Capítulo 46 ♡

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—¡Mi papá es una mierda!

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—¡Mi papá es una mierda!

Mis tripas se revuelven mientras un nudo en la garganta me deja sin aire. Siento mis mejillas ardiendo en cólera.

—¿Qué pasó, Lacey? —musita Johann con un deje apacible que busca aplacar mi odio.

Mis ojos pican, mas no les permito soltar una sola lágrima. Él no se las merece.

Johann podría estar dolido, celoso o decepcionado de mí, pero jamás se rehusaría a una charla conmigo. ¿Esto es dependencia? Es probable. En este momento todo me vale verga.

Él notó mi estado apenas entré a su casa, por eso no hizo preguntas hasta que estuvimos seguros en la privacidad que nos proporciona su cuarto. Si es que los cientos de dibujos en la pared nos la otorgan.

—Discutimos, otra vez —agrego respirando con dificultad.

Los fuertes gritos de mi padre siguen intactos en mis oídos al punto que deseo arrancármelos.

—¿Qué te dijo ahora? —su mano acaricia mi antebrazo.

Es estúpido que me duela una cosa así, algo que era de suponer o cualquiera podría adivinar. Sin embargo, escucharlo de su propia boca lo hace un golpe más intenso.

—Me gritó, así, en plena cara, que después de los 18 no me apoyará más. No me dará ni un billete, de seguro se borrará del mapa, casi como si estuviera muerto —un sollozo emana de mi garganta y los gimoteos se tornan incontrolables—. Me confesó que me tiene en su casa y que cubre mis gastos porque la ley así lo dicta y no porque quiere hacerlo. Me ve como una carga, tal vez un error del que ahora se arrepiente. ¿Y sabes qué es lo peor? Que no pude hacer más que quedarme callada. Demonios, sus palabras calaron tanto que no creo poder borrarlas.

—Sí, es un idiota —afirma sin quitarme los ojos de encima.

—Espera —una suave sonrisa surge entre mi enojo/tristeza—. ¿Acabas de insultar a una persona? ¿Qué clase de Johann Tracy tengo en frente?

—Estábamos hablando acerca de tu papá, no de mí —alega tratando de desviar mi atención.

—No, ya me desahogué, podemos hablar sobre ti, no tengo problema.

Sus ojos se vuelven aburridos y sus labios una línea horizontal. En este momento me recuerda tanto a esta carita -_-.

Lo admito, esa quizá fue una excusa para verlo. Desde el día que nos besamos no he sabido mucho de él, y aunque la confesión de mi padre sí fue real y dolió lo suficiente para lanzarme en busca de mi amigo, también quiero elucidar el malentendido. Mi orgullo por sí solo no aceptaría llegar con nada más una explicación.

Digamos que las casualidades se prestaron para que esté aquí ahora hablando sobre lo que me acongoja desde hace días, ¿sí?

—¿Sabes? —prosigo siendo absorbida por un dibujo en la pared que consta de un colorido castillo, semejante al de los cuentos de hadas—. Tú eternamente me reprochas que cuando éramos niños te evité. Pero ahora quien huye eres tú.

Sumergida en el arteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora