Capítulo 11

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Este pasillo por lo menos estaba más iluminado que el anterior, aunque daba algo más de miedo. Las paredes eran de piedra y la iluminación sólo bastaba para ver por donde ibas, nada más. Eran todo escaleras que bajaban todo el rato hasta que llegaron a una bifurcación. Los pasillos se habían vuelto más estrechos, lo suficiente para pasar una persona. Y sobre ellos, había una placa en cada uno que marcaba que por cada pasillo debía ir una persona.

–¿Y ahora?

–Pues cada uno por un lado.– Hell miró a Alec.– ¿No?

–No me hace mucha gracia eso de dejarte sola.

–Puedo cuidarme sola, Alec.

–Eso ya lo sé. Pero no sabemos donde estamos ni a donde lleva esto.

–Oye, no podemos ponernos así cada vez que tengamos que pasar una prueba difícil. Anda, dame una linterna.– Hell alargó la mano y Alec le dio una linterna de mala gana.– Nos vemos al otro lado. No pueden tenernos separados mucho tiempo, somos un equipo.

Hell encendió su linterna, se adentró por el pasillo de la izquierda y a Alec no le quedó más remedio que entrar por el de la derecha. Caminó durante un trecho no demasiado largo hasta toparse con una pared. Pensó que ese era el camino equivocado y que tendría que ir por el camino de Hell, pero al pasar la mano por ella, la pared se abrió como una puerta.

Alec siguió adelante, pero al mirar al frente vio las rejas de una celda y entonces la pared se cerró dejándole atrapado. Intentó abrirla de nuevo pero no pudo y se centró en la sala que veía a través de las rejas: era pequeña, en la pared de enfrente estaba la puerta y y un pequeño compartimento de cristal donde había un manojo de llaves.

–¿Alec?– Escuchó de repente.

–¡Si! Estoy aquí, ¿donde estas?

–Atrapada en una celda.

–Pues igual que yo. ¿Qué ves? ¿Hay algo dentro?

–No mucho. Arriba hay un par de huecos donde parece que hay botones, pero no sé si servirán de algo.

–¿Hay más botones?

–Creo que no... Espera, ¡Si! Hay dos en el suelo.

–En mi celda no hay nada.

–Estoy pulsando los de abajo, y no pasa nada.

–Ah... a lo mejor hay que pulsar todos a la vez.

–Muy bien, genio. Pero no llegó a todos.

–Tengo una idea.– Dijo sacando la agarradera del ascensor, la pasó por los barrotes y la lanzó hacia la otra punta de la sala, hacia Hell.– ¿Lo tienes?

–Si. ¿Pero que hago con esto?

–Ponlo en los huecos de arriba, pulsando los botones a la vez y después pulsa los de abajo.

Alec no escuchó respuesta de Hell, simplemente esperó en silencio hasta que escuchó activarse algo y entonces la puerta de Alec se abrió. Alec salió corriendo hacía la celda de Hell y agarró los barrotes para intentar abrirla.

–No se abre. No lo intentes.– Dijo Hell agarrando los barrotes y mirando a la cara de un Alec un poco agobiado.

–¿Y que se supone que hago ahora? No pienso dejarte aquí.

–Tienes que buscar la forma de abrirla. Abre el compartimento cristal.

Alec fue hasta la pequeña caja de cristal que había atornillada a la pared con las llaves dentro. No parecía poder abrirse fácilmente, así que se quitó la chaqueta, se enrolló el puño en ella y rompió el cristal de un golpe.

Las llaves cayeron al suelo y cuando Alec las recogió vio que había seis muy diferentes, pero pensó que la que necesitaban en ese momento era la que estaba más oxidada y tenía el dibujo de una cárcel en la empuñadura. Pero cuando se acercó a la celda de Hell para abrirla, se fijo en que no había cerrojo.

–¿Y ahora?

–Tranquilo. Piensa: si has conseguido las llaves, es que hay un cerrojo para usarlo.

–¿Pero donde?

–No lo sé, Alec. Si quieres ganar, tendrás que darte prisa en buscarlo y sacarme de aquí.

–Si, vale... voy a sacarte, lo prometo.

Alec busco desesperadamente por toda la sala pero no encontró nada. Pensó que él debería estar en el lugar de Hell y no al revés. Ella era la lista, seguro que ella ya lo habría encontrado.

–¿Por qué no descansas un poco? – Le ofreció Hell al cabo de un rato.

–No quiero descansar. Quiero sacarte de aquí y salir cuanto antes.

–Alec, a veces tienes que echar un paso atrás y mirar las cosas con perspectiva.

Alec pensó en aquello y se pegó la espalda a la pared. Se fijo en lo que había frente a él y no todo era pared. Sobre la puerta, había una esquina levantada. Alec corrió hasta ello y tiró hasta destapar la palabra "CULPABLE".

–¿Hemos hecho algo malo?

–¡Alec mira! ¡Junto a la "E"!

Al fijarse, Alec vio que había una pequeña cerradura, así que probó con la llave y entonces la celda de Hell se abrió.

Al verla libre, Alec sintió unas irresistibles ganas de abrazarla o incluso de besarla. Verla encerrada había sigo como si le quitaran lo que más quería. Aunque fuera un juego. Pero antes de que pudieran hacer nada, la siguiente puerta se abrió.

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