Capítulo 21

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Seguía sintiendo como temblaba entre sus brazos aunque su llanto se iba calmando poco a poco, aún podía escuchar como sollozaba con el rostro hundido en su pecho mientras se aferraba a él con todas sus fuerzas. No se atrevía a decir nada más, en ese momento sólo quería encontrar la forma de hacerla sonreír de nuevo. Besó su cabeza repetidas veces sin dejar de abrazarla pero tuvo que levantar la vista al sentir como su madre buscaba su atención al menos por unos segundos.

—Subid a tu habitación hijo, yo iré a hacerle algo caliente —propuso —y dale unas toallas para que pueda secarse o agarrará una pulmonía —asintió viendo como su madre se alejaba y aunque no quería separarse debía hacerlo por ella.

—Muñeca... —susurró acariciando su cabello y ella alzó la cabeza para mirarlo —. Vamos a mi cuarto, tienes que secarte o te vas a enfermar.

Ni siquiera aceptó o se negó, sólo se abrazó a él de nuevo cuando pasó un brazo por su espalda y sin separarse subieron las escaleras hasta llegar a su habitación. Le pidió que se sentara un momento y corrió al baño por algunas toallas, regresando en segundos para envolverla con ellas.

—Creo que lo mejor es que te des un baño y te cambies de ropa, puedo prestarte algo mío aunque te quede enorme —asintió y fue hasta su vestidor donde escogió uno de sus pijamas para ofrecérselo —. Toma, creo que esto puede servirte.

—Miguel, no quiero...

—Muñeca por favor, no quiero que te enfermes —su ruego hizo efecto y tomando la ropa caminó hacia el baño. Estaba impaciente, nervioso. No tenía ni idea de lo que podría haberle pasado para que llegara en ese estado a su casa y mucho menos a esas horas de la noche. Esperó algunos minutos escuchando el agua de la ducha correr hasta que la vio salir con su pijama puesto y el cabello suelto y mojado —. Ven...

Estiró sus brazos hacia ella y sin dudarlo un segundo corrió a su lado, acomodándose juntos en la cama. Ella lo hizo acurrucándose contra él y aunque trató de evitarlo no pudo evitar que rompiese en llanto de nuevo. Pero no pudo decirle nada, sabía que no debía hacerle preguntas. Solo esperar, esperar que ella se desahogara y decidiera contarle o no lo que le sucedía. Mientras tanto solo pensaba abrazarla y darle todo ese amor que ella había decidido buscar en él.

No podía decir con exactitud el tiempo que había pasado llorando sin dejar de aferrarse a él, quien por ningún motivo había dejado de abrazarla. Sin decir nada, sin preguntas. Y lo hacía sintiendo una enorme desesperación al escucharla llorar de esa forma, pero nada más podía hacer... Solo abrazarla.

Sintió como sus sollozos eran apenas un murmullo y como su respiración se ralentizaba poco a poco al igual que su agarre a él se relajaba, con cuidado se removió para verla y pudo comprobar que se había quedado dormida. Esperó un poco más y cuando creyó que no despertaría con mucho cuidado se levantó de la cama, dejándola acurrucada entre las sábanas que ahora la arropaban. Pasó una mano por su cabello para colocar un mechón tras su oreja y besó su sien pero estaba tan dormida que ni siquiera se había removido al tocarla.

Salió de la habitación con sigilo y bajó las escaleras hasta llegar a la cocina donde se encontró con su madre quien ya se encontraba en pijama, tomando un té sentada en la gran isla de la cocina.

—¿Cómo está mi amor? ¿Se siente mejor? —se sentó frente a ella y con un suspiró asintió —. ¿Le diste otra ropa para que se cambie?

—Sí, le dije que se diera una ducha y le presté uno de mis pijamas —se pasó las manos por el pelo sin saber que más hacer o decir, pensando en que podría haberle pasado para haber llegado en ese estado, a esas horas y en medio de semejante tormenta —. Estaba tan mal mamá...

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora