Capítulo 42

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Hell cogió una mochila grande y comenzó a meter cosas en ella, casi todo documentos y algo de comida de la cocina, no sabía a dónde irían ni cuánto tiempo estarían sin refugio, así que les dijo a los demás que hicieran lo mismo. Cuando ya habían cogido todo aquello, Hell se dirigió hacia el despacho del Sr. Donovan a pesar de que Jane le rogaba que no lo hiciera.

Abrió la puerta y todos entraron como si nada. Hell tiró de uno de los libros y entonces apareció todo el alijo de armas de los Donovan.

–Coged lo que mejor se os dé.– Dijo Hell cogiendo un carcaj con flecha y colgandose al hombro un arco y una ballesta. Después miró a Jane, que seguía clavada en la puerta.– ¿Vas a entrar o no?

–No puedo.

–¡Oh, venga ya! Jane, es ahora o nunca. Hay un grupo de gente armada en tu puerta que quiere nuestra cabeza en bandeja. O vienes con nosotros o te quedas a encubrirnos, tu decides.

Jane echó una ojeada a como los chicos se preparaban con las armas de su padre. Nathan la miró muy serio, como si supiera que lo que estaban haciendo estaba mal, pero aún así lo hacían.

–Dame un segundo, ¿quieres?

Jane salió corriendo a su cuarto, aunque no dijo por qué. Volvió en menos de tres minutos y no dijo nada. Le costó entrar al despacho de su padre, pero lo consiguió a pesar de que se la veía asustada.

–¿Sabes usar esto?– Dijo Nathan lanzándole un rifle de asalto.

–Ni siquiera había cogido un arma tan grande en mi vida.

–Es muy simple.– Nathan se puso detrás de ella y le hizo levantar el rifle.– Apuntas y disparas. No tiene más.

–¿Es tan difícil como parece?

–Pues claro.

Volvieron a tocar el timbre y todos empezaron a ponerse nerviosos.

–Necesitamos salir de una forma que no sea por la entrada principal.– Apuntó Hell.– Dime que tienes una salida así.

–No que yo sepa.

–Vale, vamos a pensar. Si tu padre tenía todo esto aquí, seguramente tendría una salida, ¿no? Por si venían a atacarle.

–¿Por qué iba a tener una salida?

–¿Por qué iba a tener tantas armas?– Dijo Taylor.– Nadie lo sabe, así que yo propongo buscar.

Evan y Alec consiguieron mover la mesa del escritorio para bloquear la puerta por si la visita se cansaba de esperar. Cuando pusieron la mesa, Evan se dio cuenta de que Alec estaba mucho más cansado que él, pero no dijo nada y se puso a buscar con los demás.

Tardaron más de lo que esperaban en encontrar la salida de emergencia. Si algo hubiera salido mal en los negocios del Sr. Donovan, habría cogido a su hija y hubiera escapado por algún lugar de su despacho, pensaron en todas las formas que podría haber pero nada, y entonces todos se quedaron mirando a Alec y a Hell.

–Seamos sinceros, vosotros dos soy los que tenéis mayor oportunidad de encontrar esa salida.– Admitió Evan.

–¿Por qué lo dices?

–Sois los ganadores de Escape. Haced como si esto sólo fuera una sala más.– Alec y Hell se miraron.

–No quiero volver ahí dentro.– Dijo Alec.

–¿Y si no tenemos otra opción?

–¿Entrar para poder salir?

–Te prometo que no será como Escape.– Dijo Hell cogiendole de la mano y ambos cerraron los ojos. Al volver a abrirlos, fue como volver a su torre de Escape, sin ventanas, sin nadie más, solo ellos dos para encontrar una salida.

–Si fueras Owen Donovan, ¿por qué querrías escapar?

–Porque tengo un negocio muy arriesgado.

–¿Contravando de armas?– Dijo Alec mirando las armas.

–Es posible, muy posible. Veamos: llegan a tu casa, estás atrapado en tu despacho y tienes que salir lo antes posible.

–Pero no quieres que sepan que te has ido.

–¿Qué se puede mover para que no parezca que has movido nada?

–Puf, ¿todo?

–No, todo no.

Hell se acercó al centro de la sala, donde había una alfombra que no era del gusto de Hell. Puso la mano en el dibujo del centro y entonces se abrió una trampilla que daba a un ascensor escondido. Alec y Hell se miraron contentos y después todo el mundo volvió a la sala.

–Lo conseguimos...– Susurró Alec un poco mareado.

–¡Vamos!– Gritó Evan entrando en el ascensor y después todo el mundo le siguió.

Cuando estuvieron todos dentro, pulsaron el botón de bajada, la trampilla se cerró dejando todo como estaba y bajando a más velocidad de la que esperaban.

–¿Hay una siguiente parte del plan?– Preguntó Jane.

–Si.– Aseguró Hell.– Correr hacia el bosque. Yo os guiaré.

Cuando el ascensor llegó a lo que supusieron que era la salida, Hell se volvió a poner la capucha de la chaqueta y cuando las puertas se abrieron salieron al callejón que había al otro lado del edificio.

–Tu padre lo tenía todo pensado.– Dijo Taylor mientras observaba la altura de los edificios ahora iluminados por la falta de luz natural al otro lado de la calle.

–Si, da incluso un poco de miedo.

–Yo creo que eso da más miedo.

Nathan señaló al tráfico que volaba fuera del callejón y todos vieron coches de policía y furgonetas negras probablemente en su busca. Hell les dijo que corrieran los más rápido que pudieran con la cabeza agachada y que no se pararan por nada.

Corrieron todo lo rápido que pudieron hasta llegar al bosque. Una vez allí, se relajaron un poco. Estaba oscuro, así que tuvieron su sacar un par de linternas aunque no iluminaron mucho por precaución. Hell no sabía exactamente a donde iba, pero se orientó bastante rápido cuando el suelo dejó de ser de ojas bajo sus pies y un fuerte olor les llegó a todos.

–¿Qué es eso?– Dijo Nathan asqueado.

–Parece que algo se está pudriendo.– Dijo Taylor evitando una arcada.– Casi parece un...

–Cadáver.– Completo Hell sin mirarles.– Cientos de ellos.

–¿Cómo lo sabes?– Dijo Alec acercándose a ella, pero antes de que pudiera contestarle, escucharon otra voz:

–Las manos arriba.

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