Capítulo 38

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Sentado en el suelo y con la espalda apoyada en el sillón mantenía entre sus manos el móvil con esa imagen reflejada en la pantalla. Era su novia. Su novia acompañada de ese malnacido que días atrás la había difamado. Se estaban besando, pasaba cada imagen y en todas se estaban besando... En unas él la mantenía aprisionada entre su cuerpo y una pared, en otras estaban sobre una cama y, aunque estaba algo oscuro podía distinguirlos perfectamente.

A cada segundo, sentía que la cabeza podría estallarle por tantas preguntas que comenzaban a rondar su mente. Tantas cosas que podían haber pasado para que esas imágenes existieran. No podía creerlo y eso lo reflejaba su estado de shock. Ni siquiera podía parpadear o sentir que su respiración era más lenta y pesada, que sus latidos disminuían conforme pasaban los segundos... El dolor en su pecho se hacía insoportable y sus ojos ya se anegaban con esas lágrimas que reflejaban el dolor que todas las dudas le provocaban.

—Amor, perdona que me haya tardado, pero... —escuchó su voz sin levantar la vista del suelo, pero ella calló y un segundo después pudo sentir como sus pequeñas manos se posaban sobre sus brazos —Miguel... Miguel, ¿que te pasa? Dime qué te pasa —lo zarandeó, pero no podía responder a sus peticiones porque no sabía que decirle. No sabía cómo enfrentarla. No se atrevía a preguntarle nada —. Miguel dime algo por favor, me estás preocupando. ¡Miguel!

Su grito acompañado del golpe que había dejado sobre sus hombros lo hicieron reaccionar. Alzó la cabeza y pudo ver, a través de sus ojos anegados de lágrimas, ese tono azul tan único que eran los de ella.

—Mi amor dime qué te está pasando, por favor. ¿Qué sucede? —cuando sus pequeñas manos tomaron su rostro el dolor de su pecho aumentó; él sólo podía mirarla y ver el miedo en ella, miedo de no saber qué pasaba. Miedo al verlo en ese estado del que él ni siquiera era completamente consciente —. ¡Respóndeme, Miguel!

—No... Yo... yo... —ni siquiera se atrevía a pronunciar dos palabras seguidas. No sabía qué podía preguntarle; no entendía por qué esas fotos existían —. Yo recibí... recibí un mensaje.

—¿Un mensaje? ¿Cuál mensaje? —miró el móvil que sostenía en su mano por algunos segundos y finalmente volvió a mirarla a los ojos —. Qué mensaje te hace ponerte así, Miguel ¡Háblame ya! —pidió desesperada.

Su ruego hicieron que reaccionase. Necesitaba saber y entender. Necesitaba preguntarle cuál era la verdad sobre esas fotos.

—Esto... —buscó las imágenes y le entregó el móvil, sin dejar de buscar esos ojos que ahora se clavaban en la pantalla —. Iván... Él...

Pero la frase quedó inacabada cuando la expresión de su novia cambió. Sus ojos se abrieron por completo y su piel tomó el tono más pálido que podía existir. Ni siquiera tuvo tiempo de reacción cuando su móvil cayó de entre sus pequeñas manos que ahora temblaban sin control, buscó su mirada, pero ya no podía encontrarla. Esos hermosos ojos azules que tanto adoraba se encontraban ocultos por las lágrimas que sin pensarlo salieron de ellos, la miró... La miró esperando que dijera algo, pero solo pudo ver pánico en ella, temblaba y no decía nada. No emitía palabra alguna, ni siquiera podía escuchar los sollozos que deberían provocar sus lágrimas. Estaba inmóvil y mirando a la nada, temblando como una hoja a punto de caer de un árbol en otoño.

—Maca... Maca dime algo, por favor dime algo —trató de hacerla reaccionar, que hablase... Pero su intento fue inútil porque solo pudo ver cómo comenzaba a faltarle el aire —. Macarena. Maca, responde. Cálmate, por favor dime algo.

La zarandeó tratando de hacerla reaccionar, seguía en ese estado y podía sentir que le faltaba el aire. Otra vez estaba sufriendo esos ataques; los mismos que sufría cuando algo se salía de su control.

Bailemos, Al Compás De Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora