Capítulo 10

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Hell y Alec avanzaron por un pasillo prácticamente a oscuras hasta que llegaron a unas escaleras. Solo eran un par de escalones, pero asustaron a ambos. Delante, había una puerta que abrieron tranquilamente, no estaba cerrada. Una vez dentro observaron la sala: parecía una cabaña de madera en medio del bosque, hecha con tablones y toda de madera. No era excesivamente grande con lo cual no había mucho dentro, lo que no había eran ventanas ni relojes, probablemente para que no supieran que hora era o para que no intentarán escapar.

En la pared de su derecha había un baúl cerrado con un candado. En la pared de enfrente, había una chimenea apagada hecha de piedra y dos armarios también de madera a ambos lados de ella, y justo encima, la cabeza de un ciervo disecado al que le faltaba un cuerno. En el centro de la sala había una alfombra de piel de vaca que ambos esperaban que fuera falsa, al igual que el ciervo.

–Los armarios.– Dijo Hell y cada uno fue a abrir uno.

–Este está vacío.

–Aquí hay un par de linternas.– Intentó encenderlas.– No funcionan. Puede que tengamos que buscar las pilas.

–Las paredes no parecen estar huecas.– Dijo Alec tocando los tablones y después probó a tirar de algunos.– Y tampoco se quitan. La salida no es por ahí.

–Centrémonos en lo que podemos conseguir y después ya nos centraremos en destruir cosas.

–No pensaba destruir nada.

–Guarda esto.– Dijo Hell dándole las linternas y mientras Alec las guardaba en la bolsa mientras ella se arrodillaba junto al baúl.– Hace falta una llave.

–Una llave, una llave, una llave...– Susurraba Alec mientras miraba por todas partes.

–Los tablones del suelo tampoco suenan a hueco.– Dijo Hell dando un par de golpes con su pie.

–Los armarios estaban completamente vacíos, ¿no?

–En el mío solo estaban las linternas.

–Y en el mío no había nada, directamente.

–¿Y el ciervo? A lo mejor la tiene el escondida.

–Mira tu, a mí esa cosa me da mal rollo.

–Ya está muerto. No va a morderte.

–Me da igual.– Alec se agachó y se puso a cuatro patas.– Anda, sube y mira.

Hell se subió sobre la espalda de Alec intentando no hacerle mucho daño y después buscó en el ciervo. La verdad es que parecía que estuviera observando todo de verdad. Hell lo examinó a fondo y ni siquiera podía descolgarse de la pared.

–A parte de que le falta un cuerno, este ciervo está perfecto.– Se bajó.

–Se me a ocurrido una idea.

–¿Cuál?

Alec se sentó en la chimenea apoyado en la pared. Esperaba tener razón y que no se encendiera. Dentro, había una pequeña balda, y a pesar de estar llena de polvo, Alec pasó la mano sin miedo y encontró la llave.

–La tengo.– Dijo saliendo de la chimenea.

–Si, y también tienes la cara llena de polvo.– Hell se río mientras cogía la llave y Alec se limpiaba la cara algo molesto.

Hell fue hasta el baúl y en el momento en el que quitó el candado y lo abrió, todas las luces se apagaron.

–¿Qué has hecho?– Preguntó Alec sin moverse.

–Yo nada, abrir el baúl.

–Pues ciérralo, a ver si vuelve la luz.

–No funciona.– Dijo probando varias veces.

–¿Puedes palpar que hay dentro?

–Hay algo... Pequeño, creo que son las pilas para las linternas. Y... ¡Ah!– Gritó.

–¿Qué pasa? ¿Estás bien?

–Si, es sólo que me he pinchado con algo. Aquí hay algo grande.

–Vale, voy a intentar ir hasta ti.

Alec se acercó a gatas todo lo que pudo hasta que tocó la pierna de Hell. Ella se asustó un poco pero sabía que era él así que no se asustó demasiado. Fue guiándose con el cuerpo de Hell hasta que consiguió sentarse frente a ella.

–Tengo las pilas.

–Y yo las linternas.

–¿Donde estas?– Dijo Hell alargando una mano hasta palpar algo.

–Eso es mi ojo.

–Perdona.

Alec subió su mano hasta su cara para coger la de Hell y después puso una linterna en su mano. Después Hell se encargó de poner las pilas y al encender la linterna, enfocó directo a la cara de Alec.

–Lo siento.– Ella se río.– Pero no creí que estuvieras tan cerca.

–No calculo bien en la oscuridad.–Se rió para restarle importancia.

Hell le pasó la linterna a Alec para que él alumbrar a mientras ella ponía pilas a la otra linterna y después Alec se dio cuenta de que ella tenía un arañazo en el brazo.

–¿Estás bien?

–Si, si. Solo es un rasguño.

–¿Y que había dentro para hacerte eso?

–Pues... el cuerno del ciervo.

Hell cogió el cuerno y después ambos fueron corriendo hasta el ciervo y Alec volvió a agacharse para que Hell pudiera colocar el cuerno. Una vez bien puesto, la cabeza bajó automáticamente y aprecio un ordenador que pedía un código.

–Ha funcionado.

–¿Y ahora?

–Hay que encontrar el código.

Alec se quedó mirando la pantalla del ordenador y se echó un par de pasos hacia atrás. Pensó donde podía encontrar un código hasta que se coloco al filo de la alfombra. No entendía como no se habían dado cuenta hasta ahora de aquello. Así que se arrodilló, y le dio la vuelta a la alfombra.

–Toma ya.– Dijo Alec contento.

–Vale, creo que llegó al ordenador sin tu ayuda. Dictame el código.

–A5XJ7900MKL.

Hell fue metiendo el código con mucho cuidado para no equivocarse ya que no sabían que pasaría si hubieran metido el código mal. Una vez que lo puso correctamente, la pared que había tras la chimenea se abrió dejando paso a otra sala. Hell sonrió al ver la salida abierta así que ambos pasaron por ella hasta la siguiente sala.

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