Capítulo 21

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Para cuando las puertas se abrieron ambos llevaban listos un buen rato, solo que no habían hablado demasiado. Hell empezaba a tener la sensación de que a medida que avanzaba el juego conocía menos a su compañero. Había oído eso de que Escape te cambiaba pero nunca pensó que tanto.

Corrieron por las escaleras hacia abajo en silencio hasta que llegaron a la puerta. Alec, que iba primero, abrió la puerta. Entraron en una sala en lo que todo eran espejos, no había paredes, incluso la puerta era un espejo. Ambos entraron y en cuanto cerraron la puerta era como si estuvieran en medio de la nada.

–Esto da miedo.– Dijo Alec.

–Creo que es un laberinto.– Hell se acercó a uno de los cristales con la mano estirada, pero al ver que no había cristal, dedujo que era un camino, echó a andar pero Alec le cogió la mano antes de perderla.

–Si tienes razón, no deberíamos separarnos. Si es fácil perderse en un laberinto, imagínate en uno de espejos.

–Vale.– Hell apretó la mano de Alec.

Hell caminó con una mano estirada y la otra cogida de la mano de Alec. No se sentía así desde que cogió la mano de Alec en La Subasta. Ella caminaba confiada de que el camino que seguía era el correcto, pero de repente, escuchó a Alec decir: "por aquí". Ella no le siguió. Alec logró soltarse de su mano y se separaron.

Hell se asustó por un momento al verse sola e intentó buscar de nuevo a Alec, pero se perdió todavía más.

–¿Alec? ¡Alec dónde estás!

Le llamaba una y otra vez, hasta que de repente, en un cruce, Hell se encontró de frente con unas personas. Una mujer y Alec de rodillas junto a ella.

–Hola cielo.

–¿Quien eres tú?

–Soy la mujer que te trajo al mundo.– Hell levantó la cabeza.– En otras palabras, soy tu madre.

Agarraba a Alec del cuello impidiéndole moverse. Hell estaba furiosa, no comprendía como habían sido capaces de meter a su madre allí, ni como había sido ella capaz de coger a Alec en tan poco tiempo.

Lo siguiente pasó tan rápido que a Hell apenas le dio tiempo a comprenderlo. Su supuesta madre cogió a Alec de la cabeza y le corto la garganta. Después ambos desaparecieron. Hell corrió hasta donde estaban pero solo había un cristal, como si el que su madre hubiera matado a Alec hubiera sido sólo un espejismo.

–¡Hell!– Escuchó a sus espaldas y al darse la vuelta vio a Alec de pie por un segundo antes de que una bala le atravesará la cabeza. Cuando cayó al suelo, su madre estaba detrás de él, después desaparecieron.

Hell no daba crédito, acababa de ver morir a su compañero, a su mejor amigo dos veces en menos de un minutos a manos de la mujer que la abandonó a ella de pequeña.

Volvió a girarse y volvió a ver a Alec arrodillado con su madre cogiéndole de la cabeza. Ella sonrió y después me rompió el cuello.

Cuando Alec se soltó de la mano de Hell ni siquiera se dio cuenta. Siguió caminando hasta que se dio de frente con un espejo y volvió a la realidad. Miró a su al rededor para buscar a Hell, y la encontró mirándole fijamente. Alec sonrió aliviado y fue hacia ella, pero se quedó a medio camino cuando vio un chico acercarse a ella. Le conocía, era un chico de Élite, habían entrenado juntos más de una vez, pero ahora se acercó a Hell sin ningún miramiento y la besó.

Hell no hizo nada para impedirlo, y eso molestó a Alec. Corrió hasta ellos pera separarlos, pero entonces desaparecieron. Hell apareció a su lado de nuevo con otro chico y pasó lo mismo. Y otra vez, y otra vez, y otra vez... Incluso le pareció ver a Evan y a Nathan en alguna de las veces.

No podía soportarlo más así que salió corriendo de allí. No podía quitarse la imagen de Hell besando a otros chicos y en el caso de Hell tampoco podía seguir viendo morir a Alec a manos de su madre, así que también salió corriendo.

Al cabo de un rato corriendo, se chocaron el uno contra el otro y se quedaron mirándose intentando descifrar si también eran alucinaciones.

–¿Eres real?– Le preguntó Alec con la voz rota.

–Si. ¿Lo eres tú?

–Si.– Dijo Alec en un suspiró y se abrazaron.– Dios, eres tu. Eres tu de verdad. Como me alegro de verte.

–Y yo a ti. Gracias al cielo que estás bien...

–¿Qué nos ha pasado?– Se separaron.

–Creo que eran alucinaciones.

–¿Pero como nos lo han hecho?

–Los sueros de anoche deben de tener algo que ver.

–Y yo te hice beberlo...

–Eh, no pasa nada.

–Si, si que pasa.– Alec negó con la cabeza y después la miró.– ¿Qué es lo que has visto?

–A... una mujer. Mi madre, o eso decía ella. Te mataba una y otra vez, de diferentes formas. Era horrible.

–¿Recuerdas a tu madre con tanta claridad como para verla ahora?

–No. Noi siqueira la recuerdo.– Alec se froto los ojos.– ¿Qué has visto tu?

¿Como se supone que Alec iba a contarle que la había visto besándose con prácticamente todo Élite?

–Lo... lo mismo que tú.

–Querían hacernos daño. Mucho daño.

–Pues lo han conseguido.

–A partir de ahora no nos se pararemos nunca más. Ni aquí, ni fuera.

–Me parece un buen plan.– Intentó sonreír mientras cogía la mano de Hell.– ¿Cómo salimos de aquí?

–Tiene que haber un espejo falso.

–¿Y como sabemos si es falso o no?

–Una vez leí que si ponemos el dedo en el espejo y si las uñas se tocan del todo es que es falso. Como en las comisarías de policía.

–¿Eh?

–Tu compruébalo. Pero no me sueltes la mano, ¿vale?

–Lo prometo.

Alec y Hell fueron comprobando todos y cada uno de los espejos por los que pasaban hasta que de repente, encontraron uno donde las uñas se tocaban.

–Es este.

Alec soltó la mano de Hell por un segundo. Se quitó la chaqueta, se la enrollo en el puño y pegó un puñetazo al espejo rompiéndolo en mil pedazos y dando paso al siguiente pasillo.

–Vámonos de aquí, por favor.– Dijo alargando la mano hacia Hell y ella la cogió para salir de allí.

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