Capítulo 42

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La luz que se colaba por entre las cortinas lo obligó a despertar sin tener demasiadas ganas. Parpadeó varias veces hasta que no tuvo más remedio que abrir los ojos para mirar el reloj de su móvil y darse cuenta de que eran casi las nueve de la mañana y tenían que aprovechar su último día en Berlín. El último día de sus vacaciones antes de regresar a la realidad.

Cuando se giró en la cama encontró su pequeño cuerpo enredado entre las sábanas y sonrió al acercarse para abrazarla por la espalda. En esos días, desde la primera noche, no habían dormido separados como lo planearon y eso era algo que agradecía. Agradeció poder sentirla entre sus brazos mientras dormía, sentir cómo lo abrazaba inconscientemente en mitad de la noche o cómo en las mañanas lo despertaba con tiernos besos por toda su cara. A ambos les costaba salir de ahí, pero habían disfrutado cada minuto recorriendo la ciudad.

—Buenos días, mi muñeca —pegó su cuerpo al de ella y la abrazó por la cintura mientras enterraba el rostro en su cabello —. Muñeca, despierta...

Aspiró su aroma y sonriendo besó su mejilla siguiendo por su mentón hasta llegar a la delicada y suave piel de su cuello, cuando posó sus labios sobre ella pudo sentir que un escalofrío la recorría al mismo tiempo que daba un pequeño respingo.

—Tranquila, muñeca, que soy yo —la escuchó suspirar con alivio y una sonrisa iluminó su rostro cuando hizo que la abrazara más fuerte.

—Buenos días, amor —sus palabras siempre lograban hacerle temblar, eran siempre las culpables de que su corazón latiera desbocado dentro de su pecho —. ¿Es tarde?

—No. Apenas son las nueve, pero como no nos levantemos ya cerrarán el comedor.

—¿Tienes hambre? —lo miró por encima del hombro y le dedicó una sonrisa maliciosa —. Miguel, ¡no pienses esas cosas!

Trató de deshacerse de su abrazo y él sólo la agarró para tumbarla sobre la cama de nuevo.

—Miguel, ¡no! ¡Suéltame ya!

—No. He pensado que quiero comerte a ti.

—¡Qué no! —su negativa lo divertía, trataba de deshacerse de su agarre, pero por suerte él era más grande y fuerte que ella.

Siguió besando su cuello mientras ella se quejaba, ambos reían... Era un simple juego, como si fueran dos niños, pero era un juego que pronto cambió a un momento de calma entre los dos, regalándose los primeros besos del día.


Tomados de la mano caminaban rumbo a los lugares obligados que el guía del hotel les había recomendado visitar en su estancia en la ciudad. Los días anteriores habían decidido dedicarlos a pasear por las diferentes y peculiares barrios de Berlín, los más emblemáticos y famosos. Entre ellos, el de Kreuzberg más conocido como "la pequeña Estambul" de Berlín, el Dead Chicken Alley o el Reichstag.

La Iglesia del Recuerdo o el Reloj Mundial fueron otros de los lugares visitados y finalmente, el día anterior, fue el turno del Monumento al Holocausto en el que pasaron casi todo el día.

—¡Mira esto! ¿No es hermoso? —asintió sonriendo al ver la emoción de su novia, era evidente que extrañarían esos días juntos y a solas, lejos de todo y de todos —. ¡Vamos a tomarnos una foto!

Soltó su mano y corrió hasta llegar al grafiti que ahora tenían frente a ellos, unos de los más famosos retratados en el emblemático muro de Berlín. Una visita obligada en la ciudad.

—Mejor lo imitamos, ¿no?

—¿Imitarlo?

—Sí, sí, ven —lo tomó de la mano para que ambos quedasen delante del famoso muro donde se encontraba pintado el famoso "beso fraternal" que los líderes de aquellos años se dieron —. Hazla con tu móvil mejor.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora