Capítulo 6 ♡

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El aroma a café recién hecho llena mis fosas nasales y se extiende por mi organismo logrando que me calme

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El aroma a café recién hecho llena mis fosas nasales y se extiende por mi organismo logrando que me calme.

Lo único que hay en esta área del bosque son los baños, los cuales cuentan con electricidad y agua. Este es el mayor contacto con la vida moderna que podemos tener. Dentro se halla una precaria luz en tonalidades amarillentas, baldosas sucias que se intercalan de color verde y blanco y una reverberación que nos obliga a susurrar.

La locura se presenta ante mis ojos; Chloe ha traído una cafetera, la conectó en el enchufe cercano al lavabo e hizo café para las tres. Ahora sus ojos verdes no dejan de inspeccionarme de arriba a abajo.

—¿Qué dices, Maia? ¿Crees que Lacey está lista para el siguiente paso de este mundo? —le cuestiona tras beber un sorbo, aunque su mirada no se quita de la mía. Puedo deducir por el tinte de su voz que algo oscuro y malévolo está a punto de ser descubierto por mí.

—Oye, déjala disfrutar su café en paz. Tal vez otro día —salta en mi defensa y forma una mueca de pena hacia mí. Maia siempre tuvo esa pequeñísima gota de compasión que Chloe no.

—¿De qué hablan?

Y entonces de su brasier saca una pequeña caja de cigarrillos y un encendedor rojo. Prende uno y se lo lleva a los labios para darle la primera calada y luego encender el de Maia para entregárselo. Ambas castañas se creen rudas e imponente con ello, pero lo que no saben es que de esta forma están obstruyendo sus arterias y buscando una muerte prematura segura.

El humo que expulsan me hace retener el aliento y toser con el ahogante olor. Pronto mis ganas por beber café y disfrutar de su aroma con una amena conversación de chicas, se convierte en una encrucijada donde nuevamente mis amigas son las culpables de que elija el camino erróneo.

—Vamos, dale una calada —apremia Chloe dejando el cigarrillo entre mis dedos índice y medio. Sus miradas expectantes me animan a que lo pruebe—. Hazlo si no quieres que todos se enteren que eres una niña asustadiza que no se atreve a fumar —llevo la colilla a mis labios e inspiro la menor cantidad posible, aunque suficiente para que me haga toser de manera incontrolable. Ella me arrebata el objeto de las manos y ríe a carcajadas—. Lo sabía, eres muy aniñada para esto todavía.

La presión social es tan asquerosa como lo es dar una calada de cigarrillo. Poco a poco te arrebata oxígeno, te asfixia para conseguir su propósito; asesinarte. Es una muerte silenciosa, que con cada uno que fumas se apresura el proceso.

¿Hasta cuándo seré capaz de resistir ese humo mortífero que llamo amigas?

Salgo a la estrellada y oscura noche para recibir el glorioso aire que se agolpa en mis brazos y piernas gracias al uniforme que consta de una blusa blanca y una falda a cuadros roja.

Dos manos retienen mis muñecas contra la pared y unos irises cafés inundados de desesperación acallan cualquier palabra que desee expulsar. Chad se coloca frente a mí y deja que nuestras frentes se rocen en el silencio emergido por ambos. Su expresión acongojada me hace dudar de su postura de macho alfa que siempre busca obtener.

Sumergida en el arteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora