El día había pasado de nuevo y aún no encontraba la solución, durante un momento pensó que ya se le había pasado ese enojo pero al tratar de acercarse solo pudo comprobar que no era así. Que estaba mucho más enojada que al principio y que el jueguito del bebé seguiría su curso sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.
Por más que pensaba no encontraba una solución y eso ya lo estaba afectando. No podía concentrarse en nada más, ya le habían llamado la atención durante las clases esa mañana y en ese instante soltó el lapicero con frustración porque ni siquiera podía pensar en seguir terminando las tareas para ponerse a estudiar.
Decidió cambiarse por algo más cómodo que el uniforme de ese colegio y salir hasta el jardín. Colocó su móvil sobre la mesa del porche y lo conectó a su altavoz para escuchar música mientras bailaba a su modo, su estilo. Ese que necesitaba pulir y que ahora no tenía con quien hacerlo puesto que ella se había negado a seguir con las clases luego de lo sucedido con Iván días atrás.
Por unos instantes logró olvidarse de todo mientras bailaba, se movía al ritmo de la música y el resto del mundo no le importaba en ese momento. Aunque en su cabeza se sucedían imágenes de las pocas veces que habían bailado juntos, era imposible tratar de no pensar en ella. ¡No podía olvidarla!
—¡Miguel! —escuchó el grito de su madre al verlo caer a la piscina y al salir pudo sentir que la música se había detenido y ella respiraba aliviada —. ¡Hijo por dios en qué estabas pensando!
Le ofreció una toalla al salir del agua y se sentó junto a él en una de las tumbonas mientras lo ayudaba a secarse.
—Miguel —suspiró aliviada mientras se aseguraba de que estaba bien —no entiendo que hacías bailando tan cerca de la piscina ¡en que estabas pensando! —lo regañó cono enojo dándole un golpe en su hombro.
—¡Mamá! —se quejó y la miró sin saber que decirle.
—Explícame que hacías bailando de esa forma Miguel, ¿qué te pasa? —suspiró y apartó la mirada de ella, bajando la cabeza escondiéndola entre sus manos apoyadas en sus rodillas —. ¿Otra vez Macarena? ¿Aún sigues así?
—Pues sí, no hay forma de contentarla.
—¿Y de qué sirvió entonces lo que hablamos esta mañana? ¿No te perdonó?
—Mamá es que no... Bueno no...
—¿No qué Miguel? ¿No le pediste disculpas? —negó escondiendo nuevamente el rostro entre sus manos y escuchó el suspiro de su madre —. Qué voy a hacer contigo hijo —negó lentamente sin saber que más decir y él la miró sorprendido.
—Pues qué vas a hacer Regina, ósea ni que yo fuera el malo. No hice nada más que defenderla.
—Defenderla y hacerla sentir que la ves como una niña frágil y desvalida.
—Mamá yo...
—Tú la hiciste sentir así y eso no es verdad. Puede parecerlo en ese tipo de situaciones y me parece muy bien lo que hiciste porque eso quiere decir que te eduqué bien pero no es así como debes hacerlo —confundido la miró, sin entender aún las palabras de su madre —. Macarena es una niña con una fuerza envidiable y al defenderla de ese modo la hiciste sentir vulnerable. Puedes ayudarla mi amor pero no hacerla sentir menos.
—No quise hacerla sentir menos, ese estúpido la estaba lastimando.
—Ella te dijo que no Miguel.
—Y yo vi las marcas que le dejó en el brazo, la tenía contra la pared y ella estaba temblando mamá.
—Sí mi amor pero ella sintió que la defendiste al creer que ella no podía hacerlo sola. La palabra es ayudarla no defenderla, ¿si me entiendes?
ESTÁS LEYENDO
Bailemos, Al Compás De Nuestro Amor
Teen Fiction*RESUMEN* El colegio, el instituto, son etapas... Etapas que marcan la vida de muchas personas y para las que otras pasan sin mayor importancia que encontrar un futuro prometedor. Esas etapas marcaron sus historias aunque de formas diferentes. Migu...