Capítulo 29 ♡

28 9 2
                                    

Lo extraño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lo extraño.

No debería hacerlo sabiendo que él jamás me perteneció, que todas mis fantasías sólo fueron eso. Ilay posee cierto encanto que hace que caigas a sus pies con una mirada. Quizá son esos ojos, semejantes a los luceros, que te incrustan la idea de una vida a su lado. Tal vez son sus labios, gruesos y sonrosados que incitan a besarlos en cada momento

Probablemente sea yo y mi inocencia por querer cambiar el juego sabiendo que las reglas no lo permiten.

¿Cómo es que puedo amar a alguien que ni siquiera conozco?

¿Y si no es amor? Entonces, ¿qué es?

—¿Qué quieres? —expresa con clara molestia.

Tengo que admitir algo que me causa mucha vergüenza; durante mi época en la que me dedicaba a perseguirlo (o acosarlo, como quieran llamarlo) o incluso después de ella, hubieron algunos días en los que su trato no fue especialmente considerado conmigo. En ocasiones su "pequeña" iba sumado a un insulto despectivo que pasaba por alto. De su boca las palabras se escapaban con un siseo que contenía fuertes emociones ocultas y sus ojos se llenaban de unas energías horribles que me hacían temblar del miedo a que dijera algo más. Lo justifiqué pensando que estaba teniendo un mal día y que él tiene derecho a tener sus propios problemas.

Me decía que algún día yo iba a sacar esa mueca aburrida y la convertiría en sonrisas que alegrarían su día. Sí, estúpida e ilusa Lacey.

¿Qué tan enamorada tienes que estar que mientras te insultan en la cara, tú le sonríes porque te dirigió la palabra?

—¿Así que así es como todo esto funciona? Tú envuelves a las chicas con tu labia, las haces caer para besarlas, calificarlas como si fueran un jodido objeto y luego te deshaces de ellas de la manera más cobarde. ¿Te sientes satisfecho por hacerlo? —el rencor junto con el dolor está presente en cada sílaba pronunciada.

Se encamina fuera del gimnasio donde lo encontré en el recreo, aunque no se lo permito porque mi mano se aferra a su muñeca tal como Chad me dijo; toma la iniciativa.

—Contesta las preguntas, Ilay —apremio intentando lucir ruda e imponente, aunque considerando que mi altura es mucho menor que la de él esto parece patético.

—Sí —sonríe con sorna y desciende su cabeza para desafiarme en la cara—, ¿acaso no lo disfrutaste?

—Ni un segundo.

—Oh, qué extraño porque yo te noté sonriente cada segundo después de nuestro beso, bueno, hasta que tuviste que enterarte de la verdad.

—¿Disfrutas de todo esto? —interrogo porque de verdad que lo he pensado desde hace tiempo.

—Cada segundo —ríe cínicamente—. Ni sé tu nombre y tú nunca te enteraste de ello. Tu nivel de ingenuidad es muy alto.

—Me llamo Lacey Bell. Y no te preocupes por ello, Ilay Sallow —remarco su nombre para que entienda que me sé el suyo a la perfección—, lo reconocerás y podrás acordarte de mí.

Sumergida en el arteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora