Intentando abrir los ojos pudo escuchar un pitido intenso y molesto muy cerca de ella. Reconoció el calor de unas manos que sostenían la suya, un ardor en su brazo y su cuerpo dolorido. La cabeza la sentía cargada y sus párpados más pesados que nunca se negaban a abrirse con la facilidad de siempre.
Todo era extraño, todo era negro hasta que por fin un leve rayo de luz la deslumbró cuando logró que sus párpados se despegasen. Los abrió despacio sintiendo aún su cuerpo adolorido, sin entender por qué. Con dificultad parpadeó varias veces y solo entonces logró ver el lugar donde estaba.
Confundida y aturdida miró a su alrededor y cuando trató de moverse un quejido de dolor salió de su garganta.
—No, muñeca, no te levantes —escuchó su voz y entonces miró a su derecha. Él era quien sostenía su mano.
Pudo ver que estaba algo demacrado, tenía ojeras muy marcadas y se dio cuenta que no había logrado dormir aquel día.
—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —miró a su alrededor viéndose rodeada de cables. Pero al mirarlo, su sonrisa, aunque triste, logró tranquilizarla.
—Estás en el hospital. ¿No recuerdas lo que te pasó? —negó levemente y paró de inmediato al sentir una molestia en su cuello —. Tuviste un accidente bailando en las telas, ¿no te acuerdas?
—No, no me acuerdo de nada, pero me duele todo. ¿Cuánto tiempo llevo dormida?
—Casi cuatro días, pero porque te mantuvieron sedada. Por la caída podías tener dolores y molestias y prefirieron mantenerte así un tiempo.
—La verdad me duele todo, pero tú... —lo miró preocupada, aunque él era quien debía estarlo el verlo así la hacía sentir peor —. ¿Cuánto hace que no duermes? Mira las ojeras que tienes.
—Eso no importa, estaba muy preocupado por ti —sonrió levemente al sentir cómo acariciaba su mejilla —. Todos estábamos muy preocupados, pero por fin despertaste y verte sonreír así me devolvió el alma al cuerpo.
—Eres un cursi, bomboncito —rió, pero un leve dolor en su costado la obligó a detenerse.
—Tranquila. Fue un golpe fuerte, pero menos mal ya estás bien —recogió un mechón de cabello que caía por su rostro y lo vio inclinarse hacia ella.
—Hey, no. ¿Qué vas a hacer? —lo detuvo al ver sus intenciones.
—Pues darte un beso.
—No, Miguel, qué asco —hizo cara de desagrado —. No me he lavado la boca en cuatro días.
—No me importa, es un beso nada más.
—No, Miguel, es muy asqueroso que me beses así. No, por favor —lo apartó de nuevo y lo vio negar sonriendo.
—Está bien —besó su mejilla y le sonrió viendo algo extraño en sus ojos, una especie de tristeza que trataba de no reflejar esa sonrisa que le dedicaba —. Creo que iré por el doctor para que te revise y tus papás también están afuera. Seguro quieren verte.
—No, espera, no te vayas. Me siento bien —trató de incorporarse en la cama y fue entonces cuando se dio cuenta de que algo con ella no iba bien. Sentía dolorido todo su cuerpo, pero al tratar de moverse fue su pierna la que no sintió.
Ni siquiera se había dado cuenta porque la sábana la cubría hasta la cintura, pero en ese momento entendió que algo no iba bien con su pierna. Miró a su novio y supo que nada estaba bien y se quedó paralizada al verse completamente inmovilizada puesto que ni siquiera la sentía de la rodilla hacia abajo.
—¿Qué es esto? ¿Qué es esto, Miguel? —su respiración comenzaba a acelerarse al mirarlo, él no se atrevía a responderle y cuando trató de levantarse fue que él la detuvo.
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Bailemos, Al Compás De Nuestro Amor
Teen Fiction*RESUMEN* El colegio, el instituto, son etapas... Etapas que marcan la vida de muchas personas y para las que otras pasan sin mayor importancia que encontrar un futuro prometedor. Esas etapas marcaron sus historias aunque de formas diferentes. Migu...