Capítulo 4

86 8 0
                                    

Durante toda la mañana, los participantes se quedaron en sus respectivas clases estudiando y preparando la prueba para el día siguiente. Como de costumbre, Nathan y Taylor eran los que respondían casi siempre a las preguntas de Diana. El resto se dedicaban a coger apuntes o a pensar en cosas que nada tenían que ver con la clase.

Durante la hora de la comida, Nathan y Taylor alardear acerca de las ganas que tenían de hacer la prueba de inteligencia.

–Si queréis, podéis hacer el test por mi.– Dijo Alec mareando su comida.

–No es para tanto.

–Hay que sacar mínimo un 50% para interesar a algún postor, con menos, nunca nos elegirían para Escape.

–¿Tantas ganas tienes de participar?– Preguntó Hell mirándole.

–En realidad, quiero participar en Escape para poder salir de aquí.

–¿Por qué?– Dijo Nathan riéndose.– Aquí tenemos refugio, comida, una educación... lo que viene siendo un hogar.

–Y si salimos de aquí y ganamos, podremos salir. Vamos, no me digáis que no tenéis ganas de salir a la calle.
Desde que teníamos diez años no hemos salido de este maldito lugar.

Alec parecía realmente indignado con el hecho de que no pudieran salir a la calle. Desde que eran niños, les habían dicho que no les convenía salir, que el exterior sólo les distraería y les confundiría todo lo que les habían enseñado. Pero desde las ventanas de las clases se veía el exterior y desde su sitio, se pasaba las horas mirando a través de ellas pensando como hubiera sido el tener padres y tener una vida normal. Lo único que hacía más soportable la estancia en Élite era Hell.

Nadie dijo nada más acerca del tema durante el resto de la comida. Alec entendía cuando tenía que callarse delante de sus amigos, y más acerca del tema de Escape.

A Hell no le preocupaba la prueba de inteligencia ni la física. En realidad no tenía miedo de que les eligieran ni de que lo hicieran. Era cierto que aquel era su primer año en La Subasta, pero no se preocupaba por nada de aquello. Le preocupaba más Alec.

Hell se había quedado estudiando toda la tarde en la biblioteca, y no había tenido noticias de Alec desde la comida. Así que una media hora antes de la cena, fue a buscarle. Le buscó por todas las instalaciones a las que tenía acceso, pero no le encontró y entonces decidió buscar al único lugar que conocía Alec para estar solo.

En la zona del sótano, Alec había habilitado una parte como pista de obstáculos personal y allí estaba él, haciendo su recorrido bajo la atenta mirada de Hell.

–¿Te has desahogado un poco?– Le preguntó Hell cuando terminó y se quedó delante de ella.

–Lo necesitaba, ¿vale?– Alec jadeo un poco por el esfuerzo y ella le ofreció una botella de agua y una toalla.– Gracias.

–Ten cuidado y no te lesiones. Mañana son las pruebas y pasado mañana La Subasta.

–No te preocupes. No voy a dejarte sola delante de esos tiburones sedientos de sangre fresca.

–Puedo sola con ellos, gracias. Pero recuerda que somos un equipo.– Dijo cruzándose de brazos.– Y los equipos se apoyan, Alec.

–Ya lo sé.

–Entonces deja de machacarte. Mañana todo saldrá bien, ¿vale? Aprobaremos y si vamos a jugar, jugaremos y ganaremos.

–Vale, vale.– Alec soltó una risita.

–Pégate una ducha antes de cenar, anda. Apestas a sudor.

–No siempre puedo oler como un caballero.

–¿Tu? ¿Oler como un caballero? Que más quisieras.– Ambos se rieron y después ambos volvieron a sus respectivos cuartos, Alec para ducharse y Hell simplemente para hacer tiempo y esperar a su compañero.

EscapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora