Capítulo 57

56 6 8
                                    

Esa tarde, nada más salir del colegio, corrió hasta la casa para dejar todo listo por lo que también había llevado a Luna y a su nuevo hermanito con él. Decoró el lugar apagando todas las luces para que solo la luz de las velas iluminase la estancia. En el centro de la habitación, en el suelo, había colocado una manta con algunos cojines alrededor que había conseguido de la sala de estar de esa misma casa. Dos copas y vino, junto con un delicioso sushi, fue su elección para escogerlo sabiendo que era 

Y en ese momento no podía sentirse más feliz, ambos habían terminado con la cena acompañada de un par de copas de vino. Sus pequeños bebés dormían plácidamente en sus camas, aunque su novia no hubiera soltado al nuevo integrante de esa pequeña familia que habían formado. Sentados frente a frente y muy cerca, se deshacían entre besos y abrazos alternando tiernas caricias y palabras cursis de las que ella a veces se reía, pero que estaba absolutamente seguro de que amaba escucharlas. Escuchando de fondo la leve música que habían elegido, porque él mismo había guardado una playlist con todas las canciones que hasta ese día habían marcado su relación, buscaba sus labios sin descanso saboreando de su boca el dulce vino que tomaban.

La escuchó suspirar cuando siguió besando su mandíbula y comenzaba a bajar por la delicada piel de su cuello, sonriendo al sentir el efecto que causaban sus besos en ella. Toda su piel se erizó cuando una de sus manos llegó hasta su muslo y fue entonces que sus suspiros se hicieron más intensos. Con los ojos cerrados disfrutaba de las caricias que sus labios hacían en su piel mientras su mano libre se ocupaba, con lentitud, de acariciar su pierna de arriba a abajo.

—Miguel, espera —negó sonriendo y trató de seguir besando su piel, siguiendo por encima de la blusa que traía hasta llegar a su hombro y regresando a su cuello porque sus suspiros lo hacían querer más y estar seguro de que ella también lo deseaba —. Espera, me vas a tirar la...

La calló tomando sus labios sin detenerse a pensarlo, la sintió corresponderle enseguida y poco a poco el beso fue subiendo de intensidad cuando eran sus lenguas las que se enredaban en el interior de sus bocas. El deseo por sentirla de nuevo entre sus brazos, por estar con ella de nuevo era cada vez mayor, con ella no había cabida para la razón porque la atracción era mucho mayor... Desde el primer momento había ganado, aunque fuese en otras circunstancias.

—¡Miguel! —la escuchó chillar y sintió como algo frío caía por su pecho, mojando la camisa que había escogido ponerse aquel día —. ¡Está helado!

Aguantó la risa al escucharla porque ni siquiera se había dado cuenta de que ella sostenía su copa en la mano y en ese momento ambos estaban completamente empapados por el vino que contenía. Era imposible no reír porque el líquido estaba bastante frío y les había calado a ambos.

—Miguel, ni se te ocurra seguir riéndote —lo amenazó, señalándolo con el dedo índice, pero era imposible hacer caso de su amenaza —. No es gracioso, te dije que ibas a tirarme la copa encima.

—En realidad no llegaste a decirlo —la mirada fulminante que le dedicó lo hizo callarse por algunos segundos mientras la veía tratando de limpiar su blusa —. Lo cierto es que nos empapó a los dos, muñeca.

—No puedo creerlo ¡qué asco! —rió al ver su cara mientras tiraba de su blusa para oler el rastro que el vino había dejado en ella —. Esto es asqueroso. Apesto a alcohol, Miguel.

—Lo siento, muñeca —lo miró tratando de hacer su mejor cara de arrepentimiento y cuando vio sus ojos pudo sentir que todo el enojo se había esfumado.

—Ya no importa —sonrió al darse cuenta de que estaba muy concentrada tratando de limpiar su camisa con una servilleta, pero todo su esfuerzo era en vano —. Esto es demasiado asqueroso.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora