Capítulo 47

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Nunca un trayecto se le había hecho tan largo. Su madre le repetía que apenas habían pasado diez minutos, pero para él había sido como si hubieran pasado diez horas.

Apenas dio tiempo a que su madre estacionara el coche cuando él ya bajaba en dirección al área de urgencias del hospital donde Gabriel le había indicado que se encontraban ya los padres de su novia. Caminaba con rapidez y ni siquiera miraba si podía chocar con alguien más, solo buscaba a Nina y a Pablo con la mirada porque solo deseaba una cosa: que le dijeran que estaba perfectamente bien.

Y pudo respirar un poco al verlos, Pablo abrazaba a su esposa a quien pudo ver llorando como nunca la había visto. Aunque en ocasiones su novia dudase ellos la amaban, pero no habían sabido demostrárselo.

—Nina —su voz fue apenas un susurro y quedó parado a unos pasos de ellos, vio cómo su suegra deshizo el abrazo con su esposo y lo miró secando algunas lágrimas que caían por sus mejillas con un pañuelo.

—Miguel —su voz rota hizo que un nudo se formase en su pecho, se acercó a él y sin decir nada recibió el abrazo que le daba. Luego de unos segundos se separaron.

—Nina, por favor, dime que está bien. Dime que no le pasó nada —miró a su suegra, pero no obtuvo respuesta a su pedido. Fue cuando miró a Pablo quien dio un paso hacia ellos para rodear a su esposa con su brazo —. Pablo, ¿qué pasa? Por favor, dime qué está bien —lo miró suplicándole una respuesta, el nudo en su garganta se hacía más fuerte y su respiración se estaba haciendo mucho más pesada y algunas lágrimas caían ya por sus mejillas —. ¿Qué le pasa?

—Está estable, pero tuvieron que meterla a quirófano urgentemente porque se fracturó la pierna derecha con la caída —su suegro lo aclaró y en ese momento supo el porqué de su seriedad. Él estaba pensando lo mismo en ese momento —. Recibió un golpe muy fuerte en todo el cuerpo, pero no sabremos nada más hasta que termine la operación, solo que también se golpeó en la cabeza y deben hacerle más pruebas.

—Pero está bien, ella está bien...

—Está estable, pero debemos esperar que la operación finalice y que los doctores nos informen —asintió sin saber que más decir y entonces escuchó a su madre llegar.

Saludó amablemente a sus suegros y luego de hablar unos minutos con ellos se acercó para sentarse a su lado. Sentado en aquella fría sala de espera, sintiendo las caricias de su madre mantenía la cabeza baja y oculta por sus manos. No podía dejar de pensar en ella, en lo que supondría esa lesión para su ánimo. Bailar era su vida y si... ¡No! Se negaba a pensar en eso. No era una posibilidad porque ella era la niña más valiente que conocía, no tenía ninguna duda de que se iba a recuperar, que volvería a bailar como siempre, que iba a luchar por eso y que él no se apartaría de su lado hasta conseguirlo.

—Tranquilo, hijo, no debemos desesperarnos —la voz de su madre detuvo su caminata, con una mirada le pidió sentarse de nuevo. Ya habían pasado más de dos horas de su llegada y ella llevaba casi tres en ese quirófano.

—Mamá, no puedo, no soporto no saber cómo está. Siento que me voy a volver loco si no salen a informarnos ya.

—Miguel, te entiendo. Sabes que yo amo a Maca con todo mi corazón y lo que más deseo es que esté bien —asintió mirándola y tratando de controlarse, aunque le era imposible. Se pasó las manos por el pelo y volvió a sentarse a su lado —. Debemos ser pacientes. Si los doctores tardan es porque están haciendo todo lo posible para que Maca esté bien.

—Ya lo sé, pero no puedo evitarlo, mamá.

—Te entiendo, mi vida, pero no conseguimos nada así y sobre todo mira a Nina y a Pablo —miró hacia su derecha. Sus suegros estaban sentados a unos metros de ellos y sintió otra vez ese nudo en su pecho al ver a su suegra aferrada de su esposo, llorando sin descanso por no tener noticias de su hija. La amaban, eso era algo de lo que estaba seguro en esos momentos —. Debemos apoyarlos y hacer todo lo posible por estar tranquilos. Así ayudaremos a Macarena, ¿de acuerdo?

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora