar de golpe. Cuando su madre la ayudó con las zapatillas, sus miradas se cruzaron por algunos segundos y los recuerdos de aquel día regresaron a su cabeza.

Podía sentir aún cómo sus manos temblaban mientras relataba a sus padres cada detalle de lo que Carla e Iván le hicieron años atrás. Gracias a la terapia con Regina ya podía contarlo con calma, pero era imposible evitar no sentir ese miedo, sentir como las lágrimas que derramó aquella noche volvían a cristalizar sus ojos poco a poco. Podía sentir la mirada de Regina y de su novio sobre ella y sus padres, ambos, se habían sentado en la cama junto a ella mientras que Miguel y su madre habían decidido quedarse en el otro extremo de la habitación en completo silencio cuando ella misma les pidió que estuvieran presentes.

Al terminar, ni siquiera podía alzar la vista para verlos a los ojos porque ellos no dejaban de mirarla. Solo esperaba que su madre comenzase a gritarle que había sido una tonta que se había dejado embaucar por dos personas mayores que ella. Que su padre la mirase serio, decepcionado... Así era como esperaba que la vieran los dos, con decepción por haberse dejado engañar.

Lo siento... Perdóname alzó la vista al escuchar la voz rota y ahogada de su madre, pudo ver entonces que sus mejillas estaban completamente húmedas por las lágrimas que estaba derramando —. Todo fue mi culpa. Perdóname, por favor. Perdóname por dejarte pasar por todo eso sola, hija apenas escuchaba su voz, ni siquiera podía reconocer a su madre. No podía creer que Nina estuviese pidiéndole perdón . Hija, por favor, perdóname... Siento tanto que hayas tenido que pasar tú sola por todo eso, siempre pensé que eras feliz teniendo todo. Fui tan tonta, tan mala madre...

Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando su madre sostuvo sus manos, llorando sin descanso y hablando sin que pudiese entender lo que decía. Sentía que sus manos temblaban entre las de ella porque nunca imaginó que la reacción de su madre fuera esa. Por primera vez, la veía llorar de esa forma, sosteniendo sus manos dándole su apoyo como muchas veces hubiera deseado, pero lo que más le estaba sorprendiendo eran sus palabras. Porque, por primera vez, su madre, le estaba pidiendo perdón.

Yo siempre pensé que dándote todo serías feliz. Perdóname, mi amor y fue al sentir la palma de su mano contra su mejilla fue cuando ya no pudo contenerse y las primeras lágrimas salieron de sus ojos acompañadas por esa opresión en el pecho que ni siquiera la dejaba hablar . Yo debí estar contigo, darte la confianza, pero no supe hacerlo... Perdóname, hija. Por favor, perdóname por no haber sabido ayudarte y ser una buena madre para ti.

Sentía ahogarse en sus propias lágrimas y la presión en su pecho al sentir las caricias de su madre aumentaba porque era algo que no podía describir. Era la primera vez que su madre la acariciaba con tanta ternura, que le hablaba de esa forma y, sobre todo, que le pedía perdón por no haber estado a su lado como ella lo necesitaba.

¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué nos ocultaste esto, hija?  fue la voz de su padre la que la obligó a apartar la mirada de su madre para verlo a él y al hacerlo sintió que su corazón se aceleraba viendo como sus ojos estaban rojos, cristalizados, a punto de romperse como si de una presa a punto de reventar se tratase. Si nunca había visto llorar así a su madre, y eso la descolocaba, mucho más lo hacía el ver a su padre en ese estado —. Yo también tengo que pedirte perdón, hija. Perdóname por no haber sabido defenderte, por no haber estado ahí contigo para ver que me necesitabas las palabras no salían de su garganta, ese momento y las palabras de sus padres estaban calando en lo más profundo de su alma . Yo debí protegerte de ese idiota, yo tuve la culpa. Siempre te he visto tan fuerte, tan independiente... Que siempre he pensado que no necesitabas de mí y estaba tan equivocado.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora