Hell pasó con cuidado sobre los cristales y después ella y Alec salieron de aquella horrible sala. Les habían hablado durante años acerca de la desmotivación, y de cómo quitar la esperanza a sus rivales para poder ganar ellos, pero jamás pensaron que sus conocimientos serían inútiles una vez que los identificaran.
Hell había pensado mucho en cómo les estaban tratando, en como querían que acabaran. Puede que estuvieran sorprendiendo al público, pero estaba claro que había gente que quería verles muertos. Querían matarles.
Hell no podía sacarse aquello de la cabeza y gracias a ello, no se dio cuenta de que habían llegado a la siguiente sala hasta que se percató del suelo. Pasó de estar en suelo de hormigón a estar pisando arena. Al levantar la mirada, Hell vio que las paredes estaban hechas de piedra, había dos estatuas enormes de dioses egipcios y después una pequeña entre ellas. En frente, había una estructura gigante de La Esfinge.
–¿Egipto?
–Estuvimos en Grecia, ¿por qué no Egipto?
–¿Y qué se supone que debemos hacer?
–Cuando estudiamos los mitos egipcios, se decía que para pasar el territorio de La Esfinge había que acertar un enigma.– Dijo Hell cruzándose de brazos.
–Vale. ¿Y cuál es?
–No lo sé. La Esfinge lo dice.
–Si de la sala os queréis salvar el enigma deberías adivinar.– Dijo La Esfinge con una voz tan grave que retumbó todo el lugar.
–Vale, señora esfinge. ¿Cuál es su enigma?
–¿Cuál es el animal que camina a cuatro patas por la mañana; con dos al mediodía y con tres a la tarde?
–Dime que sabes la respuesta.– Dijo Alec mirando a Hell.
–Ojalá. Los enigmas de la esfinge siempre fueron un misterio para todos los aventureros que llegaban hasta ella.
–Bueno, a lo mejor debemos pedir ayuda a los dioses.
Alec se acercó a las estatuas de los dioses y se arrodilló para coger la pequeña estatua del dios del sol, Ra. Nada más levantarla del suelo, todo tembló, sin darse cuanta, Alec había activado un mecanismo que hacía que el techo empezará a bajar al levantar la estatua.
–Mierda, mierda, mierda.– Dijo Alec poniendo la estatua de nuevo en su sitio, pero no funcionaba.
–Es como una pirámide. La trampa que una pirámide activaría por avariciosos.
–¿Y que hago con eso?– Dijo señalando la estatuilla.
–¡Guárdala!
–¡El techo va a aplastarnos! ¿Enserio quieres llevarte esto?
–No nos pasará nada si acertamos el enigma.
–Muy bien, pues pongámonos a ello.– Alec volvió junto a Hell.
–Vale, a ver: cuatro patas a la mañana, dos al mediodía y tres a la tarde.
–Es como una evolución. ¿Qué animales evolucionan?
–Los Pokémon.
–Alec, en serio. ¿Qué animales evolucionan?
–Pues todos, ¿no?
–Pero no pueden ser todos.
–¿Y lo de la mañana, medio día y tarde?
–¿Qué pasa con eso?
–¿Y si no es solo un día? ¿Y si es como... La vida?
–No entiendo.
–Piénsalo así: La mañana es como el momento más joven de la vida, el medio día es algo así como la mitad y la tarde...
–Cuando ya es tarde para todo.
–Si. ¿Como puede un animal ser todo eso?
–No lo sé, pero se acaba el tiempo.– Alec levantó su brazo y ya tocaba el techo, cada vez estaba más bajo.
–Animales, animales...
–Hell.– Dijo Alec intentando frenar el techo pero ambos tenían que empezar a agacharse, casi hasta ponerse de rodillas.
–El hombre... ¡El hombre!– Gritó Hell.
El techo se paró justo cuando ambos estaban arrodillados. Ambos se quedaron mirándose con las manos en el techo sin saber si habían acertado o sí el techo bajaría del todo y les aplastaría en un segundo. Después y de repente el techo volvió a su sitio.
–Has acertado.– Dijo Alec aún de rodillas.– ¿Pero por qué?
–¿Recuerdas cuando Miles nos decía que teníamos que luchar como animales? Los humanos también somos animales.
–¿Y lo de las piernas?
–Cuando somos bebés caminamos a cuatro patas; cuando crecemos, sobre dos y cuando somo mayores y usamos bastón sobre tres.
Alec se rió. Él jamás lo habría adivinado. Se pasó las manos por el pelo y después soltó un suspiro de alivió por haber salvado la vida, otra vez.
–Eres han inteligente que ahora mismo te daría un beso.– Dijo sin pensarlo.
–¿Cómo?
–Lo que quería decir es que... si hubiera estado yo solo hubiera muerto.
–Entonces que suerte que no estabas solo.– Hell sonrió. Alec no sabía si le esta a tomado el pelo o si no le habría disgustado tanto.
Lo siguiente que pasó es que bajo la cabeza de La Esfinge se abrió una puerta. Alec se levantó, después ayudó a Hell y ambos salieron de allí antes de que La Esfinge decidiera que habían sido muy lentos y que debían responder a otro enigma antes de que la sala no se autodestruyera o algo por el estilo.
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Escape
ActionLo que para algunos es un divertido programa de televisión, para otros es algo con lo que jugarse la vida. Los participantes son entrenados desde niños para participar en un juego donde el objetivo es escapar de un edificio, aunque para ellos, se vo...