—¿Qué ocurre, guapo?
Apelativos como lindo, cariño, amor, guapo, bebé y sus variables son palabras que obligadamente deben estar integradas en mi vocabulario. Según Chloe y Maia les da un toque coqueto a las conversaciones.
Intento actuar con tranquilidad frente a Johann, como si la charla previa que tuve con Chad no hubiera existido nunca. Sin embargo, mis manos tiemblan y siento que el pánico me deja sin aliento.
No es por nada, pero preferiría mantenerme lejos de Johann Tracy.
—¿Irás a la fiesta de Peyton? —la carga en mis hombros se aligera y siento una mínima relajación, incluso el bolso que colgaba de mi hombro desciende a mi antebrazo. Se lo confirmo con un ruido de garganta— Mis papás pasarán a buscar a Olivia por su casa para ir, si quieres puedes venir con nosotros. ¿Qué dices?
Olivia. Entra en la clasificación de las inteligentes de la clase, aunque para sorpresa de muchos, se viste a la moda y no es para nada fea. Los estereotipos de las nerds no van con ella. Es su mejor amiga y también mi vecina.
—¡Ay, eres tan tierno! —exclamo logrando una sonrisa de su parte. Acaricio su brazo en modo de consuelo— Pero tengo planes. Iré a la casa de Maia para alistarnos y su padre nos llevará. Pero te lo agradezco, quizá la próxima.
Obtengo un asentimiento de resignación de su parte y es el momento perfecto para largarme. Si corro un poco y tomo el camino más corto, podré alcanzarlo sin problema. Se verá casual, natural, no como si fuera una maníaca que se sabe sus horarios de memoria y no desperdicia una oportunidad para encontrarlo.
—¡Oh, Ilay, no te había visto! —probablemente eso sonó un poco sobreactuado. Formo una inocente sonrisa para disimular mi nerviosismo.
—Hola, pequeña. ¿Por qué tomas esta ruta?
Para comprender esa molesta y adictiva sensación que oprime mi pecho, deben conocer la historia de Ilay. Él está en mi escuela, pero en otro curso y realmente no me había fijado en él hasta el año pasado.
¿Saben cuánto poder contiene una sonrisa? Pues yo lo descubrí el día que me pidió que le tome una foto en el receso. En ese momento sentí aquella flecha de cupido que las personas se esmeran tanto en difamar. Sé lo mal que suena esto, pero gracias a él me convertí en una de esas acosadoras. Aunque si cualquiera lo dice en voz alta, lo negaré rotundamente. Me sé sus horarios, las asignaturas que tiene cada día y el lugar, la hora y día que tiene práctica de baloncesto. En pleno siglo XXI la tecnología me facilita todo ese trabajo.
En fin, desde ese entonces he intentado forjar una amistad con él, pero gracias a mis incontrolables nervios y su falta de interés, no podemos pasar de más allá que un saludo y likes vacíos en las redes sociales. Yo lo persigo, él me recibe con una sonrisa y vuelvo a mi casa con un destello de alegría que necesito para sobrevivir día a día. En resumen, esa es nuestra escasa relación.
—Mmm... Sí, creo que esta parada de bus me agrada más —observo mi alrededor como si algo interesante sucediera. Una mosca causa un zumbido incesante y poso mi mirada en el gato muerto que se oculta debajo del banco verde—. Es más... pintoresca.
—Queda siete calles más lejos de la escuela, tienes dos paradas más cercanas.
Pero en esas no te puedo ver a ti, querido Ilay.
—¿Acaso has visto el lugar donde están ubicadas esas paradas? —susurro de forma confidente, con el fin de que se acerque más a mí. Su perfume llena mis fosas nasales y me obligo a continuar antes de que me vea hipnotizada por sus irises mieles— Son grises y aburridas, incluso tétricas. ¿Qué pasaría si algún maleante intenta robarme allí? ¿Y si sacan un arma y me apuntan con ella? O aún peor, me suben a un auto y venden mis órganos en el mercado negro, eh. ¿Querrías ver eso, Ilay?
—Oh, pequeña, amo tu adicción al drama. Eres graciosa —halaga con una suave entonación de risas. Una sonrisa tonta se dispara de mis labios, hasta que comprendo que ese es el final de nuestro encuentro—. Debo irme a práctica, pero te veo luego.
Despeina su cabello negro y nuevamente hace su aparición la cotidiana sonrisa que enloquece los latidos de mi pobre corazón. Dios, esos labios deben ser los dueños de mi primer beso. Chad no le puede arrebatar eso a él. No me puede quitar ese placer a mí.
Sin embargo, cada día que no cumplo con ese contacto es un día más de sospechas entre mis amigas y compañeros. Ya de por sí, aborrezco que él sea mi primer novio, besarlo suena como algo tan catastrófico en mi mente.
El penúltimo asiento del bus es uno de mis preferidos. Me siento y observo la ciudad por la ventanilla. Me sé de memoria el recorrido, primero pasamos por un restaurante gigante, luego una empresa que está frente a un parque, un triste orfanato, una heladería y finalmente mi casa. Disfruto ese pequeño momento de paz dejando que mis oídos se deleiten con la embelesadora música de Daniel Lisboa.
Entro a mi casa y antes de que pueda extenderme en el sofá con el cansancio de un corredor de una maratón, una voz en el comedor llama a mi nombre.
—Lacey, ven, tu padre está aquí —mi madre es de esas mujeres que no se preocupan en lo absoluto por sus hijas. Mejor reduzcamos eso: por su hija. Mi hermana no entra en esa descripción.
—¿De verdad te hiciste esas trenzas para ir a la escuela? ¡Qué ridícula! —mi hermana mayor sólo aparece en mi vida para reírse de mis sueños, encontrarle un defecto a lo que quiero y hacerme dudar de todo lo que hago. 20 años y sigue sin saber cómo controlar su lengua de los comentarios ofensivos.
—Debemos hablar. Siéntate, es importante —y mi padre... Es un tema que me causa contradicciones y sentimientos cruzados. Él no vive en mi casa, está separado de mi mamá desde que tengo memoria. Pasa semanalmente o cada quincena para visitarnos a mi hermana y a mí. Le da dinero mensualmente a mi madre para ayudarla a mantenernos, no es mucho, pero sí lo suficiente para comprar la comida que consumimos y cubrir una parte de mi colegiatura.
El miedo llena mi cuerpo de forma estremecedora. Escasas veces esas palabras salen de su boca. Me replanteo todo lo que he hecho mal en el último tiempo, desde una travesura hasta una nota baja en mi colegio. Lo único por lo que se podría molestar es algo que nadie podría saber, ni siquiera él.
—Sí, padre —los ojos de todos están puestos en mí, lo cual incrementa mi ansiedad por saber qué pasa de manera descomunal.
—¿Quién es Chad King y por qué dejas que te golpee?
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Sumergida en el arte
Teen FictionLacey Bell huye de Johann como si fuera su asesino personal. Sin importar cuánto lo aparte, él regresa una y otra vez hacia ella por una razón ajena al resto: sus poderes mágicos. Un día decide darle el beneficio de la duda y preguntar qué es lo que...