Capítulo 24

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El día había pasado con rapidez junto a ellas, Teresa le había contado mil historias sobre la niñez de Macarena y sobre como era siendo una niña. Una niña que ahora era una mujer y que él comenzaba a conocer poco a poco. Hablaba de ella con amor, con tanta ternura y cariño que no podía dejar de escucharla a pesar de que Macarena le pedía que parase, avergonzada.

Esa misma noche la familia de Teresa se les unió para cenar, sus dos hijos junto con sus parejas y el pequeño hijo de uno de ellos. Esa noche la había visto feliz como nunca antes, hablaba con todos ellos y no dejaba de sonreír. Por momentos había olvidado todo lo que la rodeaba y no había permitido que nada de lo que había pasado hasta ese día le afectase. Estaba conociendo a una Macarena diferente.

El día de Navidad llegó y esa mañana todos saldrían al mercado navideño que se organizaba durante todo el mes en la ciudad. Llegaron todos juntos al lugar que estaba lleno de gente, parejas que paseaban, niños que corrían de un lado a otro... Personas que admiraban la belleza del lugar donde se encontraban.

Teresa junto con sus hijos y su nieto decidieron pasear y aunque les ofrecieron acompañarlos ambos se negaron. Quería tener un momento a solas con ella y sabía que ella también lo quería. Se despidieron de ellos y tomados de la mano se perdieron entre la multitud de gente que paseaba admirando cada pequeño puesto de aquel mercadillo. La veía admirar y observar muchos de los objetos que allí vendían mientras le contaba como habían sido los años anteriores en ese mismo lugar y él solo podía escucharla sin dejar de sonreír.

—Miguel mira esto —soltó su mano y avanzó hacia un puesto en el que vendían todo tipo de bolas de nieve aunque esos hermosos ojos azules que tanto adoraba solo se centraron en una de ellas.

La tomó entre sus manos y pudo ver en sus ojos la emoción que le causaba hacerlo. Era una bola de nieve que en su interior contenía dos muñecos flanqueados por dos abetos cubiertos de nieve, un hombre y una mujer vestidos con la ropa adecuada para danzar una pieza clásica de ballet.

La vio agitarla como una niña pequeña y en ese momento lo supo, era una señal. Debía arriesgarse o no se lo perdonaría jamás.

—¿Te gusta?

—Claro, es preciosa. Me encantan estas bolas de nieve —le quitó la bola de las manos y se acercó hasta una joven sentada.

—Por favor, ¿Me dice cuánto es esto? —la joven asintió y sin dudarlo un segundo le entregó el dinero que le pedía. Una vez la pagó volvió a mirarla —. Toma, ahora es tuya.

—Miguel no debiste...

—Shhhh, es mi regalo de Navidad —la calló interrumpiéndola y ella sólo asintió y sonrió aceptando la bola de nieve que le entregaba.

—Yo no tengo regalo para ti, ni siquiera dinero para comprarte algo.

—Muñeca mi regalo es estar aquí, contigo. Ese es el único regalo que yo quiero —la sintió sonrojarse y tomando su mano y sin decir una sola palabra siguieron caminando.

~

Llegando el mediodía decidieron regresar pues Teresa y su familia los esperaban para comer todos juntos. Había sido la mejor mañana de todas y jamás imaginó que esa Navidad podría convertirse en algo tan especial e importante. De regreso a la casa de su nana las palabras que horas atrás le había dicho, al regalarle esa hermosa bola de nieve, no salían de su cabeza. Él era importante para ella, lo era mucho. La noche anterior Teresa y ella habían hablado sobre Miguel y ella le había contado cada detalle de su historia. Le había confesado sus miedos, todo lo que él la hacía sentir. Sentimientos a los que aún no lograba encontrar un nombre. Se sentía muy bien a su lado, él la hacía reír y la protegía como nadie lo había hecho.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora