—¿A qué te refieres?
El aire se percibe abrumador para mis pulmones, la penumbra nos otorga complicidad y sus ojos no dejan de transmitirme esa extraña confianza que él no titubea en posarla sobre mí. Aunque ahora no estoy muy segura de quererla. Lo admito, me asusta.
—Todo comenzó cuando tenía 10 años. Estábamos en clase y como consigna debíamos dibujar lo que encontráramos más hermoso —comienza a narrar sumergiéndose en la época escolar más inocente-. Te dibujé a ti.
Una sonrisa indiscreta se dispara en mis labios. Mi pecho se hunde en un sentimiento regocijante que arde de manera adictiva.
—Lo recuerdo —una suave y corta risa me delata.
Mi mente se satura de voces agudas, campanas, gritos y un salón blanco iluminado por los rayos más intensos de la mañana. ¿Por qué recuerdo esa época como la más brillante en mi vida cuando no fue así?
—Eres tú, Lacey —confiesa con un hilo de vergüenza. Mas escruta mi cara buscando un tipo de comprensión—. Tú eres el detonante de mis poderes con el arte.
Me mantengo rígida en mi asiento, mirándolo expectante. Varias veces lo oí repetirlo, pero en esas veces no fue más allá para darme una explicación coherente.
—¿Yo? —respondo confundida— ¿Como por qué o qué?
—¿Todavía no lo entiendes? —ríe sin ganas, casi como una risilla nerviosa que no controla— Fue el amor lo que me concedió mis poderes.
Un pitido persistente reclama nuestra atención.
Pronto siento la camioneta temblar, pero no es ella la que tiembla, sino nosotros. En un parpadear nos hallamos en otra dimensión, mejor dicho, en los dibujos de Johann.
Ante mis ojos se presenta lo que parece un campo sin fin. El césped es tan brillante que luce artificial y sobre esta, decenas de dulces se esparcen sin un orden específico; chocolates, gomas de mascar y caramelos. Mientras, un cartel de chocolate forma las palabras "Valle dulce". Es como si Charlie y la fábrica de chocolates colisionara contra Ralph: el demoledor hasta proporcionar esta maravilla.
—¿Tú lo hiciste? —inquiero obnubilada en lo que considero el paraíso. Sólo falta que a mi lado esté Daniel Lisboa y me sentiría realizada en la vida.
—No. Creo que mis poderes otra vez...
Pero una figura lo interrumpe. El humo de su flamante entrada se disipa y nos deja verle la cara al tan entrañable Lucifer.
—¡Buenas tardes! O noches en su realidad alterna —recuerda moviendo la cabeza hacia los lados sin perder su entusiasmo—. ¡Adivinen qué!
—¿Qué? —tomo la palabra. Mis caderas se mueven a un costado mientras me cruzo de brazos para mostrarme lista para lo que sea— ¿Otra vez tenemos que besarnos?
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Sumergida en el arte
Teen FictionLacey Bell huye de Johann como si fuera su asesino personal. Sin importar cuánto lo aparte, él regresa una y otra vez hacia ella por una razón ajena al resto: sus poderes mágicos. Un día decide darle el beneficio de la duda y preguntar qué es lo que...