Capítulo 44 ♡

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Nunca me sentí como una adolescente rebelde en verdad, no pude desobedecer a mi madre porque ella no me colocaba reglas para seguir a rajatabla

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Nunca me sentí como una adolescente rebelde en verdad, no pude desobedecer a mi madre porque ella no me colocaba reglas para seguir a rajatabla.

Tampoco creo que la adolescencia nos convierta en monstruos irracionales que quieren oponerse a las normas sin razón alguna.

Lo cierto es que es una época de crecimiento, de aprendizaje, es el momento ideal para formar nuestro propio juicio. Por eso es que cuestionamos todo, porque queremos descubrir cuánta verdad, razón y justicia hay en cada detalle.

Por esta razón es que hoy en día hay jóvenes que son mucho más inteligentes que un adulto, aunque estos últimos no avalen este hecho.

Entonces sí, de esa forma tengo cierta tendencia a la resistencia de poder. ¿Y qué hay de malo con eso?

—¡Campanita! Ven, dime cómo estás —exclama Rony apenas verme entrar a su cafetería. Sus gestos son comprensivos.

Otra vez me escapé de la casa de mi padre unos minutos antes de la hora marcada para poder desayunar en Rony's como mi habitual rutina.

—Hola, Rony —le doy un rápido abrazo antes de sentarme en el taburete a la espera de mi café—. La verdad mi hermana está más afectada que yo, pero es muy... estresante.

—¿Y tú? ¿Cómo lo llevas?

—La verdad, trato de buscarle el lado bueno, enfocarme en las cosas buenas y eso, aunque está complicado. Todo el tiempo siento como si sobrara en la casa de mi padre.

—Estarás bien —consuela al entregarme la taza humeante de café.

—Siempre lo estoy, Rony —le sonrío con dulzura.

Él asiente comprendiendo que es una exageración y también tengo mis momentos de desestabilidad. Todos los tenemos, supongo. Así es la vida.

Bebo de la taza distraída en mis pensamientos. Desde la muerte de mi madre parece más locuaz que nunca, no es que antes sea taciturna al extremo, pero si podía desconectarla cuando era necesario.

Es tan raro cómo funciona la mente humana porque mientras más nos dice, menos podemos expresar y cuando menos habla, pareciera que somos una fuente interminable de palabras.

Hoy mi número habitual de palabras se ve reducido. Creo que mi actitud se ha cohibido un poco también porque al entrar al colegio las miradas chismorreras se posan en mi cuerpo como un blanco ansiado.

Los nervios me atacan, ¿por qué lo hacen si no hice nada malo? No debería estar asustada.

A medida que camino un tramo, más ojos me acuchillan, más murmullos me acribillan.

—¿Por qué todos me miran esta vez? —intercepto a Chad a mitad del pasillo.

Apenas me reconoce no duda en refugiarme entre sus brazos como si fuéramos novios de nuevo. Desprende un cariño desaforado que es sospechoso.

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