Capítulo 39 ♡

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Nunca apoyé mi cabeza en el hombro de alguien más cuando me sentí mal, nunca esperé tener una persona cerca para soltar la primera lágrima, nunca pedí que me contuvieran

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Nunca apoyé mi cabeza en el hombro de alguien más cuando me sentí mal, nunca esperé tener una persona cerca para soltar la primera lágrima, nunca pedí que me contuvieran.

Jamás quise palmaditas en mi espalda por mis logros, jamás solicité elogios, jamás exigí a alguien que estuviera pendiente de mí.

Porque la adictiva independencia me susurra cada día que así estoy bien, que soy feliz. Elijo creerle al verme al espejo, al salir a diario sola, al sonreír cuando nadie más lo hace a mi alrededor.

Pero, ¿alguna vez toda esa motivación fue honesta?

—¡Lacey!

Despertar un sábado al mediodía con los gritos de mi padre me resulta de las mayores faltas de respeto.

Abro mis ojos aún perdida por el sueño y los recuerdos de la noche anterior. Me despabilo al ver el severo ceño que mantiene y las manos de mamá tratando de contenerlo a la fuerza. Mucho no consigue pues él es más alto y fuerte.

—¿Sí? —pronuncio con la típica voz mañanera y ronca.

—¿Puedes decirme qué es esto? —la dureza que le coloca a las palabras y el alto volumen me obligan a erguirme en el colchón.

En su mano baila el periódico Piece of the word con la tapa de la noticia que escribí cuando Joh me acompañó. Es la última que saqué y agradezco que sea esa y no la de Ilay.

—Creo que es un diario —finjo ser tonta por un rato.

—Yo no te di permiso para trabajar —va al punto ignorando mi contestación—. ¿Sabes que es ilegal? ¿Sabes que si quiero puedo denunciarte por falsificar mi firma?

Suspiro para calmar mi mente que está en un rojo alarmante que denota odio.

Creo que no funciona.

—¡Y nadie te dio permiso para engañar a Marisa dos veces, sin consideración siquiera por Russell y Octavio, ni a dejar a Axel en un orfanato como si sus padres no existieran o tuvieran el dinero suficiente para criarlo! Sin embargo, lo hiciste, ¿cierto? —replico con una inocencia que incitan a mis labios a hacer una mueca de resignación.

Se paraliza en una fracción de segundo. Su rostro abandona cualquier enfado para tornarse en neutro. Me ve asustado, casi como si acabase de descubrir su segunda identidad, como él hizo cuando supo que escribía en el Crazy News.

—¿Axel? —se entromete mamá con una confusión que hace ruido en el silencio— ¿Quién es?

Nadie le da una respuesta, pues la batalla de miradas adquiere nuestra absoluta atención. Quiere indagar por cómo lo supe.

—¿Ahora sí me consideras una periodista de verdad o quieres más información, padre? —desafío austera.

Se vuelve sin decir una sola palabra más. Mi mamá lo persigue con interrogantes complejas y yo me vuelvo a tapar por la sábana con una sonrisa de suficiencia. ¿Finalmente lo derroté?

Sumergida en el arteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora