Capítulo 32

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Saltó de felicidad al igual que todo el banquillo cuando Miguel marcó el gol que dejaba a su colegio en ventaja. Esa mañana disputaban un partido muy importante para la temporada, él estaba siendo el mejor y aunque Paulina y Luz le llevasen la contraria ella no podía verlo de otra manera.

El equipo al completo estaba jugando bastante bien y ahora estaba segura que podrían ganar ese partido pero él... Para ella él era el mejor de todos, cómo entregaba todo en el campo y cómo disfrutaba cada gol al celebrarlo con sus compañeros. Adoraba verlo bailar como nadie pero también jugar y ella... Ella en cada partido cumplía la promesa que le hizo meses atrás, solo podía animarlo a él.

Aún no podía creerlo, él la miraba y le sonreía y a pesar de querer verlo todo el tiempo lograba concentrarse en dirigir a su equipo de animadoras. Ya había pasado más de un mes desde aquel día en que los dos confesaron lo que sentían y su relación se había fortalecido como nunca. Disfrutaban el saber que muy pronto podrían presentarse juntos en la competencia, pasaban horas y horas en aquella casa y encerrados en ese salón de baile que se había convertido en el refugio de los dos. ¡Estaba enamorada! Y ya no le importaba gritarlo a los cuatro vientos y demostrarle a todo el mundo cuánto era el amor que sentía por aquel hombre que la traía enloquecida.

La situación con sus padres había mejorado puesto que ahora ya había conseguido concentrarse en el colegio y en la academia, ahora estaban tranquilos y pocas eran las peleas aunque también ayudaba el hecho de que casi no los veía. Carla seguía molestando de igual forma aunque ahora no dudaba ni un solo instante de su novio. No lo iba a permitir, Carla no iba a alejarlos, ni ella ni nadie.

Una ovación que se escuchó en todo el lugar la hizo girarse para centrar su atención en el campo de juego justo a tiempo para poder celebrar el gol que una vez más era encajado por su novio. Saltó de felicidad y dirigió al equipo de animadoras, solo un par de minutos después el árbitro puso fin al partido declarando la victoria del British Council Málaga.

Finalizaron la celebración y apenas lo hizo soltó los pompones que traía en sus manos para correr hacia él que la esperaba con los brazos abiertos.

—¡Ganamos! —le gritó y rió cuando la hizo girar mientras la sostenía subida a sus caderas —. Ganaste amor, eres el mejor mi bomboncito.

Comenzó a llenar su cara de besos sin bajarse de sus caderas, sus piernas se mantenían rodeando su cuerpo mientras sus brazos quedaron alrededor del cuello de su novio que recibía encantado la efusividad con la que lo besaba.

—Muñeca... Muñeca yo sé que estás feliz pero todos nos miran —lo escuchó reír y vio como Regina los veía riendo mientras sostenía a Luna en sus brazos —. Amo verte sonrojar así.

—¡Idiota! —lo golpeó en el brazo con enojo y al verlo reír quiso bajarse pero se lo impidió —. Bájame, mira que eres tonto.

—No, quiero mi recompensa. Prometiste darme un premio si ganaba y gané, mi premio.

—No, te quedaste sin premio por payaso —de nuevo trató de bajarse y aunque lo consiguió en esta ocasión poco pudo hacer cuando al tomarla por la cintura la pegó a su cuerpo —. Miguel suéltame ya.

—Que no, mi premio —señaló sus labios con el dedo índice y depositó un rápido y casto beso sobre ellos.

—Ya.

—¿Comoo? Ni de broma, no te vas hasta que no cumplas.

—¡Ya cumplí! Ya Miguel suéltame que están tus papás ahí, que vergüenza con ellos.

—Ahora te avergüenzas —rió —¡excusas! Quiero mi beso —negó pero poco consiguió pues al tratar de soltarse él la apretó más fuerte contra su cuerpo —. Muñeca... No me obligues, sabes que no es esfuerzo para mí.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora