Capítulo 17

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Sentado en la arena admiraba el mar frente a él la escuchaba refunfuñar y hablar en voz baja mientras se quejaba y soltaba todo tipo de palabras poco cariñosas hacia él y sus amigos. Trataba de no reírse para no hacerla enojar más de lo que estaba. Esa había sido la idea que, entre todos, habían logrado sacar después de mucho pensarlo. Esa era su forma para pedirle disculpas y lo más importante, que ella las aceptara.

Para su buena suerte Paulina la conocía muy bien y había pensado en todo. Ellos se habían ido y la playa estaba alejada de cualquier lugar en donde pudiese pedir ayuda. Él tenía su móvil y por nada del mundo pensaba dárselo, no hasta que escuchase todo lo que quería decirle y aceptase sus disculpas.

—Miguel devuélveme el móvil en este instante o...

—¿O qué? —la interrumpió levantándose y retándola, sabía que era muy capaz de meter la mano dentro de su pantalón y recuperarlo pero antes muerto que seguir así con ella —. ¿Vas a meter la mano en donde está escondido muñeca?

—¡Que no me digas muñeca estúpido y dame mi móvil! —lo empujó con enojo y trató de golpearlo pero él fue más rápido. La tomó de las muñecas y se las inmovilizó a la espalda pegándola a él —. ¡Suéltame que me estás lastimando! ¡eres un animal!

—Para nada hermosa, solo estoy comprobando que no eres una niñita frágil y que sabes defenderte, ¿no era eso lo que querías? —forcejeaba pero él era más fuerte, debía admitir que si quisiera podría ganarle y soltarse pero no pensaba permitirlo —. Estate quieta Macarena o al final saldremos lastimados los dos.

—¿Y qué? ¿piensas pegarme cobarde?

—No claro que no, soy un caballero —aclaró, aunque no fuera necesario —no pienso pegarle a una mujer.

—Machista, idiota, estúpido, cobarde.

—¡Basta Macarena!

—¡Imbécil! ¡Mentiroso!

—O te quedas callada y quietecita tú sola —la interrumpió —o te obligare yo a que lo hagas.

—¡Atrévete estúpido!

—De acuerdo, tú lo has pedido —la apretó más fuerte contra él sin soltar sus manos, las mantenía a su espalda sujetas por una de las suyas mientras la otra subía hasta su cuello, sujetándola —. No sabes cuánto quería hacer esto.

Dejó de forcejear, lo miró con los ojos muy abiertos dispuesta a decir algo pero sus palabras quedaron en humo cuando unió sus labios a los de ella. Trató de resistirse pero le era imposible hacerlo, aceptó ese beso que en pocos segundos ya correspondía. Tuvo que soltarla, ya no se resistía y disfrutaba de ese beso tanto como él. Sus labios seguían unidos, encajados el uno al otro como dos piezas de un puzle que están destinadas a encontrarse. Su piel se erizaba mientras sentía como una corriente la recorría a ella, sus manos sostenían su rostro mientras que ella se dejó llevar. Se entregó en ese momento con tal pasión que sus dedos ya se enredaban en el cabello de su nuca, profundizando ese beso que los estaba dejando sin aliento. El aire empezaba a faltar pero poco le importaba y estaba seguro que a ella tampoco. Quería tenerla así para siempre... Alejados del mundo y demostrándose todos esos sentimientos que ninguno de los dos se atrevía a reconocer aún, perdiéndose en el momento y en las ganas de seguir así: olvidando al resto del mundo para quedarse en ese lugar donde solo existían ellos dos.

Y aunque no quería hacerlo, tuvo que romper ese beso. Lo hizo con lentitud, disfrutando del dulce y tierno sabor de sus labios que ahora quedaba en cada rincón de su boca. Al abrir los ojos vio como ella lo miraba con la respiración agitada y sin poder pronunciar palabra.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora