Capítulo 10 ♡

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—Cuando ambos éramos pequeños tú dijiste algo que lo cambió todo

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—Cuando ambos éramos pequeños tú dijiste algo que lo cambió todo.

Me prometí a mí misma no darle explicaciones, siempre callar y guardarme sólo para mí aquellas cosas que me lastimaban. Enterré un pasado que no me pertenecía en el fondo de mi corazón, en aquel lugar donde las sombras lo encubrían y la frialdad lo aprisionaba.

Decidí culparlo a él, a un inocente niño que apenas comprendía cómo funcionaba el mundo, alguien que comenzaba a cargar un peso sobre sus hombros y trataba de lidiar con él como podía.

Cuando descubrí que ese mismo peso se encontraba en mis hombros ya no podía mirarlo a los ojos. Dolía como mil demonios que indirectamente haya provocado que me interese saber la verdad porque cada día me la recordaba con unas cuantas palabras.

—¿De qué hablas? —susurra debajo de la oscuridad que nos proporciona su bosque.

Me siento contra un árbol y tapo mi rostro con las palmas. Pronto lo siento a mi costado, tratando con delicadeza quitar mis manos. Sollozo antes de barrer las lágrimas de mis mejillas y llevar los cabellos que se interponen hacia detrás de mis hombros.

Percibo una leve caricia en mi hombro y cientos de voces que gritan que no lo haga, que siga callando como en cada oportunidad. Sin embargo, la certeza de que nada puede empeorar para este punto de mi vida me obliga a expulsar las palabras que por tanto tiempo oculté, confesar mi secreto de una maldita vez.

—Tengo dos medios hermanos que desconozco, al igual que tú tienes al tuyo —balbuceo entre titubeos y respiraciones entrecortadas. Un escalofrío me recorre la espina dorsal junto con un incesante temblor.

Sin siquiera pensarlo, tomo su camisa y lo atraigo. Lo estrecho en mis brazos buscando algo a qué aferrarme posteriormente a contar lo que para mí es tan privado y delicado. Un "oh" silencioso es todo lo que obtengo de su parte. Me desvanezco entre las caricias de quien causó que supiera ese hecho, me desarmo contra el torso de la persona que juré odiar y evitar sin importar qué.

Tan sólo teníamos once años cuando ambos supimos la noticia más amarga de nuestras vidas.

Las clases fluían con normalidad, yo estaba sentada con Olivia y un puesto más adelante se encontraba él hablando con la maestra. No le presté demasiada atención hasta que todos se callaron y su conversación fue lo único que se alzaba en el silencioso salón. Aunque, pensándolo bien, creo que se hallaban murmullos que yo tapé para averiguar su charla.

—¿Entonces tendrás un hermanito? —le preguntó la joven muchacha que oía el relato con atención.

—Algo así, mi mamá me explicó que ese niño no es de papá, sino que es producto de una infidelidad —para ese punto muchos estaban interesados por el reciente "chisme"—. Mi papá no lo quiere porque le recuerda a ese momento, él la perdonó, pero con una condición.

Sumergida en el arteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora