Capítulo 27

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Tras dieciocho años de locura y entrenamiento, bajar por un tobogán les parecía hasta un insulto. No tenía nada de especial, ni giros ni luces ni nada. Era un simple tobogán que de repente se paró y los dos cayeron a un pasillo. Primero cayó Alec medianamente bien, pero después fue
Hell, que cayó encima de él haciéndole caer al suelo.

–¿Estas bien?– Dijo Hell al ver que estaba sentada sobre su espalda.

–Si, tranquila. Pero agradecería que te quitaras de encima.

–Lo siento.– Dijo Hell levantándose.

–No pasa nada. Es más, debería haberme apartado yo o haberte cogido.

–Pues si, podrías haberlo hecho.

Ambos se rieron y se relajado un poco. Puede que no fuera el mejor lugar, pero a ambos les entraban ganas de quedarse allí disfrutando de que por fin estaban relajados, olvidarse de la siguiente puerta.

Pero no podían hacer aquello, aún no podían, así que Alec abrió la puerta. Pero en cuanto entraron en la sala, ambos perdieron todo ápice de relajación. Había dos personas de espaldas a ellos, y está vez eran reales, no estaban tras unos cristales. Pero lo preocupante llegó cuando se giraron y les miraron por primera vez. Eran ellos. Exactamente ellos, incluso llevaban la misma ropa como si fueran un reflejo, tan real que ambos dudaron de quienes eran los verdaderos Alec y Hell.

–Dime que no estoy loca.

–No, no lo estás.

Hell intentó acercarse a su otra yo, pero entonces la otra Hell corrió hasta ella hecha una furia y comenzaron a pelearse. Lo mismo le pasó a Alec, aunque él estuvo mirando a Hell hasta que miró a su otro yo demasiado tarde y le pegó un puñetazo nada más fijar un ojo en él.

Alec cayó al suelo un tanto aturdido por lo que acababa de pasar, y lo siguiente que vio fue a su otro yo abalanzándose sobre él, pero logró esquivarlo a tiempo.

–No eres tan idiota como me habían dicho.– Dijo su otro yo desde el suelo con una sonrisa. Su voz también era exactamente como la suya.

–¿Quién eres... o qué eres?

–Soy tu, pero mejor.– Se levantó.

–Eso es imposible.

–¿Quieres comprobarlo?

Los dos Alec se pusieron en guardia. Era realmente surrealista, pelear contra uno mismo, ridículo. Ganarse a sí mismo significaba perder contra el mismo. Aunque así conocía los puntos débiles y los fuertes de su oponente, lo malo era que eran los mismos que los suyos. ¡Era todo una locura!

Alec intentó pensar en lo que Hell le había dicho en la sala anterior, eso de que tenía que pensar que a veces, no todo es lo que parece. Así que tenía que actuar tal y como no lo haría, hacer algo que no se esperaba su otro yo, así que sacó el arma que tenía y disparó.

Disparó directo al pecho y descubrió la trampa. Del pecho del otro Alec salieron varios cables y chispas. Se llevó las manos al agujero y al volver a mirar a Alec empezó a echar humo por la oreja izquierda y lubricante por la nariz. El androide volvió a correr hacia Alec torpemente, pero antes de que pudiera alcanzarle volvió a disparar pero esta vez hacia la cabeza y el androide cayó al suelo muerto.

Cuando Alec volvió a mirar a Hell, las dos habían parado de pelear y miraban a Alec de forma tan igual que daba miedo.

–¿Quien de las dos es la humana?

–¡Yo!– Gritaron a la vez.

–Vale, así no vais a ayudarme.

–Alec, sabes que yo soy la autentica. ¡Ella es el robot!– Gritó la de la derecha.

–¿Qué? ¿Enserio vas a creerla? Es más que obvio que yo soy la humana.

–¿Humana? ¿Tu? No me hagas reír.

–Alec sabe la verdad.– Ambas le miraron.– Dime que lo sabes.

–En realidad...

–¡Alec!– Gritaron las dos.

–¡Vale! Escuchad, solo hay una Hell de verdad, y ella será la que sepa contestar a todas mis preguntas.– Ambas a sintieron.– Esta bien... ¿Cual es tu mayor miedo?

–Las arañas, las odio.– Dijeron a la vez.

–¿Y el mio?

–Las alturas.

–¿Qué me dijiste para que pudiera subir la pared de escalada el día de las pruebas?

–¡Vamos Alec! ¡Mira hacia arriba! Mírame a mi.

–¿Cual es mi sueño?

–Formar una familia con tu alma gemela. Puede que incluso montar un restaurante.

–Esto es ridículo. ¡Estáis contestando a todo a la vez!

–¡Por qué yo soy la auténtica!– Se miraron con el mismo odio.

–¡Basta ya!– Gritó y las dos le miraron.– Cuando eramos unos niños.– Comenzó Alec.– Descubrimos donde guardaban la información de todos los participantes de Élite. Hell y yo... nos levantamos una vez en plena noche y nos colamos en los archivos. Encontramos... encontramos un archivo con el expediente de Hell. Y lo leímos. ¿Como se llama tu madre, Hell?

La Hell de la izquierda bajó la cabeza y la de la derecha se cruzo de brazos. Ninguna de las dos parecía querer responder a la pregunta hasta que la de la derecha levantó la vista hacia Alec.

–Se llama Melissa. Melissa Coleman.

Alec levantó su arma con decisión y disparó a la cabeza a la Hell que había hablado.

–Mentirosa. Hell y yo nunca nos colamos en ninguna parte.

Cuando Alec guardó el arma, la verdadera Hell se acercó a él y le abrazó.

–Sabía que no me matarías.

–Una vez te dije que nunca te haría daño. Sigo manteniendo mi promesa.

Detrás de ellos, una puerta que ni siquiera habían visto se abrió para que pudieran salir.

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