Capítulo 26

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En Élite se enseñaba a usar armas de fuego, arcos y flechas, ballestas... incluso podían armar y desarmar un francotirador en menos de un minuto. Pero Hell no había disparado nunca un arma de fuego, y mucho menos contra sus amigos. Pero no iba a dejar que el juego la cambiara.

Estuvo pensando en aquello durante todo el camino hasta que de llegaron a la siguiente sala y cuando Hell abrió la puerta, Alec se echó hacia atrás tan deprisa que se cayó de culo. Al abrir la puerta se vio un puente que colgaba de lo alto del edificio a más de veinte pisos por encima del suelo y que iba hasta el edificio más cercano, donde había una palanca. Al verlo, a Alec le entró el pánico.

–No puedo hacerlo.– Dijo desde el suelo del pasillo.

–Claro que puedes.– Dijo Hell arrodillándose junto a él.– Conseguiste hacerlo en las pruebas de Élite, ¿recuerdas?

–Hell, no me compares subir una pared de escalada a pasear por un puente a veinte pisos de altura.

–Es el único camino que hay. Y si está aquí es por que podemos hacerlo.

–Tu si, yo no.

–Oh, vamos. Hemos bajado ya ¿cuanto? ¿catorce plantas? Es imposible que estemos tan altos.

Alec respiraba profundamente pero no se levantaba del suelo, así que Hell decidió actuar por los dos. Se acercó al puente a pesar de que Alec le rogaba que no lo hiciera, pero como él no se acercaba, Hell tenía pista libre.

En la mente de Hell era imposible que estuvieran tan altos, pero allí arriba, con el sonido de la calle a lo lejos el viento y todo, era difícil de creer.

El puente era tan estrecho que sólo se podía poner un pie detrás de otro. Hell sintió por primera vez algo parecido a lo que Alec sentía cada vez que se subía a la pared de escalada. Avanzó despacio agarrada a los cables que había a ambos lados del puente como única sujeción hasta la palanca. La cogió con ambas mano y tiró de ella hacia abajo, después pasó la cosa más extraña y surrealista que ninguno pudo imaginar.

Se podría decir que la gravedad de la sala desapareció. Hell comenzó a flotar aún con las manos en la palanca. Alec no daba crédito a aquello, así que se acercó casi hasta el puente y entonces él también comenzó a flotar. Al darse cuenta le dio un pequeño ataque de pánico.

–Eh, tranquilo. No pasa nada. No vas a morir.– Dijo Hell acercándose a él como pudo.

–Es que... Hell, estamos flotando.

–Lo sé. Es de locos.– Hell se río.

–Mira eso.

Sobre el techo había un par de asas, dos sobre una lamina y dos sobre otra. No parecía que tuvieran mucha importancia, pero aún así, cada uno se acerco a dos de las asas y las cogieron con ambas manos. Al hacerlo, la gravedad volvió de golpe y ambos quedaron agarrados de las asas sobre el vacío. Alec empezó a gritar y a respirar tan fuerte como antes.

–¡Alec, no mires abajo!–  Le gritaba Hell.– Mírame a mi, ¿vale? Solo mírame a mi.

–¿Qué no mire abajo? ¡Vamos a morir!

–No, no, no. No pienses eso. ¡Piensa racionalmente!

–¿¡Cómo se supone que quieres que haga eso si estoy colgado a esta altura!?

–¿Por qué hay un techo?

–¿Qué?

–¿Por qué hay un techo si se supone que estamos a veinte pisos de altura sobre la calle?

–¡Y yo que sé!

–¡Exacto! Esto no puede ser real. Ya han jugado antes con nuestras mentes.

–Hell, te lo pido por Dios, no te arriesgues. No hagas ninguna tontería.

–Tengo que hacerlo para hacerte ver lo falso que es esto.

–Por favor, no lo hagas.

–Confía en mí.

Hell sonrió para tranquilizar a Alec, pero fue imposible, así que decidió hacerlo de todos modos. Hell se soltó de las asas mientras Alec gritaba intentando cogerla, pero no pudo.

Afortunadamente, Hell tenía razón. El puente por el que había pasado antes estaba a dos metros sobre el suelo, que no era más que una simple simulación para que pareciera que estaban a esa altura.

–¿Lo ves?– Dijo Hell desde el suelo.– No es más que otra sucia y cobarde mentira.

Alec se soltó de las asas y cayó al suelo igual que Hell aún un poco nervioso.

–Parecía tan real...

–Pero no lo es.

–Por un momento te había visto muerta en el suelo.

–Suerte que tenía razón.

–Suerte que siempre la tienes.– Ambos sonrieron.– Pero no vuelvas a hacerlo nunca.

–No te prometo nada.

–Vale, ¿como salimos de aquí?

Se separaron y buscaron alguna puerta de salida. Pero no había ninguna puerta más que la de entrada, y no podían salir por ahí, así que siguieron buscando hasta que Alec se tropezó con algo y cayó al suelo.

–¿Qué haces?

–Tomar el sol.– Dijo irónico.– Me he tropezado con algo.

–¿Con qué? Yo no veo nada.

–Desde ahí arriba no. Pero desde este ángulo...

Alec alargo la mano y cogió algo que Hell no alcanzaba a ver, pero entonces tiró hacia arriba y se abrió una trampilla con un tobogán. Hell sonrió y después se lanzó por el tobogán después de Alec, al fin y al cabo, él era quien más ganas tenía de salir de allí.

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