Capítulo 18

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Iniciaba una día más y con él otra semana que estaba segura sería muy especial. El día comenzaba con un sol espléndido y la sonrisa que desde el sábado mantenía dibujada en su rostro no podría quitársela nadie.

Ricardo, el chófer, fue el encargado de llevarla a la escuela como siempre. Para su buena suerte ya había vuelto de esas vacaciones que sus padres le habían dado y ahora sí podría moverse por la ciudad sin problemas y sin depender de alguien más. Rió viendo su cara de sorpresa al agitar su mano para despedirse cuando ya atravesaba la puerta principal del edificio.

Estaba segura que en ese día nada ni nadie podría lograr enojarla aunque desde el sábado tenía una espinita que no había podido sacar y esa mañana pensaba hacerlo pero de una manera algo diferente a lo que ella acostumbraba, estaba feliz y en ese momento no podía pensar en hacer nada contra los que habían ayudado a hacerla sentir así.

Caminó por el pasillo y a lo lejos vio a Gabriel, Paulina, Luz y Fernando conversando sonrientes, riendo, y estaba segura que muy felices. Pero fue Paulina quien al verla les avisó a los demás señalándola y al ver que cuatro pares de ojos se clavaban sobre ella cambió su gesto por uno mucho más serio, furioso, dispuesta a divertirse.

—¡Vosotros cuatro ni se os ocurra moveros de donde estáis! —les gritó fingiendo una furia que ahora ya no sentía pero que a ellos los hizo temblar —. No se os ocurra moveros de ahí porque tengo que arreglar un asuntito con vosotros.

Los apuntó con su dedo índice y los cuatro parecían estatuas ancladas al suelo, se quedaron quietos a excepción de Paulina que se escondía detrás de Gabriel.

—No te escondas Paulina que sé que todo fue tu idea, tú me convenciste de ir a ese lugar con engaños —se acercó a ellos amenazante, tratando de no estallar en carcajadas al ver sus caras —. Vosotros me abandonasteis allí sola por más de una hora y para colmo dejáis que llegue el otro idiota.

—Está bien Maca te podemos explicar pero cálmate, ¿sí? Somos tus amigos —Gabi fue quien trató de hacerla entrar en razón pero su cara de espanto conseguía divertirla aún más.

—¡Vosotros no merecéis ese título! ¡Los amigos no hacen estas cosas! Os juro que traté todo el fin de semana de razonar y encontrar algún motivo para no haceros pedacitos a los cuarto, ¿pero sabéis qué? —los cuatro negaron frenéticamente muertos del miedo —. No encontré ninguno y no lo encontré porque no los hay ¡porque sois unos traidores mentirosos! ¡Malos amigos!

—Maca te juro que podemos explicarte.

—Sí amiga, tranquila por favor —la cara de Gabi y Fernando era todo un poema, ambos estaban muertos del susto al igual que Luz y Paulina.

—Maca tranquila, ¿sí? Todo fue idea de Miguel —Gabi trató de excusarse pero a cada palabra ella quería seguir con su actuación.

—¿Y vais vosotros como corderitos y le hacéis caso? ¡No me lo puedo creer! —fingió consternación mirando a Gabriel.

—Maca nosotros sólo le ayudamos, en realidad no queríamos porque sabíamos que te ibas a enojar. Él nos obligó —trató de excusarse culpando a su mejor amigo.

—¡Serán traidores! ¡Tú que te dices mi mejor amigo y mira cómo me lo demuestras! Echándome toda la culpa a mí —al escucharlo trató de disimular una sonrisa y pudo ver las caras de sus cuatro amigos, ella sabía perfectamente que no tuvo que obligar a ninguno para que lo ayudasen —. Buen día muñeca —pasó un brazo por su cintura para pegarla a él y besó su mejilla consiguiendo sacarle una sonrisa.

—Hola Miguel.

—¿Ya te he dicho que te ves hermosa con ese colgante nuevo que traes?

—Yo siempre me veo hermosa —le soltó con descaro y él rió contagiándola al ver las caras de sus compañeros.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora