Capítulo 27

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Cuando el sonido de la moto dejó de atronar en sus oídos y se soltó del agarre a su cuerpo pudo sentir cómo sus manos sudaban. Era la primera vez que estaba nerviosa en el inicio de clases, ya comenzaba el segundo semestre y después de poco más de dos maravillosas semanas de vacaciones de Navidad había que regresar a la rutina.

Esa mañana había pasado por ella y no podía sentirse más feliz, podía sentir las miradas de los compañeros que llegaban sobre ellos. Pero poco le importaba, ahora estaba con él y que el mundo opinara le daba igual.

—Muñeca... Muñeca te estoy hablando...

—¿Qué? —respondió al sentir que le zarandeaba el hombro y en ese momento se dio cuenta de que no le estaba prestando atención —. Discúlpame, ¿Qué decías?

—No mejor dime tú donde tienes la cabeza.

—En ningún lado, solo me distraje —se quitó el casco entregándoselo y bajó de la moto mientras arreglaba su cabello.

—Si te ves hermosa, no tienes que arreglarte nada —le sonrió y aceptó encantada el breve beso que dejó en sus labios.

—Lo sé, siempre me ves así porque así me veo y por eso es que debo acomodarme bien, para seguir viéndome perfecta —le respondió con descaro caminando hacia el colegio aunque pronto giró al sentir que no la seguía.

—Eres una descarada —riendo negaba con la cabeza caminando hacia ella.

—Quizá lo aprendí de alguien más.

—¿De mí?

—Puede ser —se encogió de hombros riendo y él solamente tomó su mano y entre risas besó su cabeza caminando juntos hacia el colegio.


Sin soltarse de la mano ingresaron al edificio principal sintiendo cómo los murmullos y los susurros de sus compañeros se levantaban a su paso. Pudo ver de reojo su cara y no dijo nada, no quería comentarlo, no le importaba en realidad.

Atravesaron el pasillo que los llevaba hasta el área común y a lo lejos pudieron ver a sus amigos sentados sobre el césped. Rodeó los ojos al ver como Paulina y Gabriel seguían con su habitual estado cariñoso que provocaría diabetes en cualquiera mientras que Luz y Fernando conversaban ajenos a las muestras de cariño de sus amigos.

—Míralos, dan diabetes —la miró riendo y pasó un brazo por sus hombros para besar su sien —. Miguel...

—Ya, ya sabes cómo son. Están enamorados y...

—Sí, mejor vamos —lo interrumpió antes de que pudiera decirle nada más y tirando de su mano lo hizo caminar de nuevo. No podía pensar en eso, ella no.

—¡Buenos días! —el saludo que hizo su novio alertó a sus cuatro amigos que de inmediato los miraron y al hacerlo tuvo que contener la carcajada que amenazaba con escapar de su garganta mientras veía como los cuatro pares de ojos se quedaron fijos en su mano entrelazada a la de él.

—Oye mira que sois groseros y maleducados eh, mínimo podéis devolver el saludo, ¿No?

—No... Sí... Osea... —fue Fernando quien apenas pudo pronunciar esas tres palabras mientras sus otros amigos estaban completamente mudos y absortos en sus manos entrelazadas.

—¿Y a vosotros que os pasa hoy eh? ¿Os comió la lengua un gato o qué?

—Sí, seguro fue eso bomboncito —lo miró sonriendo con descaro y aunque él trató de hacer que no lo dijera no pensaba desaprovechar la diversión —. Seguro fue nuestra bebé Miguel, capaz se comió la lengua de estos cuatro.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora