Capítulo 61

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Estar en aquel lugar una vez más hacía que sus nervios estuvieran a flor de piel. Le había sido casi imposible dormir esa noche y del mismo modo el desayuno que tomó esa mañana fue muy escaso. Su estómago estaba completamente cerrado desde el mismo momento en que recibió la llamada del doctor Castillo para confirmarle que la recibiría.

En esa ocasión, ni su padre ni su madre la acompañaban, había preferido ir únicamente en compañía de su novio luego de una larga conversación con él y también con Álex. Él la había ayudado a volver a caminar, a bailar, a tener la vida que llevaba antes de su accidente... Y estaba muy agradecida. 

Por su parte, ya estaba oficialmente dada de alta y le había sido inevitable no contarle sobre su plaza en el Conservatorio de danza de Nueva York. Su felicidad fue inmediata, al igual que su felicitación y sus buenos deseos, pero esa mañana tendría lugar la cita que definiría su vida y su futuro.

—Muñeca, por favor —le pidió poniendo su mano sobre la pierna que tenía cruzada sobre la otra y que no podía dejar de moverse de los nervios —. No tienes que estar nerviosa, todo saldrá bien.

—¿Y si no? ¿Y si me dice que aún no estoy recuperada? —rebatió con preocupación, aun a pesar de que ella misma había comprobado que su pierna cada día estaba más fuerte.

—Deja de ser pesimista —le ordenó casi con enojo —, eso no es propio de ti y creí que ya habíamos superado esa etapa.

—Perdona —dijo soltando un suspiro —. Es que sabes lo importante que es esto para mí, si el doctor dice que no puedo...

—No dirá eso —la interrumpió —. Deja de pensarlo —ordenó contagiándole su sonrisa.

—Nunca comprenderé por qué la vida me premió así —lo miró a los ojos y un segundo después sus labios se unieron en un tierno beso —. Gracias por ser mi fortaleza, bomboncito.

—Tú eres más fuerte que todos juntos, siempre lo has sido —le recordó acariciando su mejilla —. No permitas ahora que este miedo tonto eche abajo todo lo que tú eres.

Lo miró, perdiéndose en sus ojos como hacía tiempo no lo hacía, pensando en qué era lo que había hecho tan bueno para que la vida le regalase la oportunidad de compartir su existencia con un hombre como él.

—Macarena Olivier —la llamaron y de repente su cuerpo se tensó.

—Vamos, todo estará bien. Confía en mí —entrelazó sus manos y sin dudarlo caminaron juntos hacia la consulta donde la solicitaban.


Respondió con paciencia todas y cada una de las preguntas que el doctor le realizó apenas tomaron asiento y le explicó el motivo de su insistencia para que la recibiera. Fue poco después que el hombre le pidió que siguiera sus indicaciones y realizara los movimientos que le indicaba. 

Era imposible no recordar las numerosas veces que ya había pasado por aquello, así como todas las que lo había realizado junto con Álex durante sus terapias. Pero nunca había sentido tantos nervios como en el instante en el que el doctor le dijo que podía regresar a su lugar frente al escritorio. 

Obedeció, sintiendo inmediatamente la mano de su novio tomar la de ella y susurrarle una vez más que se tranquilizase, que todo saldría bien.

—Bien —habló el doctor al fin luego de escribir algo en su ordenador —. Creo que con esto ya puedo decirte lo que querías escuchar.

—¿Y entonces? ¿Cree que ya estoy recuperada? —lo interrogó con nerviosismo.

—Pues creo que no hay ningún rastro que indique lo contrario. La movilidad de tu pierna es completa y la lesión no ha dejado ninguna secuela —escuchar eso hizo que todos sus nervios se esfumaran y una sonrisa se instalase en su cara —. Por lo tanto, y me alegra mucho decir esto, a partir de hoy estás oficialmente dada de alta.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora