Capítulo 40

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Pasaron un par de días desde que Hell había descubierto la fosa común en el bosque y de su visita a Élite. Durante aquel par de días no había hablado con Jane acerca de su plan de rescate. Aunque ella no había abandonado la idea.

Se pasaba casi toda la noche en vela estudiando los mapas que había conseguido de Élite y diferentes estrategias para conseguirlo. Y por si no fuera poco seguía conservando el pequeño bote con veneno de escorpión junto a su mesilla. Todas las noches y todas las mañanas, lo miraba como si eso lo fuera a arreglar todo en el caso de que todo lo demás fallara.

Aquel día mientras comían los tres, ninguno dijo gran cosa. El Sr. Donovan se marchó pronto y ambas se quedaron en el comedor en un momento un poco intenso.

–¿Hoy también te vas a ir?– Le preguntó Hell.

–Tengo trabajo.

–Que novedad. ¿Hoy tampoco vas a contarme nada?

–Hell, no seas infantil.– Dijo levantándose y cogiendo sus cosas.

–¿Infantil? ¿Yo? Para nada.

–No me obligues a encerrarte.

–Podría bajar por la fachada. He hecho cosas más complicadas.

–Claro, claro. Nos vemos luego, ¿vale?

–Si.

Jane sonrió antes de irse. En realidad, Hell sentía bastante curiosidad por saber exactamente qué es lo que hacía Jane que la tenía tan ocupada y que era tan secreto, pero ella misma tenía asuntos más importantes y más urgentes que resolver.

Había estudiado la casa a fondo y sabía que el despacho del Sr. Donovan no tenía ninguna protección. Ni cámaras, ni cerrojo ni nada, así que cuando se quedó sola, otra vez, decidió entrar y ver que ocultaba el señor Owen Donovan.

A primera vista parecía un despacho normal y corriente. Libros, una gran mesa de madera, armarios sin nada interesante dentro... Hasta que tirando de uno de los libros, se abrió una puerta que daba a un alijo secreto de armas.

–Bingo.– Dijo Hell al verlo todo.– Vaya, parece que papá tiene secretos muuyy gordos.

Hell cogió un par de pistolas y una ballesta. Aquella era su arma favorita, solo se llevaba las pistolas como precaución. Metió todas las armas en una mochila y salió hacia el garaje.

Sabía que si quería traer a sus amigos no podría ir en moto y a pie tardarían demasiado, así que decidió coger las llaves del coche. Nunca había conducido un coche volador, así que tendría que hacerlo bien a la primera y evitar las nauseas.

Se manejó mejor de lo que pensaba y consiguió aparcar el coche algo escondido y no muy lejos de Élite. Cuando llegó, entró con todo el sigilo que pudo en la base, pero al girar en el primer pasillo, alguien la cogió del brazo y la puso contra la pared.

–¿Qué haces aquí?– Le preguntó Evan. Tenía un aspecto horrible, la cara pálida, el pelo sucio y revuelto, parecía que no había dormido en semanas y necesitaba desesperadamente comer algo.

–¿Y tu? No creí que estuvieras aquí.

–¡Sshh! Baja la voz.– Susurró.– Debería estar en un ala apartada, pero no podía seguir allí.

–¿Por qué?

–No hay tiempo para explicaciones. Tengo que salir de aquí.

–Yo también, pero no sin mis amigos. ¿Vienes?

–¿De cuantos amigos estamos hablando?

–Taylor, Nathan y Alec.

–Hay que hacerlo rápido.

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